Me sorprendió que el Govern aprovechara el confinamiento para eliminar las cabras que todavía trotaban como okupas (la ley, no lo olvidemos, no permite su presencia) por la escarpada orografía de es Vedrà. Pero más sorprendente es la reacción de los vedraners, propietarios de estos animales, ante esta decisión. Abatirlas a tiros no es la mejor manera de 'limpiar' la zona (detesto las armas y cualquier tipo de violencia y defiendo los derechos de los animales por encima de todo). Pero se me antoja de un cinismo enfermizo que quienes los sueltan incumpliendo la normativa y a sabiendas de cómo acabarán (tiroteadas) y en qué condiciones vergonzosas vivirán (con severas carencias de alimento y agua), califiquen esta actividad de «vil y cruenta matanza». Ya lo advirtió el GEN: estas cabras habitan el islote «sin control sanitario, con graves carencias de alimentación y [provocando] gravísimos daños a un entorno natural protegido» sólo «para que un pequeño grupo de individuos se divierta persiguiendo a estos animales hasta que se despeñen» durante el saludable (para ellos) ejercicio de «ir a coger cabras» al islote. Hace años, este diario realizó un reportaje sobre esta práctica. Les aseguro que no es nada edificante. Al contrario, era «vil y cruel».