La imagen de un taxista pirata saliendo del aeropuerto con un grupo de turistas recién captados y uno de ellos en el maletero del vehículo, aportada a este Diario por un taxista con licencia, es un resumen perfecto del grado de caos al que ha llegado este sector en Ibiza. Si es que el caos tiene grados. La guerra entre taxistas legales y piratas que lleva varios años librándose en la isla ha llegado a un punto insostenible. Una guerra en la que sí hay buenos y malos, entre los que explotan un negocio bajo una supervisión y pagando impuestos y los que se lo saltan todo a la torera y que se han organizado como una auténtica mafia en la que las amenazas están a la orden del día. Todas las medidas que se han intentado adoptar hasta ahora para atajar este problema han acabado en nada. Solo el dato de que en lo que va de temporada se hayan requisado más de 40 vehículos que ejercían como taxis ilegales y que no hayan cambiado las cosas da una muestra de su dimensión. Es evidente que ni las licencias de taxis ni el transporte público cubren las necesidades de movilidad de la isla, pero eso no se va a resolver con piratería. La mafia no es nunca la solución, es siempre el problema.