Entrevista | Ben Clark Poeta

El escritor de Ibiza Ben Clark: «La función del poeta es hacer un registro emocional de su tiempo»

El autor lanza ‘Demonios’, un poemario en el que ha invertido cinco años y en el que con una mirada «sosegada», no exenta de ironía, reflexiona sobre los grandes temas, la fugacidad de la vida, la muerte, el amor y la propia escritura

El poeta ibicenco Ben Clark, ayer, en la librería Letras Corsarias, en Salamanca.

El poeta ibicenco Ben Clark, ayer, en la librería Letras Corsarias, en Salamanca. / Mariano F. Acosta

Maite Alvite

Maite Alvite

La gestación de ‘Demonios’ (Sloper) ha sido laboriosa y larga, cinco años, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Ben Clark (Ibiza, 1984) está satisfecho con el resultado y confía en llegar al lector con este poemario, que «va desde lo cotidiano a lo universal», como de costumbre, pero con un enfoque nuevo, más «sosegado» y melancólico, lejos ya del que tenía aquel veinteañero con hambre de futuro de ‘Los hijos de los hijos de la ira’ (Premio Hiperión 2006). La mirada del poeta ibicenco,Premio Loewe de Poesía en 2017, se dirige hacia las personas que ya no están, hacia el tiempo y hacia dentro, persiguiendo aquellas vocecillas interiores, esos demonios, que llevamos dentro y que nos ayudan a entendernos mejor. El poema introductorio da las claves de esta obra, que se lanzó ayer y en la que también se cuela la pandemia, las redes sociales y la inteligencia artificial.

¿Qué demonios son esos que le habitan y a los que se enfrenta en este nuevo poemario?

Los demonios de los que hablo no necesariamente implican algo negativo, sino que son como los espíritus o la criaturas que nos habitan. Tienen que ver, primero, con los fantasmas, las personas que ya sólo están en el recuerdo, pero también con una mirada hacia el yo adolescente y a la misma infancia. Por ejemplo, hay un poeta cuyo título es muy revelador, ‘Retrato del poeta adolescente’, donde se habla de lo que significa no formar parte de la pandilla. Es una mirada hacia la soledad y ese primer acercamiento a la poesía. También me gusta especialmente ‘Pastillas de freno’, que habla de la infancia y de cómo actos de la niñez como puede ser, en este caso, ir en bici por el campo, se convierten en una reflexión trascendental, la de me voy a dar una leche en la vida o no me la voy a pegar.

Tengo la impresión de que la muerte está muy presente en este poemario.

Sí. Creo que tiene que ver, sin duda, con parte de esta experiencia pandémica que hemos vivido, aunque no quise que fuese central en el libro, y con el hecho de que este periodo ha coincidido con un momento de la vida en el que uno empieza a tener amigos y amigas que van muriendo por distintos motivos. En ese sentido hay un abandono de la idea de la muerte como concepto, como figura literaria, para convertirse en una realidad. Hay poemas dedicados a Manel Marí, a mi editora de Espasa, Belén Bermejo, y a otras voces que siguen ahí, aunque formen parte del pasado.

Los recuerdos familiares también tienen un peso importante. Me vienen a la cabeza tres poemas dedicados a su padre y a su abuelo, ‘Hipiquienne’, ‘Padre busca su casa en Google’ y ‘Las vías’.

Son poemas que parten de una anécdota real, pero que tienen una lectura simbólica. En ‘Las vías’, por ejemplo, esa moneda que aplasta el tren evoca a las de Caronte y ese paso hacia la muerte. ‘Padre busca su casa en Google’ es una manera de recuperar un recuerdo de la infancia a través de la tecnología y es también, de alguna manera, un relato de los cambios en el paisaje que también son cambios en la mente. Para mí estos son algunos de los textos centrales del libro porque tienen que ver con los ‘Demonios’ del título, con la mitología propia.

El tren y las vías son imágenes que van apareciendo en esta obra y que nos transportan hasta ‘El Tremor’, un poema documental que ocupa por completo la cuarta parte del libro sobre la mayor catástrofe ferroviaria de la historia de España. ¿Por qué decidió dar voz a esta tragedia a través de sus versos?

Me empecé a interesar por este tema cuando se cumplieron 75 años del accidente. A partir de ahí pensé en la posibilidad de incorporar en un poema relativamente largo elementos que no son ficción arrancando el contenido poético de la información que hay en prensa y en documentales. Creo que es una manera más de denunciar el silencio que muchas veces diferentes regímenes imponen sobre hechos que no les interesan. Este poema habla de la censura franquista hace 75 años, pero es la misma que podemos encontrar ahora, por ejemplo, por parte de los gobiernos de Siria y Turquía en referencia al número de muertos que se han producido en los terremotos. Silenciar a los muertos creo que es el mayor pecado, porque supone silenciar a los que nunca tendrán posibilidad de contestar. Como hay bastante trabajo documental sobre el hecho y hace poco ha salido un libro, pensé que un poema era ofrecer otro espacio más, que quizás no se había explorado, para que estas voces vuelvan y reivindiquen su historia, un accidente ferroviario de los más trágicos no sólo de España sino del mundo que, en sus tiempos, fue silenciado por completo.

En ‘Las marcas del cantero’ escribe «De mis propios poemas me interesa la sombra que a veces aparece debajo de los versos», ¿qué hay en esa sombra?

Esa sombra es una referencia, entre otras cosas, a las horas que uno pasa corrigiendo y revisando en la pantalla y también tiene que ver con lo que no está en los versos, con lo que hay detrás. Es una invitación a leer más allá de lo que hay escrito y a buscar los mensajes, porque estos poemas están hechos para decir mucho más de lo que parece que dicen en un principio.

«La función del poeta es hacer un registro emocional de su tiempo»

La portada del libro, en la que aparece Ben Clark de pequeño. / Sloper

En ‘No sirves para nada’ hace un repaso con ironía por la historia de la poesía. ¿Cuál diría que es el papel del poeta en estos tiempos de Instagram, Twitter y ChatGPT?

Yo creo que la única función práctica que tenemos es la de hacer un registro emocional, a través de la palabra, del tiempo que estamos viviendo, en lo social, en lo político, pero, sobre todo, en lo íntimo. Hay una frase que siempre digo en mis talleres del poeta norteamericano Billy Collins, que dice que la poesía cuenta la historia del corazón humano.

Menciona ChatGPT en sus versos. No sé si se habrá dado de alta para comprobar qué tal se le da a este sistema de inteligencia artificial hacer poesía...

Me he dado de alta, pero no lo he vuelto a utilizar. Si realmente es como parece que va a ser desde luego habrá un gran cambio en el mundo del copywriting. Todavía no lo he puesto a prueba, no por una cuestión de rechazo sino de falta de tiempo y ganas, pero me intriga y me interesa mucho saber hasta qué punto puede haber ahí, por ejemplo, un registro de mi estilo, si es que existe. Porque un amigo sí que pidió un poema al estilo de Luis García Montero y aunque lo que salió no estaba a la altura del autor, sí que tenía elementos estilísticos que denotaban que iba por buen camino.

El amor lo toca en este libro, sobre todo en la quinta parte, ‘Las ceremonias del vivir’, aunque yo me quedo con un verso que aparece en la primera, «La suerte no existe para nadie que no haya sido amado mientras ama». ¿Tan complicado es lograr el amor correspondido?

Creo que sí. Estamos reformulando esa idea romántica de la entrega que iba asociada al amor y que posiblemente fuera negativa. Cada vez luchamos más por nuestros propios intereses, por no adaptarnos por completo a otra persona y por defender lo que queremos hacer en la vida. Eso creo que es algo muy positivo, pero hace que las parejas sean cada vez menos compatibles. Hay mucha gente a la que le cuesta encontrar una persona con la que compartir esa individualidad y transformarla en la pareja.

Hablemos de las referencias ibicencas que hay en el poemario.

En ‘Poetas de Ibiza’ es interesante el diálogo entre tres figuras de épocas distintas com Al-Sabini, Marià Villangómez y Manel Marí. El otro poema que tiene un contenido ibicenco importante es uno que para mí es muy emocionante, dedicado al novelista malagueño Pablo Aranda, ‘Passar el missatge’. Hace referencia a una tradición ibicenca que me fascina que se llama así y que en el pasado era un sistema para que la gente de la isla, que vivía muy diseminada, se enterara de cuándo había fallecido una persona y cuándo era el funeral. La última persona en recibir la noticia, para no quedarse con ese mal, debía contárselo a un árbol , a un arbusto o a una piedra. Creo que recuperar esta tradición ibicenca y poderla llevar por el mundo con este libro es una forma de transmitir cosas muy bonitas que ocurren en el folclore ibicenco.

Para saber por qué ‘solo’ apuesta usted, sólo hace falta leer el título de uno de los primeros poemas de su nueva obra. ¿Qué le parece que la RAE haya aceptado a medias el ‘solo’ con tilde, únicamente en caso de que haya riesgo de ambigüedad?

De estas cosas lo más divertido es ver lo que dice la gente en Twitter. Como los poemas son espacios muy breves donde creo que hay que intentar comunicar, siempre he sido sólotildista. Al final no es un asunto demasiado importante, pero me ha hecho gracia. Como apoyaba la tilde, he sentido una especie de victoria menor al ver que la RAE reculaba un poco. Estoy esperando ahora que la tilde vuelva a ‘guion’.

Su gira ‘demoníaca’ comienza el 17 de marzo en Villaviciosa de Odón, en Madrid. ¿Habrá presentación en Ibiza?

Sí. Hemos cerrado una presentación en Sant Jordi el 2 de mayo.

Tengo curiosidad por saber si el niño de la foto de portada es usted.

Sí, soy yo con unos seis años. Es una foto hecha estando con un personaje que se se ha convertido en un poema en otros libros, el joven Erik. Es de mi época salvaje de la infancia en Ibiza. Es una foto a la que le tengo mucho cariño y que representa muy bien estos demonios de los que hablo.

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