En 1891 el archiduque Luis Salvador de Austria decía que la iglesia de Sant Francesc de Paula es pobre. Así continúa hoy, como la más pobre de todas las ibicencas, a pesar o tal vez por estar enclavada en el espacio que mayor riqueza económica ha generado durante siglos en Ibiza. En palabras del siglo XVI en «lo saler de tot lo mon», o según el cronista Padre Cayetano en el 'Potosí de estas islas'.

Dado que el hombre no puede vivir sin la sal, fue una de las primeras mercancías de carácter global y generadora de grandes rutas comerciales. Una de las principales vías romanas llevaba el nombre de vía Salaria. En África los caminos de la sal cruzaban el desierto del Sahara. Controlar el monopolio de la sal fue siempre una cuestión de estado y para los británicos causa de la caída de su imperio colonial, que se inició con la Independencia de la India, en el momento en el que Gandhi movió a sus compatriotas para recuperar su derecho a recogerla directamente de las rocas del mar. En Ibiza los fenicios instalaron su primer poblado en sa Caleta, cerca de la sal y desde allí trabajaron y comerciaron con los metales. La sal era aceptada por todos como moneda universal, la palabra salario designaba una de las formas de pago a los soldados romanos. Con sal pagaba el gobierno local de la Universitat d'Eivissa sus deudas, subvenciones y oficios.

Insistimos en que, a pesar de estar bajo dominio directo o protección de la Universitat, de la Corona, de la Real Fábrica de las Salinas, del Obispado, de la Empresa de la Sal, del Gobierno central de España y del Govern autonómico Balear, Sant Francesc de Paula siempre ha sido la más pobre, la más humilde de todas las iglesias ibicencas y permanece fiel a sus inicios. Su conjunto no dispone de los elementos típicos de nuestras iglesias, carece de porches, capillas, ábside y no forma una unidad autónoma sino que está integrada en otras edificaciones civiles. Incluso carece de cementerio ya que tuvo que abandonarse por la alta salinidad de las tierras circundantes que momifica los cadáveres. Durante mucho tiempo tampoco poseyó sagrario e incluso compartía sus ornamentos litúrgicos, su cáliz, con su vecina y hermana capilla de la Revista. Ahora, el edificio viste un monacal y desenfadado desaliño ya que las humedades se filtran imparablemente por sus paredes.

Si alguna iglesia debe recibir el adjetivo de salinera es sin duda la de Sant Francesc de Paula. Rodeada por canales y estanques, construida por y para ses Salines, su función original fue atender a las necesidades de sus trabajadores, los cuales no podían abandonar la cosecha de la sal mientras esta durara. Por este motivo desde época inmemorial se celebraba al aire libre el antiguo oficio religioso llamado missa dels traients, es decir de los sacaban, más tarde mal traducido de los que portaban la sal. Situada a los pies de los estanques de poniente o de la Regió Grossa, conjunto que antiguamente recibia el nombre de l'Estany que da su nombre también al pueblo de sant Francesc. Este era y es el núcleo del que se extraía la mayor parte de la producción salinera y dónde se cosechaba el tipo de sal más cara, la rossa.

La iglesia estaba pensada para reunir a todos los que trabajaban en la zona de Ponent, podemos estar hablando de 500 personas durante la extracción, lo que la hace evidentemente pequeña; incluso con el apoyo de la Capilla de La Revista que daba cobertura a la zona de Llevant. Desconocemos el lugar exacto de celebración de la missa dels traiens, pero sabemos que estos pernoctaban en barracas estacionales construidas con mampostería de piedra seca y cubiertas de ramas. Se ubicaban en la ladera de las montañas cerca de la llamada Casa de la Bandera o Casa de l'Estany. La bandera fue antiguamente un estandarte portado en comitiva desde la ciudad y representaba el signo del comienzo de la recolección. Se había seguido un protocolo minucioso para dividir en suertes iguales el terreno de los estanques, asignadas a cada cabeza de familia o patrón según sus miembros u obreros, a veces cautivos. Esas porciones se mesuraban con un asta de madera que delimitaba claramente cada parcela individual. La bandera marcaba los ritmos diarios de trabajo y constituía el elemento visual de avisos, a modo de una sirena visible. Esta Casa de la Bandera se utilizó no sólo como punto de reunión, si no también como almacenes de aperos, habitaciones de refugio y ya entrado el siglo XVIII como casa del administrador real de las Salinas y de otros empleados.

Sabemos que en julio de 1704 la Universitat financiaba los trabajos de construcción para acabar la capilla en la Casa del Estany. El sistema constructivo usado en Sant Francesc es un tanto extraño para esa época ya que adopta una forma de arcos apuntados sin bóveda. Se ha argumentado que podría ser más antiguo, por ser el típico de los edificios protogóticos que utilizaban un techo de madera. Poco más se puede decir, porque de existir un edificio anterior habría sido destruido con total seguridad en los múltiples desembarcos turcos. Hoy día el techo es a dos aguas con vigas transversales a los dos arcos de la nave, con una apariencia de reestructuración neogótica.

Hacía 1771 se habría reformado el templo colocando un escudo real con la corona de Castilla y León en la fachada, ya que como es sabido a causa de la guerra de Sucesión se expropiaron las Salinas y Felipe V las incorporó a su patrimonio alegando un protestado «derecho de conquista».

Bajo ese dominio real hubo promesas de la Corona para sufragar los gastos de ampliación de la iglesia, incluso de una nueva edificación, pero nunca llegaron a materializarse. El templo ha permanecido básicamente en su estado original, incluso después de 1785 cuando fue convertido en parroquia y a pesar de las muchas insistencias y peticiones de los obispos ibicencos para conseguir financiación o mejorar su estado. Con la construcción y ampliación del aeropuerto, su territorio se ha visto fragmentado y disminuido en población, siendo la única parroquia que permanece agregada y hermanada a su vecina, Sant Jordi. Toda esta simplicidad parece estar en consonancia con su advocación. San Francisco de Paula era un monje de la Calabria, una de las regiones más pobres, poco conocidas y bonitas de Italia, que se ubica en la punta de su bota. Dicen que el hábito no hace al monje, pero, en el caso del santo fue una promesa de su madre la que lo transformó. En su niñez cayó gravemente enfermo ante lo cual la madre prometió vestirlo durante un año entero con el hábito marrón de los franciscanos. Siendo ya adolescente cumplió el compromiso, y desde entonces no abandonó la idea de tomar sus votos, después de los cuales se retiró en solitario a la montaña en una cueva cerca del mar. Es curioso que a corta distancia de nuestra iglesia se encuentre la cueva que sirvió de refugio al poeta Rafael Alberti y a su mujer María Teresa León durante los primeros días de la guerra civil.

? Pronto otros monjes conocedores del retiro del santo decidieron acompañarlo, pero se les impuso la condición de máxima austeridad: se les ordenó una cuaresma perpetua, quedaban obligados a no probar la carne y a comer frugalmente. Serían, además los más pobres entre los franciscanos motivo por el cual esta nueva orden de san Francisco se llamará de los Mínimos, es decir, la orden de los 'pequeños'. Hoy en día hay 176 frailes Mínimos en todo el mundo y buscan una vía intermedia entre la contemplación y la acción. En 1728 un pequeño grupo de la Tercera Orden de san Francisco visitó Ibiza y quisieron instalarse sin éxito, cerca de las cuevas del Puig des Molins, en un lugar vecino al patíbulo público de la ciudad, conocido en ese momento con el nombre de les Forques o el Calvari (de ubicación distinta al actual topónimo). Curiosamente también fue ese el sitio escogido por María Teresa León y su pareja Alberti al alquilar la casa de Can Secorrat en el verano del 1936.

Se cuenta que queriendo trasladarse san Francisco de Paula con sus compañeros a Sicilia, no fueron aceptados por el barquero Pietro Coloso. A pesar de esto, el santo obró un milagro para conseguir cruzar sanos y salvos el peligroso estrecho de Mesina. Desde entonces los barqueros lo adoptaron como patrón. Creo que la cercanía de nuestra capilla con el embarcadero de La Xanga podría estar relacionada con la advocación, ya que la sal se cargaba en barcas desde el llamado Carregador de la Sal Rossa, hasta las naves del puerto de Ibiza, donde por supuesto tendríamos también a los protectores náuticos de san Telmo y El Salvador. Además debió de pesar la fuerte presencia de comerciantes y navegantes italianos relacionados con dicho comercio y por supuesto la influencia de la corona ya que el mismo Carlos III del que se colocó su escudo en la fachada, fue primero rey de Nápoles y Sicilia y varios de sus nietos llevaron el nombre de Francisco de Paula.

En los últimos años una romería salinera se ha incorporado a las fiestas de la parroquia. Viene desde otro espacio lacustre que da culto a la Blanca Paloma del Rocío de Almonte, uniendo cantos y aves. En este ambiente marinero y salinero, el azul es el color que ha impregnado las construcciones de ses Salines. En mitad de este azul hay un silencio de sal que lo impregna todo. Sólo la noche tiembla con las siluetas recortadas por el canto de los flamencos.