Os hemos fallado, abuelos. A vosotros, a los más frágiles entre los jóvenes, a los 'campeones' como aquel amigo con síndrome de Down que murió en la primera oleada... Hemos brindado un altavoz a los negacionistas, que encuentran en nuestros muros la resonancia que no tienen en los suyos para intoxicar, ejercer la censura informativa y echar por tierra el trabajo de prevención. Cuánto mal han hecho. Tampoco hemos sabido explicar que la dicotomía salud-economía fue una gran mentira desde el principio, que la verdad era que si no frenábamos el virus nos iban a comer los piojos y no al revés, como pregonaban, pues con la enfermedad se contagiaba el paro. Reino Unido, Alemania, Bélgica, Países Bajos... no nos han impuesto restricciones por las portadas, sino por unos datos sanitarios que en democracia son, y deben ser, públicos, para ciudadanos y gobiernos. En cuanto al argumento de que hay otras dolencias que matan más y no se les da tanta cobertura, toda la razón. Hablamos muy poco de los demás enfermos cuando han sido y son también «víctimas» de la Covid. Centros de primaria saturados, visitas telefónicas, operaciones aplazadas, esperas interminables en urgencias... Y lo que vendrá, porque esos mismos gobernantes que abrieron los aeropuertos sin seguridad, han sido incapaces en este tiempo de reforzar lo suficiente una Sanidad exhausta. Sí, unos hemos fallado en concienciar en el respeto por la población vulnerable y otros, en protegerla. Ahora los 'conspiranoicos' tienen de nuevo ocasión de volver a demostrar su catadura moral y darle al emoticono de la carcajada en las noticias sobre afectados en la UCI. Los más miserables seguro que ya lo han hecho.