Si para algo ha servido el congreso de viviendas vacacionales celebrado en Ibiza estos días es para comprobar, si es que aún teníamos asomo de duda, que a dos de los grandes de este negocio, AirBnb y HomeAway, les importa una m..., digo un comino, algo que no sea su bolsillo. Sabíamos que convertir en un infierno la vida de quienes tienen la mala suerte de tener vecinos que alquilan sus pisos a turistas en verano les da igual. Sabíamos que se la trae al pairo facilitar que miles de personas sisen a la hacienda pública, es decir, a todos. Sabíamos que lo de complicar el mercado de la vivienda y condenar a centenares de personas con trabajo y sueldo a ser casi unos sintecho no les removería la conciencia ni aunque el propio Dickens volviera de su tumba para escribir una novela. Ahora, además, sabemos que la seguridad del entorno que nutre sus cuentas bancarias tampoco les preocupa lo más mínimo. Se niegan a que los inquilinos tengan que dar su nombre y DNI, como en los hoteles. Si yo fuera una terrorista, una asesina en serie, una camella, una cocinera de meta, una ladronzuela con afición por los rolex, una estafadora o la forajida más buscada al oeste del Pecos y viniera a la isla a hacer el verano lo tendría claro, AirBnb y HomeAway serían mi salvación. Me harían clienta VIP.