El «viaje» de Pilar Garzón al frente del bar Ítaka, situado en la calle Carlos III de Vila, llegará a su destino este domingo, sobre las 6.30 horas de la mañana. Después de que los músicos improvisen una última canción y de que la clientela beba un último trago, se encenderán las luces. Sin embargo, después de 16 años de música en directo, este mítico café concierto de Ibiza no volverá a encenderlas y cerrará sus puertas para siempre. Todos los viajes tienen un destino y el del Ítaka ya ha llegado a su fin. Garzón deja claro el motivo: «Ya tengo 69 años. Esta etapa ya ha terminado para mí», afirma la cantante y alma del Ítaka, mientras se prepara para la despedida.

Aunque ella haya sido la cara visible de este bar, Garzón afirma que Ítaka no hubiera sido posible sin Toni Suñer, su fiel compañero, socio y mano derecha. Él siempre ha querido mantenerse en un segundo plano. «Te dejo estos papeles y me voy. El proyecto es tuyo», le dice Suñer, con una sonrisa, cuando el fotógrafo se dispone a disparar su cámara. Garzón se sienta en un taburete, delante de los instrumentos. «Aquí tenemos guitarras, piano, un cajón? Es como los bares antiguos, está preparado para tocar. No es necesario que los músicos carguen con sus instrumentos. Aquí tienen de todo. Si traen los suyos es porque quieren», puntualiza la responsable de este café concierto antes de posar para la instantánea.

El origen

Aunque son las cuatro de la tarde, en este local de es Pratet reina la oscuridad. Apenas entra un rayo de sol. Sobra la luz en este paraíso musical que ha reunido a soñadores durante las noches de los últimos 16 años. En una pared se recuerda a los asistentes que la aventura que emprendió Garzón, con el apoyo esencial de Suñer, comenzó el 29 de junio del 2000. Ella sonríe de nuevo al escuchar los versos del poeta griego Kavafis que dieron nombre a este bar: «Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de experiencias».

Las instantáneas que tapan las paredes del café concierto muestran la actividad nocturna de este espacio en el que se han curtido músicos de la isla. Por su escenario han pasado todos los artistas que han querido compartir su música y comunicarse «de verdad» con el público.

De hecho, Garzón siempre ha reivindicado la función del Ítaka como espacio para los artistas y ha criticado la escasez de bares musicales en la isla. Para ella, no basta con tocar una vez al año en las fiestas patronales de un pueblo. «El cantante necesita el contacto con la gente y actuar aquí servía para curtirse», justifica la responsable de este bar de es Pratet.

La cercanía del público impone a los principiantes, pero seduce a los más veteranos. El aliento de los clientes puede conseguir que el músico se venga arriba y eclosione su talento o que le empuje hacia el desastre. Sin embargo, es un desafío al que todos deben enfrentarse y el cantante que salga airoso habrá demostrado que está preparado para «comunicarse», verbo que Garzón usa como sinónimo de cantar, ya sea frente a 10 personas o frente a miles.

Los músicos

Ejemplo de ello es Joaquín Garli, cantante y exconcursante del programa La Voz. Según rememora Garzón, Garli es uno de los múltiples intérpretes que hicieron sus pinitos en Ítaka. Además, cuenta como anécdota que fue su madre la que pasó por el local para pedirle si Garli podía cantar allí. «Y mira hasta dónde ha llegado», expresa con orgullo.

También recuerda con cariño a los raperos Aaron del Valle y Toni Pla. «¡Mira qué jovencitos aparecen en estas fotos!», muestra Garzón, que ha recopilado en una caja centenares de fotos que reconstruyen el pasado de Ítaka.

De las letras transgresoras y críticas con la sociedad de los raperos ibicencos, Garzón pasa a la improvisación del jazz de la Eivissa Big Band. Muchos de sus componentes, como el trompetista Pere Navarro, también han tocado en el Ítaka y la magia de este espacio también ha hechizado a músicos del Eivissa Jazz Festival. «Músicos como El Cigala o el pianista Abe Rábade venían a tocar aquí tras los conciertos de Dalt Vila y se quedaban hasta las tantas», contó la artista. No es de extrañar que los amantes de este género se evadieran en el Ítaka, deseosos de prolongar las sensaciones surgidas en el festival de Jazz.

«Aquí siempre se les ha brindado una oportunidad a los músicos», presume Garzón. No obstante, el cierre de este local deja huérfanos a los artistas emergentes y a sus clientes más fieles. Entre ellos, no se encuentra ningún político y la razón puede deberse al cartel que hay colgado en una de las paredes que están detrás de la barra en el que se puede leer que se reserva el derecho de admisión y que no se permite la entrada a políticos. «Aquí no entran muchos, prefieren ir al Ushuaïa», ironiza Garzón. Su sentido del humor también se aprecia en las viñetas de El Roto y de Forges. Estos recortes de periódico forman parte de la esencia de este bar. «Mucha gente me ha dicho que cuando entran aquí notan una especie de magnetismo», cuenta el alma de Ítaka.

Un trozo de Malasaña

Además, la atmósfera de este bar musical se asemeja a la de los locales de Malasaña, en Madrid. No es una casualidad, ya que cuando comenzó la vida nocturna de este barrio ella vivía en la capital y, de forma involuntaria, aquella etapa ha permanecido de forma disimulada en este rincón de Ibiza.

A pesar de las vicisitudes de Garzón en este local, no siente pena por finalizar este viaje ni por despertar de este sueño. Aunque se acerca la despedida, en sus palabras no se aprecia una pizca de nostalgia o, si la hay, la disimula muy bien. Esta mujer es de esas personas que saben cerrar etapas, pasar página y mirar al frente para emprender un nuevo camino. Cuando le preguntan si le da pena dejar Ítaka, apenas se inmuta. Mira fijamente a los ojos de su interlocutora, como si le extrañase la pregunta, antes de responder. «No, no me da pena. Era una decisión que ya está tomada y ha sido rápida. Yo ya he concluido esta etapa», asegura la cantautora, nacida en Aragón, pero afincada en Ibiza desde hace años.

No obstante, cuando le plantean si le hubiera gustado que alguien cogiese el relevo para continuar este viaje musical, reconoce que sí, que le hubiera gustado, «pero no ha sido posible». Sin darse cuenta, y sin quererlo, Garzón no ha expresado pena, pero sí melancolía. «Mucha gente me ha pedido que no cierre el bar, por eso al principio no quería decirlo», confiesa la responsable del Ítaka, que agrega que decidió hacerlo este mes «porque pensaba que no se enteraría casi nadie». Como una madre que quiere que sus hijos sean independientes y continúen su propio camino, Garzón insiste en que los músicos, y también los clientes, deben buscar una alternativa a este bar de es Pratet.

En su opinión, los bares que ofrecen música en directo son limitados. Además, considera el suyo como un rara avis, ya que son pocos los que apuestan por la música española. «Por suerte, el flamenco se está haciendo un hueco, pero la mayoría de bares y ahora también los grupos apuestan por lo anglosajón porque la música de aquí se considera de segunda», critica Garzón, que añade que se trata de un «problema cultural».

En cuanto a la preparación de la última noche, la responsable de este café concierto no quiere desvelar detalles. «Lo bueno de este bar es que nunca sabes lo que puede pasar», advierte Garzón. La única manera de averiguarlo es cruzando la puerta que separa el mundo real del onírico de Ítaka. «Ya tengo músicos confirmados, pero no hay nada preparado. Sólo sé que la música sonará hasta las 6.30 horas del domingo», señala la responsable del local.

Las últimas horas

Ese mismo día por la mañana, Suñer y ella meterán en cajas todas las fotos y objetos del Ítaka y una empresa recogerá todo el material para dejar el local vacío.

Sin embargo, aunque quiten las instantáneas de las paredes, estos muros serán siempre testigos de la creatividad y de la música de los que han pasado por Ítaka y sus huellas permanecerán allí para siempre.