Tengo una amiga que anda de viaje por Egipto. Un merecido descanso, que la pobre trabaja mucho. La cuestión es que no paro de darle vueltas a si debería escribirle, porque me consta que cuando uno viaja desconecta y mucho y alguien debería advertirle, ¿verdad? De que, cuando vuelva, tendrá gobierno. Bueno, ella sola no. Todos. Los españoles «de bien» un poquito a su pesar, pero también el resto que va y resulta que son mayoría. O la mayoría simple más dos en representación en el hemiciclo del Congreso, pero esas son las reglas del juego de la democracia. Como cantaba Sandro Giacobbe en su Jardín prohibido: «Lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo». Aunque en este caso no se refería a que hubiera pactado con independentistas, sino que le argumentaba a su mujer por qué la mejor amiga de esta había estado entre sus brazos, pero que no lo volvería a hacer más, no lo volvería a hacer más. ¿Dirá Sánchez algo parecido antes de acabar la legislatura? En cuanto Garzón tenga competencias sobre juego y casas de apuestas, me apuesto a que esta apuesta, junto a lo que aguantará Cifuentes en Supervivientes, se disparan.

En fin, que aquí jardín prohibido no, pero ha sido marcharse mi amiga y lo que ha llegado es el apocalipsis. No lo digo yo. Lo dicen los políticos. Bueno, tampoco todos los políticos. Lo dicen los que han perdido, aunque tampoco dicen «haber perdido», sino que «nos han robado España». «Han secuestrado España». «España se rompe». Estoy preocupada. No tanto por España, que yo aún la veo en forma, como por mi amiga en el extranjero. Por eso, he pensado que era mi obligación advertirle, pero no sé si arruinarle lo que le queda de vacaciones, si total, aquí ya está todo perdido. Así que ahí sigo, dudando. ¿Qué hago? ¿Se lo digo o no se lo digo? Estaba pensado algo del tipo: «Solo te escribo para decirte que tenemos gobierno. Que lo sepas, ¿vale? Pero no es un gobierno gobierno (emoticono santito) de esos con lo que hemos crecido. Es un gobierno de coalición. Pero no de PP, Ciudadanos y Vox (emoticono bandera de España), sino de todas las izquierdas. TODAS. Lo que viene siendo un '¡Que vienen los rojos! ¡Que vienen los rojos!' (ahí dudo si ponerle la caca con ojos o la bandera china). Por lo demás, espero que estés bien. ¿Qué tal las pirámides? ¿Has visto camellos? Jajaja. Pásalo bien. Nos vemos pronto». Y ya, emoticono flamenca, que no pega mucho, pero es que yo, siempre que puedo, me despido con una flamenca.

Es que creo que será muchísimo peor que de repente en el aeropuerto de El Cairo se encuentre con cobertura y se entere de este nuevo gobierno, como muy bien lo resume la revista Mongolia: «Coalición Filoetarracomunistaindependentistaizquierdistabolivarianochavistacubanoiraníplurinacionalsedicionistagolpista». Aunque como queda algo largo para hashtag, también podemos utilizar la denominación propuesta por el periodista Pedro Vallín: «Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas Hispánicas (URSSH)».

O imaginad que mi amiga va y se encuentra a Carlos Herrera, casi con lo puesto, en alguna escala rumbo a Somalia, donde prometió «pedir asilo si alguna vez gobernaba PSOE y Podemos» (Herrera, sé fuerte). O lee los mensajes de Alfonso Ussía que más que oxímoron, contienen poesía: «No se vota una investidura. Se vota un Golpe de Estado contra la democracia y la unidad de España». Ajá: «vota» y «golpe de estado» en una misma frase, así que no me digáis que a mí no me pega la sevillana.

Ya le contaré los detalles a mi amiga cuando vuelva, si es que decide volver. Le diré que la España que madruga intentó parar esta tropelía. Que nos advirtieron, vaya que nos advirtieron: de que volvíamos a 1936, de las cartillas de razonamiento, de Venezuela y Bolivia, y hasta de lo del papel higiénico. Pero aquí todos empanados con la última temporada de cualquier serie de Netflix o con lo que se pondría la Pedroche. No lo lograron: ni Casado, ni Abascal, ni Arrimadas, ni ninguno de los suyos. Ni la mismísima cúpula de la Conferencia Episcopal que hizo un llamamiento a que «en todas las iglesias se ore por España, que en todas las misas se ore por España, en los conventos de vida contemplativa se ore intensamente por España» por si, finalmente, prosperaba el pacto. Pero España, cada vez más roja, ¡digo más sorda! No oía. No oía.

Y así, las portadas de los periódicos fueron recogiendo, indefensas, la nueva realidad que se nos venía encima: «Izquierdazo» (La Opinión de Murcia); «El Gobierno del insomnio» (El Mundo); «Alarma en la economía», «Temor a que el pacto PSOE-Podemos endurezca el despido», «Un gobierno rehén» (Expansión); «Sánchez claudica», «De espaldas a la Constitución», «El PSOE liquida la socialdemocracia» (ABC); «Avalancha de consultas para llevar las fortunas a Portugal» (El Economista); «Investidura del abismo» (La Razón).

Y yo aquí sigo, como España, totalmente perdida, ¿qué hago? ¿Se lo digo o no se lo digo?

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