016, no debo olvidarme de este número. No voy a llamar, pero no debo olvidarme de él. Es una mano a la que agarrarme si un día todo esto me sobrepasa. Ya estoy con la tontería de siempre. Ya me están comiendo el coco en la tele. ¡No voy a llamar! No soy de esa clase de mujeres. Él tampoco es de esa clase de hombres.

¿Qué hora es? Tengo que darme prisa. Qué dolor de espalda. No estoy centrada. Parezco tonta. Y mamá venga a llamar: «Mamá, ahora no puedo entretenerme. Ya hablamos mañana. Estoy bien, claro que estoy bien. ¡Qué tontería! Un golpe se lo da cualquiera. Un resbalón, mamá, sólo un resbalón. No, no me mareé. La tensión la tengo bien. Mamá, por favor, mañana te llamo. Un beso. Yo también te quiero». ¿Y qué hago de cenar? ¡Madre mía, la hora que es!

Por favor, que no venga de mal humor. Por favor, por favor. Cómo tarda el agua en hervir. Por favor, que venga calmado. Qué dolor de espalda. ¿Qué hora es? Con suerte, no tiene hambre. Igual se entretiene y viene más tarde. ¿Hoy qué día es? Los martes va al gimnasio. Viene cansado y se acuesta pronto. ¿Hoy es martes? Qué va, si ayer era domingo. Hoy es lunes y él odia los lunes ¡Puto lunes! Qué dolor de espalda. Y este agua que no hierve. ¡Puto lunes!

Y mis amigas, ¿qué harán? Ya ni las llamo. ¿Para qué?, ¿para que vean cómo estoy? No. No me entenderían. No entenderían nada. Sus vidas son normales, sin problemas. ¡Qué saben ellas! No, no quiero que me vean así. Ellas tan felices, tan monas y yo... ¿Qué hora es ya? Estas patatas no van a estar listas. Siguen duras como piedras. Le diré que me he quedado dormida. No, no, no, no. Dormida no, creerá que me paso la tarde holgazaneando. Le digo que... ¿Qué le digo? Cómo voy a decirle que casi no puedo moverme, que me duele la espalda a morir. Parecerá que le echo en cara lo de ayer. No. No hay que remover. Hacía tiempo que no pasaba. Está cambiando, lo sé. Seguro que él hoy está hecho polvo. Lo pasa fatal cuando se le va la mano. Qué ojeras tengo. Qué mala cara. ¿Qué hora es?

Y mamá. Pobre. No entiende que nunca vaya a verla. Pobrecita. Pero cómo voy a ir. Si me viera. La haría sufrir y no quiero. Además sólo con verla me desarmaría, me pondría a llorar como una loca y no puedo. No puedo. Tengo que ser fuerte. Él no es malo. No es tan malo. Cuando todo se calme, cuando vea que está mas tranquilo, le diré que me voy. Que nos separamos. No le diré que hace tiempo que no puedo más. Que estoy hundida. Que ya no parezco yo. ¡Para! ¡No llores! ¡Ahora no es el momento! ¿Qué hora es? Madre mía, si está a punto de llegar y la cena sin hacer. Cómo me duele la espalda.

No va a aceptar que me vaya. Que se acabó. Me quiere. Me quiere mucho. Demasiado. No sé cómo se lo diré. Quizás sí que debería llamar a ese número. ¡Calla! Ahora no puedo pensar en nada. ¡No llores! No debe ver que he llorado. Le recordará lo de ayer y se pondrá fatal. Se enfadará. Por favor que venga calmado. ¡La puerta! ¡Ha tirado las llaves contra la pared! Tranquila, tranquila. ¡No llores!: «Sí, estoy aquí, en la cocina».