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Joan Lluís Ferrer: «En Ibiza aún nos quedan más ses Salines que salvar de la destrucción»

El periodista de Diario de Ibiza Joan Lluís Ferrer presenta este martes (Sa Nostra Sala, 20 horas) ‘Ses Salines. L’orgull d’un poble’, editado por el Institut d’Estudis Eivissencs

Joan Lluís Ferrer, ayer, en Diario de Ibiza con un ejemplar de 'Ses Salines. L'orgull d'un poble'.

«Es una de las pocas ocasiones en las que el pueblo ibicenco ha salido en defensa de su identidad sin más interés que el de defender el territorio», afirma Joan Lluís Ferrer, periodista de Diario de Ibiza, cuando se le pregunta por el subtítulo de su último libro:Ses Salines. L’orgull d’un poble’. «La unanimidad social y política constituyó en este caso y en ese primer momento, en 1977, una excepción ejemplar», añade cerrando el libro, editado por el Institut d’Estudis Eivissencs (IEE), que relata la lucha por la defensa de este enclave desde el primer intento de su urbanización, a mediados de los 70, hasta su declaración como Parque Natural en 2001. Un recorrido de alrededor de 25 años resumidos en más de 200 páginas. Profusamente ilustradas con fotografías, recortes de prensa y mapas. El libro se presenta este martes en Sa Nostra Sala (20 horas).

«La iniciativa de publicar este libro surgió del Institut como una forma de conmemorar los 20 años de su protección y los 45 de la manifestación de 1977», explica el autor, que considera que es un buen momento para «dejar constancia» de cara al futuro de lo que fue la lucha de aquellos años. «De forma muy sintética», indica el periodista, que destaca especialmente el momento en el que comenzó la movilización de la sociedad de la isla y se celebró la primera gran manifestación, el 29 de octubre de 1977. «Acabábamos de salir de la dictadura y era muy difícil movilizar a la gente, por eso, reunir a dos mil personas tuvo un valor especial. Es muy significativo», recalca.

Ferrer hace hincapié en el papel que tuvieron, en la protección de ses Salines, dos personas que estuvieron «en el momento justo y en el lugar exacto» y que tenían muy claro, durante la tramitación del plan parcial de la zona (1975 y 1976) que no se podía urbanizar: Josep Tur Serra Coques, alcalde de Sant Josep, e Isabel Martínez de León, arquitecta. «Ella, recién acabada la carrera, llegó como arquitecta municipal y firmó los informes en contra de esta urbanización. Él, que era un alcalde franquista, hizo caso a estos informes», resume el autor, que está convencido de que fueron ellos, quienes salvaron, en ese primer momento, ses Salines. Todo ello, relata el periodista, a pesar del entonces secretario municipal, Josep Gustems: «No había incompatibilidades y estaba a sueldo de varias promotoras». De aquella época y «en parte gracias a sus maniobras», recuerda Joan Lluís Ferrer en el libro, es la edificación «totalmente ilegal, de cala Vedella, cala Corral o cala Tarida».

«Ni un ladrillo más»

Otro punto clave, en aquel momento, fueron los partidos políticos, que se mostraron a favor de evitar la urbanización. «Después ya entraría en escena el juego político, las primeras elecciones y, ya en el 91, con la Ley de Espacios Naturales, el PP defendía una cosa, la urbanización, y el PSOE otra, la protección», afirma Ferrer, que no cree que ahora, «cuando más falta hace proteger el territorio», los políticos pudieran ponerse de acuerdo para ello. «Quedan más ses Salines que salvar de la destrucción. Es Amunts, sa Talaia y Cala d’Hort... Quedan poquísimas zonas en la isla en la que puedas caminar media hora sin encontrarte con ninguna casa y que merecen la misma protección que ses Salines», opina el autor del libro, partidario de «no poner ni un ladrillo más».

Para echar la vista atrás, Ferrer ha hablado con algunos de los implicados en la lucha por la protección de ses Salines. La propia Martínez de León, responsables de la Comissió de Defensa de ses Salines o el expresidente insular Vicent Serra, «que no seguía la línea de su partido». Y es que la hemeroteca no le ha servido de mucho en lo que se refiere a aquellos primeros años. «El primer titular en Diario de Ibiza sobre esto apareció el 13 de agosto del 77, cuando en el Ayuntamiento llevaban ya años de batalla jurídica», comenta el autor pasando las páginas del libro hasta encontrar el recorte: «La corporación municipal de Sant Josep aprobó el plan de ordenación de ses Salines, que pretende ubicar en los nuevos terrenos a urbanizar una población de 16.000 personas». Algunas cosas, reconoce, se ven ahora «con perspectiva», diferentes a cómo se veían «cuando estás en medio del sarao». En este sentido recuerda a José Serra Escandell, alcalde de Sant Josep durante más de veinte años, y «principal responsable de los grandes crímenes paisajísticos de la isla, un desastre» quien, sin embargo, en el 91, cuando se tramitaba la LEN «redujo la edificabilidad en las zonas de sa Canal y sa Revista».

Además de sumergirse en hemerotecas y entrevistar a los principales protagonistas, Ferrer ha recurrido a los archivos. En el de Sant Josep encontró un documento que no había visto jamás: «El famoso plan parcial». Se le pusieron los pelos de punta. Se quedó horrorizado con lo que se pretendía hacer en ses Salines: «Entre otras cosas, en la parte más alta de los acantilados de Cap des Falcó se preveían hoteles de siete pisos de altura. Una salvajada. Además, con la permisividad de la época, si en vez de siete hubieran sido nueve o diez no habría pasado nada. También se incluía un campo de golf y palafitos entre los estanques». «Hubiera sido una prolongación de Platja d’en Bossa, una Platja d’en Bossa dos», lamenta el periodista, que recuerda que el plan afectaba también a las salinas de Formentera, donde preveía «una urbanización para 15.000 personas». «Era la época del salvajismo desmesurado», señala cuando se le comenta que la población actual de la isla ronda los 12.000. Eso sí, asegura que en la Pitiüsa del sur han sabido gestionar mejor el Parque Natural: «Es una delicia. En Ibiza no se entiende que al cabo del año pasen un millón de turistas por ses Salines, con el impacto que eso tiene. Hay que reducir el número de visitantes por tierra y por mar. El número de barcos que fondean es desmesurado, son una fuente de contaminación brutal».

Sobre todo esto reflexiona el periodista ibicenco en el epílogo del libro, dedicado a los retos pendientes. «El balance de estos años y de lo que se consiguió es positivo, pero hay que tomar medidas, regular el acceso, que es algo de lo que se habla hace tiempo. Hay que hacerlo caigan las críticas que caigan. En ningún otro parque natural ves esta salvajada de ses Salines», insiste el periodista, que critica también «los kioscos convertidos en macrorrestaurantes», que el centro de interpretación «sume dos años cerrado». «Que se note que es Parque Natural», zanja.

Patrimonio de todos

Joan Lluís Ferrer señala que en esos 25 años de lucha por la protección del hoy Parque Natural hubo momentos en los que el objetivo estuvo a punto de fracasar y recuerda algunos vericuetos del camino, como cuando en el 96 se declaró el espacio Reserva Natural: «Era algo abocado al fracaso, el PP decía que era ilegal y tenía razón porque la competencia era de la Comunitat Autònoma, no del Ministerio, pero ya se veía que con un Govern del PP y UM no habría protección. De hecho, la LEN dejaba fuera las montañas». Ahí, rememora el periodista,  entraban en juego los intereses de Gabriel Cañellas, presidente balear entre 1983 y 1995: «Decía que tenía un 1% de las acciones de Salinera Española y más tarde, en un libro que se hizo sobre ésta, firmaba el prólogo él como presidente de Salinera».

El autor destaca que ses Salines «son patrimonio de todos», de la sociedad y de todos los partidos y destaca la importancia de recuperar el espíritu de esa lucha «como modelo para el resto del territorio de la isla que queda sin destruir». Está convencido de que la protección de las salinas no tiene marcha atrás. «Una vez que tienes la declaración de Parque Natural la propia ley hace muy difícil, por no decir imposible, que se pueda revertir», continúa el autor de ‘Ses Salines. L’orgull d’un poble’, que recuerda el momento en el que descubrió este enclave, armado con unos prismáticos. Era adolescente, debía rondar el año 82 o 83, y quedó fascinado con las aves, los estanques y ell paisaje. Volvió «un día, y otro, y otro». Hasta consiguió, tras mucho insistir, «arrastrar» a un compañero del instituto «un poco gamberro». Aunque protestó un poco el primer día, le acompañó un par de veces. «Incluso fue luego él solo», comenta riendo antes de confesar el nombre de ese amigo: Jaume Estarellas, biólogo responsable de biodiversidad del Consell de Ibiza.

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