Dicen que parimos tarde. Y que parimos poco. En estos momentos, ya hay más madres que lo han sido pasados los 40 que a los 25, la mitad de las mujeres de entre 30 y 39 años no hemos tenido niños y el 42% de las que sí, confiesan que los han tenido cinco años más tarde de lo que hubieran deseado. Llevo toda la semana leyendo noticias similares y en algunas de ellas he notado que se nos culpabilizaba a las mujeres del bajo índice de natalidad. Para empezar, hay muchas mujeres que, sencillamente, no quieren ser madres. Y no pasa nada. Eso sí, muchas se bañan en aceite cada mañana. Para que les resbalen los comentarios y preguntas con los que la sociedad intentará convencerlas de que están equivocadas. Hay muchas mujeres que sueñan con mecer a sus retoños pero miran a su alrededor, ven como está el panorama y se plantean si harán bien trayendo a alguien al mundo. Otras, sencillamente no pueden. Sus cuerpos, incluso pasando por las torturas de todos los procesos de fertilidad habidas y por haber, se lo niegan. Hay parejas a las que el alquiler les obliga a compartir un piso en el que no puede crecer un niño. Algunas no tienen pareja y no quieren afrontar la maternidad sin otro progenitor. Y otras no temen ser familia monoparental pero ven su nómina, su hipoteca, sus horarios, el coste de la guardería... Y entonces sí tienen miedo. Dicen que parimos tarde.