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Sandía de Ibiza: roja por dentro, ‘oro’ por fuera

La mala cosecha en España y Marruecos y el retraso de la campaña en Ibiza debido a las condiciones meteorológicas de la primavera provocan que la sandía se cotice a precio de oro y que se lleguen a pagar cantidades inusitadas por cada pieza

Un par de sandías en la finca de Cas Miquelí. J.M.L.R.

En la finca de Can Toniet, situada en el Camí de sa Vorera (Sant Antoni), tres clientes compran a José Prats tres sandías que pesan más de 10 kilos cada una: a 90 céntimos el kilo, cada pieza les sale a 9,3 euros, 12 euros y 13 euros. Un supermercado de una conocida marca las ofrece en Vila a 1,7 euros el kilo: también tienen ejemplares ciclópeos que superarían los 20 euros por unidad.

En un puesto del Mercat Nou están a 1,2 euros el kilo. Cada sandía, a precio de chuletón, de ahí que algunos hipermercados de la isla opten por ofertarlas al corte o que, dada su cotización, incluso hayan desaparecido de los lineales: los consumidores han sustituido la fruta por excelencia del verano por manzanas, más pequeñas y, por tanto, más asequibles.

¿A qué se debe que la sandía se cotice como el jamón de Jabugo? Al mal tiempo, según Josep Lluís Joan, técnico de Promoción de la Calidad Agroalimentaria del Consell de Ibiza: «La campaña de la sandía ibicenca suele empezar en junio, pero este año se retrasó como consecuencia de las malas condiciones meteorológicas, que además dañaron la cosecha nacional». Y ya saben, en esos casos se aplica la ley fundamental de la economía, la de la oferta y la demanda: «Se redujo la oferta nacional. Las sandías no llegaron a la isla a su tiempo, al inicio de la campaña, de manera que subieron los precios. La demanda es la de siempre, pero la oferta es mucho menor, de manera que el kilo se paga más caro».

«La campaña de la sandía ibicenca suele empezar en junio, pero este año se retrasó como consecuencia de las malas condiciones meteorológicas, que además dañaron la cosecha nacional»

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La sandía ibicenca llegó al mercado «más tarde que de costumbre», a finales de junio, pero justo a tiempo para aprovecharse de la escasez de ese fruto y obtener así un «muy buen precio» por cada kilo. «Y eso -apunta Joan- es bueno. Por primera vez se puede considerar que los payeses han cobrado un precio justo. Por primera vez en muchos años, no ha ido a la baja como consecuencia de un exceso de oferta o del precio bajísimo de la que procede de Marruecos, donde los costes de mano de obra son mucho menores que aquí».

"Por primera vez se puede considerar que los payeses han cobrado un precio justo. Por primera vez en muchos años, no ha ido a la baja como consecuencia de un exceso de oferta o del precio bajísimo de la que procede de Marruecos

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El agricultor, indica el técnico del Consell, «depende mucho del mercado», y pone un ejemplo que recuerda al alfarero de ‘La caverna’, de José Saramago: «Los payeses llegan con su producto a un comprador y este les dice que el precio del mercado es tal, y que o lo aceptan o se pueden llevar sus frutas de nuevo a su casa». Esta vez no fue así: «Este año el precio ha sido el correcto». Para el pagès, porque para el consumidor ha supuesto otro palo de la inflación galopante a su ya esquilmado bolsillo.

A esos precios, el agricultor ha sido «feliz», afirma Joan: «Esa sensación, esa felicidad de poder vender al fin a un precio justo se vivió también durante la pandemia. Felicidad por ver que se aprecia su trabajo y que se le paga en consecuencia, sin que le regateen continuamente. Los payeses están súper contentos. Imagina: cada vez que bajan a Vila con la furgoneta llena de sandías es un dineral para ellos». Este fruto es, señala el técnico del Consell, no sólo «el principal producto hortofrutícola ibicenco en volumen», sino además «un puntal para muchos agricultores. Algunos viven de él». Y es, además, «crítico, estratégico», pues la gente «paga un plus por comer las sandías de la isla, como ocurre con las patatas, pues ambas se diferencian por su calidad».

A esos precios, el agricultor ha sido «feliz», afirma Joan: «Esa sensación, esa felicidad de poder vender al fin a un precio justo se vivió también durante la pandemia"

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«Es la ley de la oferta y la demanda. Si no hay sandía, es más cara. Así de fácil», resume Pep Mayans, gerente de Agroeivissa, que confirma las dificultades que hubo este año para sembrar a causa de la meteorología. También coincide en que el precio «es muy bueno». «La que procede de España o Marruecos llegó a estar a 1,4 euros el kilo. La de Ibiza empezó a comercializarse a 1,2 euros y ya ha bajado a 70 céntimos». Se refiere a la venta mayorista, porque en el mercado o en el súper llegó a sobrepasar los dos euros, como el gasóleo: «Y aun así, en la vida llegamos a vender tanta como a principios de campaña, ni a ese precio».

Agroeivissa cuenta con unos ocho productores propios que, asegura, «están muy contentos» por el precio que este año tiene la sandía: «Al menos por el de junio». Mayans calcula que hay una veintena de payeses que la siembran, aparte de los pequeños huertos particulares. La cooperativa comercializa anualmente entre 500 y 600 toneladas de esa cucurbitáceas. Y si bien insiste en que los agricultores ibicencos están sufriendo unos incrementos de costes de los insumos (gasoil, abonos, fitosanitarios, luz) «que superan el 50%», cree que la inusitada cotización de la sandía es, esencialmente, consecuencia de las leyes del mercado.

«Plantamos el pasado 20 de febrero. En un año normal, el 10 de junio hubiésemos podido empezar a recoger, pero en marzo y abril el tiempo no fue bueno, por falta de sol, lo que impidió que la planta floreciera"

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Uno de esos payeses contentos y felices por que sus frutos se coticen al alza es Antonio Planells Roselló, que las cultiva en Cas Miquelí. Es una enorme finca ubicada en el límite entre Santa Eulària y Sant Antoni en la que una decena de hombres recogían ayer sandías gigantescas y las cargaban en un tráiler de un distribuidor ibicenco: «Este año se cotiza muy bien y la producción es espectacular», reconoce. «Plantamos el pasado 20 de febrero. En un año normal, el 10 de junio hubiésemos podido empezar a recoger, pero en marzo y abril el tiempo no fue bueno, por falta de sol, lo que impidió que la planta floreciera. No cuajaba, sólo tenía rama. Por eso empezamos a recogerlas dos semanas más tarde que de costumbre», a finales de junio. Las recolectadas ayer son «de la segunda tanda, plantadas a finales de marzo». Ha obtenido esta campaña «entre 75 céntimos y un euro por kilo», que en la venta al público supone unos «1,1 euros o 1,6 euros el kilo». Produce anualmente unas 100 toneladas. «El único inconveniente que he tenido este año -detalla- es que se han llevado todas las sandías rayadas que sembré al lado de la carretera. Cuando las planté imaginé que algunas me quitarían, ¿pero todas? Con el precio que tienen este año, se cargan 300 kilos en el coche y hacen un buen negocio».

Lo mismo le ha sucedido a José Prats, de 72 años de edad, en el Camí de sa Vorera: «Si no pones vallas, te las quitan». Está encantado con el precio, «muy bueno»: las vende a 90 céntimos el kilo, que dado el tamaño de las suyas supone más de 10 euros por cada pieza. Y aun así, se las quitan de las manos.

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