Si el expresidente balear Jaume Matas en lugar de haber sustraído millones de euros para su bolsillo y el del PP y crear una red de malhechores en el Govern que hacían lo propio hubiera escrito un rap poniendo a parir a cualquier miembro de la familia real hoy probablemente estaría unos años más entre rejas, o formando parte de la cada vez más nutrida comunidad española en Bruselas. Porque Matas no insultó a nadie verdaderamente relevante, solo nos robó un poco a cada ciudadano de las islas. Un poco de dinero y un mucho de confianza en la política y en las instituciones democráticas. La condena por el caso Over, la sexta que cae sobre las espaldas del expresidente, es un ejemplo más de esas contradicciones de la Justicia que hacen que muchos la miremos con los ojos achinados. Matas admite que robó y que financió ilegalmente a su partido para aportarle el músculo con el que ganó las elecciones de 2003 y, tras el acuerdo con la Fiscalía y la acusación del Govern, le caen dos años y medio de cárcel que se sustituyen por el pago de 18.000 euros, mucho menos de lo que puede quedar escondido por ahí en botes de Colacao. Y mientras, su subalterno José Juan Cardona sigue cumpliendo sus 16 años de condena. Le hubiera salido mucho más barato conducir borracho y matar a alguien.