La insularidad que en sí misma es ya una forma de confinamiento ha jugado a nuestro favor en la evolución de la pandemia. Y al potenciar el aislamiento natural con un drástico recorte de las comunicaciones, las islas han conseguido un distanciamiento que ha reducido los contagios. Esto explica que estén en fase 3 las islas más pequeñas, las más aisladas: la Graciosa, la Gomera, Hierro y Formentera. Pero no nos equivoquemos. Lo que en principio ha sido y es una ventaja nos puede jugar a la contra si bajamos la guardia. Un rebrote como los registrados en Lérida y Ceuta que pueden acotarse y afectar sólo a una zona, en nuestro caso significaría volver al punto de partida y cerrar de nuevo la isla a cal y canto. No parecen tenerlo en cuenta quienes estos días invaden sin orden ni concierto los chiringuitos y las playas. Parece que hemos olvidado la diabólica capacidad de transmisión que tiene el maldito virus.

Estos comportamientos irresponsables que los 'móviles' transmiten en directo y ven en Inglaterra, Francia o Alemania, nos hacen un flaco favor. Porque sin seguridad, el turista no correrá riesgos. En nuestro caso, ya tenemos suficientes problemas con la fama de desmadre que nos acompaña, las aglomeraciones discotequeras y el encapsulamiento inevitable de los aviones en los que viajamos como sardinas en lata, para que alarmemos al personal con imágenes como la del pasado domingo en Benirràs. Con el verano en puertas, tendríamos que estar publicitando urbi et orbe medidas de control estricto para los próximos meses. El viejo eslogan 'ad libitum' -el puedes hacer lo que le dé la gana- hoy es temerario. Necesitamos todo lo contrario, vender el sello de islas seguras. Y que de verdad lo sean.

En otras geografías ya se están implantando en las playas cuadrículas de ocupación y aplicaciones de móvil que dicen qué arenales están abiertos y qué otros están cerrados porque han cubierto su cupo. Con un litoral de pequeñas calas no lo tenemos fácil, pero una de dos, o nos reinventamos y conseguimos el ordenamiento y la seguridad que necesitamos, recurriendo si hace falta a las sanciones, o el fiasco turístico puede dejarnos patidifusos.