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Día Internacional de la Mujer

Pilar Garzón, Premi 8 de Març de les Dones Progressistes de Ibiza y Formentera: «Hace 40 años las mujeres que luchábamos por la igualdad nos jugábamos el futuro»

La artista aragonesa, afincada en la isla desde hace décadas, recibe este viernes en el Club Diario el Premi 8 de Març que concede la Associació de Dones Progressistes d’Eivissa i Formentera

Pilar Garzón, ayer, en el Portal de ses Taules, en la Marina, el barrio en el que vive y uno de los escenarios en los que actúa. | VICENT MARÍ

A Pilar Garzón no le gusta mucho hablar de su vida, prefiere conversar de música, su gran pasión. Lo advierte nada más comenzar la entrevista, a la que acude con el pelo recogido en una trenza y los labios pintados de rojo vivo. «Es mi uniforme para cantar», comenta la artista, que en un par de horas ofrecerá un concierto en el mismo lugar donde se ha citado con Diario de Ibiza, la Marina. Es el barrio donde reside y donde actúa con frecuencia acompañada por el guitarrista Manolo Díaz y la percusionista Amparo Muñoz Navarro Morena.

También cantará el próximo viernes, 24 de marzo, en el Club Diario, durante el acto programado a las 19 horas por la Associació de Dones Progressistes d'Eivissa i Formentera para entregarle el Premi 8 de Març. Reconoce Garzón que su primera reacción al saber que le concedían el galardón fue de sorpresa, porque, dice, no está acostumbrada a reconocimientos. El único homenaje que recuerda haber recibido hasta ahora, en este caso junto a otros pioneros de la canción de autor aragonesa, fue en 2019, cuando la editorial Prames y la DGA publicaron un libro-disco con las grabaciones originales del Primer Encuentro de la Música Popular en Aragón, que tuvo lugar el 13 de noviembre de 1973 en el Teatro Principal de Zaragoza. En aquel concierto actuaron José Antonio Labordeta, La Bullonera, Renaxer, Tierra Húmeda, Joaquín Carbonell, Tomás Bosque y ella misma.

Pilar Garzón, Morena y Manolo Díaz, en una actuación en la Marina. | ARCHIVO PERSONAL DE P.G.

Con una sonrisa traviesa la cantante oscense relata que, «para burlar la censura», fue la peña del Cachirulo, un grupo de joteros de Zaragoza, la que se encargó de pedir los permisos para hacer el concierto, que no llegaron hasta un par de horas antes de que comenzara el festival.

La idea de hacer este encuentro partió del locutor de radio José Juan Chicón, que lo organizó junto a la asociación El Cachirulo y Pilar Garzón. Ella por entonces cantaba en fabla, la lengua aragonesa. «Era una forma de reivindicar que en España hay muchas culturas, no sólo una», explica la artista, que ponía voz y música a las letras que le componía el poeta Ánchel Conte.

Garzón fue la primera persona en cantar en fabla y lo hizo en plena dictadura franquista. No solo eso, en aquellos tiempos, en la canción aragonesa era la única mujer. «La música ha sido siempre un mundo de hombres y ese fue uno de los motivos por los que decidí despegarme de la canción aragonesa», apunta la artista, que compartió en varias ocasiones escenario con Labordeta. Si para éste el mensaje estaba por encima de la música, para Garzón los dos elementos tenían la misma importancia, un criterio que ha mantenido hasta ahora.

La artista aragonesa, nacida en 1947 en Boltaña y criada en Aínsa (provincia de Huesca) habla también de lo difícil que lo tenían en aquello tiempos las mujeres para empoderarse y decidir sobre su propio destino. «Hace 40 años si luchabas por la igualdad te jugabas el futuro», asegura. Ella, «sin ser consciente de ello», lo hizo. Tuvo «la suerte», dice, de criarse con unos padres con «una mentalidad muy abierta». El amor por la música lo heredó de ellos, aunque ninguno se dedicaba profesionalmente a este oficio.

Los inicios en la música

Su padre le compró su primera guitarra a los trece años como regalo por haber aprobado la reválida del bachillerato elemental.

Su primer concierto lo dio con apenas 17 años. A ella entonces, reconoce, le hubiera gustado dedicarse a la música de lleno, pero sus progenitores querían que estudiara una carrera. Hizo la de Biología, primero en Zaragoza y luego en Salamanca, mientras seguía cantando. También en aquella época empezó a componer, faceta que abandonó ya hace tiempo para evitar repetirse.

Al acabar sus estudios de Biología se dedicó la enseñanza algo más de un año, hasta que le «invitaron» a dejarlo. Entonces puso tierra de por medio y se fue unos meses a vivir a Nueva York. Garzón también estudió dos años de Periodismo en Madrid.

Pilar Garzón, en 1968, junto al escritor Ánchel Conte. Vicent Mari / Archivo personal de P.G.

La cantante oscense ha vivido en muchos sitios hasta asentarse en Ibiza, donde lleva residiendo desde hace décadas. A la isla empezó a venir de vacaciones cuando estaba estudiando en la universidad, a principios de la década de los 70. Poco a poco sus estancias se fueron alargando hasta que en los 80 decidió establecerse en ella. «Ibiza en aquellos tiempos era tremendamente singular, un punto y aparte, una especie de oasis. Hasta entonces no había conocido ningún sitio en Europa con tanto colorido, el que trajeron los hippies, y con tanta libertad», asegura Garzón, que siempre ha admirado «la tolerancia de la sociedad ibicenca» de aquella época.

En aquellos años la artista vivía de vender sus muñecas payesas de trapo en mercadillos como el de es Canar. La música la tuvo aparcada «durante ocho o diez años», luego la retomó ya sin componer y cantando un poco de todo. Cuenta que siempre ha apostado por los temas latinos y españoles. «Para interpretar tengo que saber lo que digo y que me guste», explica la cantante aragonesa, que siempre ha tenido debilidad por artistas como Lluís Llach, Mercedes Sosa, Chavela Vargas o Joaquín Sabina.

Durante un tiempo compaginó artesanía, música y clases privadas de materias como matemáticas y química.

Escolarización en sa Penya

Pilar Garzón es conocida por el gran público por su vertiente musical, pero no tanto por su faceta social y educativa, que también ha tenido su peso.

Fue gracias a su labor y a la de personas como Margarita Riera, colaboradora de Cáritas, que se consiguió en algo menos de dos años «escolarizar a los niños de sa Penya», a través de «una escuela puente que se abrió en la plaza de Santa Lucía». «Eso fue hace unos 35 años. Me puse en contacto con el equipo de gobierno que había entonces en el Ayuntamiento de Ibiza para explicarle que los niños de ese barrio no iban a la escuela y que había que hacer algo para cambiar la situación. No era una cuestión de caridad sino de justicia», afirma.

La administración municipal respondió a esta petición y decidió pagar el alquiler de un centro en el que Garzón y otra compañera ejercieron de profesoras. La artista oscense también se formó como educadora de calle. Algunos de aquellos niños de sa Penya se quedaron a vivir en casa de Garzón. «Éramos familia numerosa», cuenta antes de explicar que Morena, la joven que le acompaña en sus conciertos tocando el cajón, «es miembro de la segunda generación de esa familia».

Actuación de Pilar Garzón con Manolo Díaz en el Ítaka. | ARCHIVO PERSONAL DE P.G.

Ítaka, un sueño cumplido

El 29 de junio del 2000 Pilar Garzón, con el apoyo de Toni Suñer, abrió el bar musical Ítaka en el barrio de es Pratet. Lo bautizó así en honor al poema del mismo nombre del poeta griego Kavafis. En aquellos tiempos, asegura, ella debía de ser de las pocas mujeres o la única que llevaba un local nocturno en Ibiza.

Crear un café concierto era un sueño que había tenido desde siempre. «Espacios así son una especie de escuela donde los artistas aprenden el arte de actuar en directo y convencer al público. Los grandes músicos han salido de locales pequeños», señala.

El emblemático establecimiento, que cerró en 2016, «era un café concierto al estilo antiguo en el que los músicos tenían a su disposición todos los instrumentos necesarios, como piano, batería o guitarras».

Ítaka «no estaba especializada en ningún género musical», porque para Garzón cualquier música es válida «siempre que toque la fibra».

La artista aragonesa abrió las puertas de este local a todo tipo de músicos. En este bar musical empezaron , entre otros, el cantante Joaquín Garli y raperos como Aarón del Valle.

El viaje de Pilar Garzón al frente del bar Ítaka concluyó en noviembre de 2016. La artista decidió bajar la persiana. «Quería descansar, además, la noche había cambiado mucho», relata.

La cantante no echa de menos aquella etapa. «Cuando una cosa se acaba, se acaba. Es mi manera de ser, no miro atrás», dice con aplomo. Lo único que no se plantea dejar, mientras conserve la voz, es la música, que le ha acompañado siempre . «Vivo con ella no para ella», aclara Garzón, que después de cerrar Ítaka ha seguido cantando en la calle, como hacía antaño, en sus tiempos de juventud, por ejemplo, en la plaza Mayor de Madrid a mediados de la década de los 70.

Ahora ofrece conciertos cuando le apetece. Prefiere eso a quedarse en casa. Actuar en la calle, dice, le permite «estar en contacto con la gente» y practicar lo que más le gusta, que es «cantar y ser libre».

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