Es una pena que la última gran exposición de Rafel Tur Costa esté en el museo Es Baluard de Palma. No por ese museo claro, que ha tenido la visión necesaria para abrir una antológica del artista justo antes de su desaparición, sino porque ese definitivo homenaje a un creador que ha significado tanto para el arte de Ibiza en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos de XXI no lo puedan disfrutar todos los ibicencos. Supongo que para un hombre humilde como era Tur Costa, pese a su envergadura como artista, fue una gran alegría y una demostración de que estaba en la lucha hasta el final. Tur Costa fue el padre del arte abstracto ibicenco, la bisagra del salto de la creación de la isla hacia la modernidad, el ejemplo para los muchos que siguieron sus pasos. Tuvo los ojos bien abiertos para ver las nuevas corrientes y adaptarse a ellas, pero lo hizo además tirando de sus raíces. Nadie como él captó en su obra la sustancia de Ibiza y el carácter de lo ibicenco, desde una línea clara y serena, desde una aparente sencillez bajo la que corría un torrente lleno de vida y experiencia, como esas obras suyas en las que la madera y la pintura blanca dejaban entrever un gigantesco mundo interior por sus grietas. Tur Costa era ya parte esencial del arte insular mucho antes de irse.

@ Fdelama