Cuando éramos niños quienes hoy peinamos canas o no tenemos ya nada que peinar, en los fondos de nuestros litorales había tantas nacras, enclotxes para nosotros, que sin necesidad de practicar la inmersión, nadando en la superficie, era casi imposible no verlas clavadas por su extremo cónico entre las algas y las arenas. No necesitábamos buscarlas, quedaban a la vista. Las había, particularmente, en la zona noroeste del antepuerto que iba desde el faro de es Botafoc al embarcadero de madera donde la barca de Benjamín dejaba a los bañistas que iban a la playa de Talamanca. También en el Salt de s'Ase, en ses Figueretes y en la playa de las Salinas. Algunas estaban a una profundidad a la que no éramos capaces de sumergirnos, pero como proliferaban entre los 3 y los 8 metros, podíamos bajar a pulmón para cogerlas sin grandes esfuerzos. Para nosotros, sobre todo cuando eran grandes, constituían un verdadero trofeo.

Recuerdo que algunas tiendas de Vila que vendían aparejos de caza y pesca las tenían como souvernirs para los turistas, casi siempre con el interior de las palas pintadas con alguna marina o paisaje de la isla. La verdad es que sin pintar ya eran de una gran belleza, nacaradas en su base cónica y de un rojo cobrizo en su parte superior, mucho más ancha. De aquellas inconscientes tropelías he conservado, por su tamaño, una nacra que mide 72 cm., pero que, lo confieso, ahora me incomoda tener. Y es que en estos momentos las nacras son ya una rareza. Nuestro afán depredador ha hecho a tal punto estragos que hoy escasean incluso las lapas, las caracolas, las estrellas de mar y los erizos. Arramblamos con todo lo que se nos pone por delante y así nos va. Y las nacras, conviene decirlo, pasan por un mal momento. Según nos advierte el Centro Oceanográfico de Baleares (COB) este bellísimo molusco bivalvo, endémico de nuestras aguas, está en vías de extinción por mor de un parásito que nos ha traído la contaminación y que ha fastidiado su ciclo de vida. Su mortandad ya supera el 90% de su población y existen dudas de que pueda recuperarse. Aquí y ahora sólo cabe lanzar un SOS por las nacras, una llamada a la civilidad. ¡Que nadie toque una nacra, ni un erizo, ni una esponja, ni una lapa!