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Jorge Dezcallar

Tribuna

Jorge Dezcallar

China: juegos y prestigio

Ser espectador casero de deportes es agotador. Después de las cinco horas largas del inolvidable partido de Rafa Nadal todavía me duele el brazo por tratar de ayudarle desde mi sillón a que él devolviera, desde el fondo de la pista, los trallazos que le enviaba el ruso. Y ahora, sin tiempo para reponerme de la tendinitis, comienzan las Olimpíadas de Invierno en China y ya me preparo para deslizarme a ritmo de vértigo por esas pistas heladas. Si Nadal me dejó el brazo dolorido, me asusta pensar ahora en esguinces o en una pierna rota...

Beijing es la primera ciudad en celebrar tanto los Juegos Olímpicos de Invierno como los de Verano, que acogió en 2008. Y quiere presumir de eficiencia sin caer en los dispendios de Sochi, que gastó la increíble suma de 53.000 millones de dólares, o de Corea del Sur, donde costaron 13.000. Xi Jinping ha dicho que solo gastará 3.000 millones en estos Juegos y se ha involucrado personalmente en los preparativos afirmando paladinamente que «Beijing 2022 dará una buena imagen de nuestro país». Ese es el objetivo. Como parte de ese gigantesco esfuerzo de propaganda, Xi tampoco quiere problemas con el virus y ha adoptado medidas extremas al servicio de su «estrategia de cero covid». Cueste lo que cueste, aunque haya que aislar a ciudades enteras. Por eso los Juegos se verán por televisión y con muy pocos espectadores cuidadosamente seleccionados.

China pretende aprovechar estos Juegos para enviar al mundo una imagen que demuestre la superioridad de su modelo sobre las democracias occidentales, que a su juicio están en irreversible decadencia. Quiere demostrar que un estado autoritario es capaz de movilizar recursos de forma más rápida y eficaz, sin perder tiempo en las interminables discusiones y procedimientos transparentes propios de sistemas donde los elegidos tienen que rendir cuentas de su gestión. Es lo mismo que ha hecho desde que comenzó la pandemia con su generosa y nada desinteresada diplomacia de donar vacunas, respiradores, mascarillas, etc. a países sin músculo financiero para adquirirlas, al tiempo que presentaba esta política como la antítesis del egoísmo acaparador de los países occidentales.

China organiza estos Juegos como una cuestión de prestigio y de poder. No porque piense que a estas alturas necesita demostrar nada, como todavía le sucedía en su anterior cita olímpica de 2008, sino porque los quiere presentar como una manifestación visible de su actual poderío y ascenso a la hegemonía mundial. De esta manera, los Juegos constituyen un auténtico desafío de China al mundo. Se construyen estadios, se adaptan otros, se hacen carreteras, se plantan árboles, se unen los escenarios deportivos con trenes de alta velocidad, se elimina la terrible contaminación atmosférica que impide respirar en algunas ciudades (una situación que algunos califican de airpocalipsis), y si allí no hay nieve, algo particularmente importante en unos Juegos de Invierno, se colocan cañones que cubren de nieve artificial las laderas por la que se deslizarán los esquiadores a velocidades de vértigo. Y para hacerlos funcionar se lleva el agua desde grandes distancias por enormes tuberías. Lo que haga falta para mostrar una China poderosa y segura de sí misma.

Xi tampoco quiere críticas por derechos humanos como las que abanderó Mia Farrow en los Juegos de 2008. Si entonces fue por el genocidio en Darfur, ahora es por lo que ocurre en Xinjiang, Hong-Kong, Tibet, etc. Y aunque algunos otros países como Estados Unidos han declarando un boicot diplomático a la inauguración de estos Juegos e incluso habrían presionado -al parecer sin éxito- al Secretario General de la ONU para que tampoco asista, Putin ha viajado a Beijing a pesar de estar muy ocupado estos días con la crisis de Ucrania. Los amigos, primero. Por si acaso, los atletas, organizadores y patrocinadores han recibido indicaciones tan discretas como firmes para evitar críticas políticas a China durante los Juegos. Y tienen cuidado. El propio Comité Olímpico Internacional ha marcado la pauta al quitar importancia a las acusaciones de acoso sexual contra un jerarca del régimen por parte de la tenista tri-olímpica Peng Shuai, que luego desapareció durante un tiempo para desdecirse públicamente cuando volvió a aparecer. Así son las cosas por allí.

Así que política aparte, pónganse cómodos en su butaca favorita porque el espectáculo valdrá la pena.

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