Pedro Sánchez defiende la gestión del Gobierno, y en concreto de su ya exministra de Exteriores, Arancha González Laya, en la crisis con Marruecos que estalló la pasada primavera. El Ejecutivo "hizo lo que debía", "y como debía", a la hora de acoger en España, por razones "humanitarias" al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, enfermo de covid.

El presidente se halla entre dos fuegos ahora mismo. De un lado, la reconducción de las relaciones con Rabat, que necesita y que avanza de manera inequívoca. De otro, la defensa de la entrada del responsable saharaui, el 18 de abril, que se halla bajo la lupa judicial. Laya, de hecho, está imputada porque Gali pudo poner un pie en España sin necesidad de someterse a un control de pasaportes. Fue el que era director de Gabinete de la ya exministra, Camilo Villarino, quien declaró ante el juez que ella le pidió "máxima discreción" porque la divulgación del viaje podría causar un "perjuicio" a las relaciones internacionales. Además, ha sido citada como testigo la que era jefa de Gabinete de la vicepresidenta Carmen Calvo, Isabel Valldecabres.

Sánchez, preguntado en Nueva York durante una rueda de prensa en la residencia del embajador español ante la ONU, evidenció la disyuntiva en la que se encuentra el Gobierno. Remarcó que hubo una "petición humanitaria" por parte de Argelia, "para salvar la vida a una persona que estaba a punto de morir". "El Gobierno hizo lo que debía, dar una respuesta humanitaria, y lo hizo como debía. Es decir, conforme a la ley", esgrimió, añadiendo que “ya se verá” en qué queda la imputación de Laya y la posibilidad de que Ghali hubiera entrado ilegalmente a España antes de ser ingresado en el hospital San Pedro de Logroño para ser tratado del covid, afección de la que se recuperó, por lo que pudo regresar a Argelia después de comparecer ante el juez y este le dejase libre de cargos. En julio, Sánchez acometió su remodelación de Gobierno, en la que apeó a Laya del ministerio. Ella se había convertido en un obstáculo insalvable para la reconexión con Rabat.

Y es que la otra cara de la moneda es precisamente el restablecimiento de los lazos con Marruecos. Ayer martes, el nuevo ministro de Exteriores, José Manuel Albares, conversó telefónicamente con su homólogo alauí, Nasser Burita, y ambos se emplazaron a verse en persona. El siguiente paso, pues, es el despacho de los dos ministros y la recuperación de la Reunión de Alto Nivel (RAN) en Rabat, que fue suspendida en diciembre pasado, cuando aumentaba ya la tensión entre los dos países. No hay fecha para ambas citas. Sánchez recordó que ahora mismo Marruecos está en proceso de formación de gobierno tras sus elecciones legislativas, pero que lo que sucedió este verano ofrece una “gran oportunidad” para retomar las relaciones. El presidente aludía implícitamente al discurso del rey Mohamed VI del 20 de agosto, cuando proclamó la apertura de una etapa “inédita” en la interlocución con Madrid. Ese fue, para el Gobierno, el punto de inflexión. De modo que ahora es la ocasión para construir la relación bilateral de manera “más sólida” y con “nuevos fundamentos”. “Estamos a la espera de poder celebrar esa importante reunión”, la RAN, añadió.

Antes de su comparecencia ante los medios, el líder socialista mantuvo un encuentro, allí mismo, en la residencia del embajador español ante la ONU, con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que este había demandado. Ambos abordaron la severa crisis abierta entre Francia y Estados Unidos a cuenta de la alianza militar Aukus, el acuerdo de defensa de la Administración de Joe Biden con Australia y el Reino Unido que ha frustrado el contrato de París con Canberra de venta de submarinos. Sánchez manifestó a Stoltenberg la "disposición" de España para "contribuir" a que se restablezca la confianza entre EEUU y Francia, dos "aliados históricos". Recordó asimismo que ya en la cumbre euromediterránea del pasado viernes en Atenas ya trasladó al presidente galo, Emmanuel Macron, la "solidaridad" de España ante la ruptura de un "importante contrato".

Sánchez y el líder de la OTAN también conversaron sobre la próxima cumbre de la Alianza Atlántica, que acogerá Madrid en 2022. Para abordar los preparativos, ambos volverán a encontrarse en octubre en España. Para el Gobierno, se trata de una cita clave, pues se revisará el concepto estratégico de la organización y la iniciativa OTAN 2030. Dos documentos que constituyen la "hoja de ruta para la cumbre" del próximo año, que el Ejecutivo espera que sea "un éxito".

Sánchez regresa a España al concluir su discurso ante la Asamblea General de la ONU (20.30 en Nueva York, 2.30 de la madrugada del jueves en España) y después volará de vuelta a La Palma. La erupción del volcán ha obligado al presidente a reducir de forma “drástica” su agenda en Nueva York. De cuatro jornadas a una sola. Él apuntó que se intentará recolocar parte de la agenda perdida en “próximos viajes” a EEUU, y espera sea “pronto”. Cuando el Gobierno trasladó la cancelación de eventos con inversores, entrevistas bilaterales o entrevistas con medios de comunicación, “todos” entendieron que había un argumento de peso para hacerlo. Aún sigue pendiente de fijar su reunión presencial con Biden. Sánchez alegó que este era un viaje con motivo de la Asamblea de la ONU, no a EEUU, por mucho que este sea el país anfitrión de la cita mundial.