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Mercedes Corell Carbonell Psicóloga y Premi 8 de Març

Mercedes Corell Carbonell: «Algunos padres, al traer a sus hijos a la consulta de salud mental, se escondían»

La psicóloga Mercedes Corell Carbonell recibe mañana (19 horas) en el Club Diario de Ibiza el Premi 8 de Març de la Associació de Dones Progressistes

Mercedes Corell, hace unos días en la sede de Diario de Ibiza. juan a riera

A mediados de los años 70, Mercedes Corell llegó de su Cataluña natal para trabajar como psicóloga. Fue el inicio de una larga carrera dedicada a la salud mental de los niños y adolescentes.

«Cuando estudié, Psicología era una especialidad de dos años de Filosofía y Letras», recuerda Mercedes Corell Carbonell, catalana de 71 años que este viernes (19 horas, Club Diario) recibirá el Premi 8 de Març de la Associació de Dones Progressistes por ser una de las pioneras en la implantación en las Pitiusas de la atención a la salud mental de niños y adolescentes. Llegó a la isla en 1974. Se dio cuenta de que no había nada y de que ella sabía poco, así que volvió a Barcelona un año, antes de regresar y meterse de lleno en harina.

¿Cómo llegó a la Psicología?

He acertado la profesión, me ha apasionado y me ha encantado, pero si te lo cuento... Estaba en la facultad con el lápiz en la mano porque tenía que escoger la especialidad y…

No me diga que se equivocó.

Yo quería hacer historia, me encanta, ahora, de hecho, me he matriculado en un montón de cursos, y una compañera me dijo que por qué no marcaba psicología que era algo que estaba de moda. Y la marqué. Acerté. Más, creo, que si hubiera hecho historia.

La llaman para decirle que le conceden el Premi 8 de Març. ¿Qué piensa?

¿Por qué a mí? No tengo la sensación de haber hecho grandes cosas. He sido responsable y consciente en mi trabajo, sí, pero me sorprendió. Mucho.

Se lo conceden por ser una pionera en la salud mental infantojuvenil en las Pitiusas. ¿Qué se encontró a llegar?

Había una psicóloga que trabaja por lo privado, un psicólogo que era profesor en un instituto y nada más. Yo venía con un bagaje muy de psicopedagogía, no tanto de la clínica, y fue un gran esfuerzo. Me ayudó mucha gente. En Barcelona tampoco había mucha cosa, no te creas. Soy de la segunda generación de psicólogos de la facultad de Barcelona. Había trabajado en los jesuitas de Sarrià, que tenían un gabinete psicopedagógico, y con los profesionales de la escuela de los salesianos de Horta. Allí había aprendido un poco. Cuando llegué aquí sólo estaba el neuropsiquiatra Leopoldo Irriguible, que tenía dos horas al día para verlo todo. Él fue, para mí, un maestro y un referente. Revolucionó la isla. No se le podrá agradecer nunca a este hombre todo lo que hizo. Lo organizó todo.

En aquella época hablar de salud mental no era como ahora, ¿no?

En absoluto. Había muchos tópicos y tabús. Había padres que se escondían cuando traían a sus niños a la consulta. Como si esos niños fueran los pecados de sus padres. Trabajé en la privada porque no había nada más. A veces iba a la consulta de Irriguible y le pedía que me dejara sentarme a su lado mientras trabajaba. En Barcelona, con otras compañeras, hacía lo mismo. Llegas a la isla y tienes que saber de todo. Desde una anorexia a un trastorno del aprendizaje. Me encontré eso y gente interesada y muy válida.

¿La gente que llegaba a sus consultas estaba, al menos, algo concienciada sobre salud mental?

Cuando se creó el Patronato de Salud Mental y llegó el doctor Larbán se empezaron a hacer muchas conferencias y a contactar con maestros. Fue un trabajo de equipo. Tuve unas compañeras majísimas. Cuando se creó el Hospital Insular, el doctor Irriguible trajo a la isla a personas que llevaban años y años ingresadas en Mallorca. Institucionalizadas completamente, lo más contraindicado que hay. Éramos todos jóvenes y con ganas de trabajar, con una ilusión… Aprendí mucho porque venía gente de hospitales grandes que nos dio mucha formación. Después de esa etapa pasé a Infancia, Juventud y Familia, que es lo mío. A la familia le doy muchísima importancia. Hacíamos charlas en las escuelas y recuerdo con cariño un curso de puericultura en la Consolación. Era muy interesante porque había muchas madres interesadas y tratábamos de dar un poco de visión psicológica.

Aprovechaban la puericultura para colar la salud mental, vaya.

Sí, había mucha cosa de salud mental. No había equipos de psicólogos del Ministerio, se crearon luego, y los maestros lo asumían todo. Se encontraban con casos en clase que no sabían qué eran ni cómo tratarlos. Pienso en los trastornos por déficit de atención. Siempre me han caído bien esos niños. Quizás porque yo también he sido hiperactiva. Se decía que eran malos, tontos, revoltosos… No. Es un tema neurológico. Puramente neurológico. Los padres no tienen culpa de nada. De la mayoría de las cosas no tienen la culpa los padres.

Curioso, antiguamente muchos padres y madres salían de las consultas de los psicólogos de sus hijos con sentimiento de culpa.

Sí. Tenemos que entonar el mea culpa. Es uno de los errores que cometimos muchos psicólogos en aquel momento. Dentro de una orientación más psicodinámica se daba mucha mucha mucha importancia a la relación con los padres y creo que… mea culpa… Se ha visto que la genética es más importante. Es una interacción entre la genética y el medio, pero la genética pesa.

La genética es muy cabrona.

Sí, lo es. Los padres hacen lo mejor que saben con la situación que tienen y sus dificultades. Eso se ha demostrado en un 99% de los casos. Culpabilizarlos es uno de los errores que cometimos los psicólogos. Lo reconozco. Al poco de llegar, me preocupó mucho el tema de la inmigración. Yo era, en cierta forma, inmigrante. En una situación privilegiaba, pero inmigrante. Cuando tuve a mis hijos me encontré con que no había escola matinera ni de verano. ¡Nada! Tenía una situación económica normal, buena, pero ¿y la gente que venía de fuera, de Andalucía, básicamente, y otros puntos de España a trabajar? Intenté hacer una tesis sobre esta inmigración nacional, pero al final no pude porque niños, casa, trabajar… Eran mujeres que llegaban a la isla, trabajaban ocho o nueve horas en los hoteles, llegaban agotadas, no tenían con quién dejar a los niños… Era un problema grave. No tenían recursos. Ahora hay escuelas de verano y matineres, pero sigue sin solucionarse el tema de las mujeres. La conciliación no está resuelta.

¿Cómo conciliaba usted?

Te voy a explicar una anécdota con la que mi hija se ríe: yo, preparando una conferencia, con el pie apoyado en la puerta de la cocina y mi hija intentando entrar mientras yo acababa la conferencia a toda prisa. Conciliaba mal. Dejaba a los niños a las ocho y veinte en el cole y les decía «quedaos aquí que enseguida abren», a las dos tenía una vecina encantadora con la que comían. Soy consciente de que privas a los hijos de horas de familia.

Como hija de madre trabajadora, no tengo esa sensación de abandono. Al revés.

Lo importante no es la cantidad de tiempo sino la calidad, pero debe haber un mínimo. Tengo dos hijos sin problemas y encantadores. Han salido bien. Algo haces bien a pesar de las prisas. Por eso me sensibilizó mucho la situación de las inmigrantes cuyas familias de origen estaban lejos. A veces venían en verano. O se mudaban. La inmigración que conocí, para que te hagas una idea, era la que tenía la maleta preparada siempre debajo de la cama para salir corriendo y pasaban seis meses aquí y los otros seis allá. No se adaptaban. Era duro.

¿Y la inmigración de ahora?

Supongo que es aún más dura. Hay que vigilar. Luego se habla mucho de la delincuencia y de los trastornos de conducta juvenil… Hay que hacer un trabajo de integración importante. Si no los integramos, lo notaremos en el futuro.

¿Es más difícil llegar a esta población cuando hay problemas de salud mental en niños y adolescentes?

Sí, mucho más. En la vida, lo primero es comer y luego, tener casa. Después, si te da la vida, todo lo demás. Aquí creo que no somos nada racistas. La isla te acoge bien, es muy de vive y deja vivir. Creo que lo tienen más fácil aquí que en una gran ciudad.

Dentro de la psicología, ¿por qué tiró hacia niños y adolescentes?

Estoy convencidísima de que si cuando siembras un árbol y lo cuidas bien desde el principio las probabilidades de que viva mejor son más. Son etapas fundamentales. Si se trabaja bien tienes más probabilidades de que de adulto esté mejor. No es seguro, porque está la genética, puedes tener una psicosis o trastornos maníaco depresivos. También porque me apasionó el mundo de la familia. Empecé a formarme mucho en eso. Las relaciones interfamiliares, entre los padres, de pareja, son importantísimas. Eso me apasionó. Pienso que realmente se puede hacer un gran trabajo.

A veces la familia, que debe ser el lugar seguro de un niño, es todo lo contrario.

Sí, sobre todo cuando las relaciones son patológicas. Esto no se aprende en un día. Ni en toda una vida. Nunca. Empecé por ahí porque me gustaban los niños y porque pensé que es una etapa en la que se podía hacer mucho trabajo. Cuando ya teníamos tanta presión asistencial que no podíamos mantener una óptica de terapia individual, no podías ver a los niños una vez a la semana, pensé que, en casos en los que no había patologías muy graves, intentaríamos ayudar a la familia para que los ayudara.

Comienzan a trabajar en salud mental infantojuvenil y...

Aumenta la demanda. Con el doctor Larbán comenzamos con una visión psicodinámica, había una serie de gabinetes colaboradores a los que podíamos remitir a algunos pacientes, pero llegó un momento en que era inviable. Ahora hay menos psicólogos de los que teníamos entonces. Cuando dependíamos del Consell estábamos mejor de lo que están ahora. Al final hubo que buscar otra forma de trabajo. Se habla mucho de las terapias de grupo para poder absorber el máximo posible de casos.

« Culpar a los padres es uno de los errores que cometimos los psicólogos en aquella época»

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Dicen que están desbordados.

Sí, y tienen razón. Tanto los de adultos como los de niños. Desde que empecé en el Ib-Salut ha habido el mismo número de psicólogos. Es muy importante que haya psicólogos en Atención Primaria porque hay trastornos leves en los que se puede hacer una intervención antes de que empeore la situación. Igual que hay médicos o pediatras de Primaria. No sé por qué no se implanta, sería muy útil. Para intervenir cuanto antes y para filtrar lo que es grave de lo que no. Hace mucho que se habla y no los hay.

El plan del Área de Salud para los próximos años, lo contempla.

¡Qué bien! Hubo una época en la que trabajábamos con los pediatras y médicos de familia y era un trabajo precioso. Aprendíamos mucho. Pero llegó un momento en que era inviable. Antes de jubilarme, recuerdo la angustia que sentía cuando tenía un paciente frente a mí y tenía que buscar hora para la siguiente cita. Si a un niño de cinco años le doy una cita dentro de un mes y medio no se acordará de nada. Para un niño, la vivencia del tiempo es la del tiempo que ellos han vivido. Para mí un mes y medio no es nada, para un niño de cinco años es una vida. En Ibiza, además, sería fundamental un centro de día en infantojuvenil para evitar internamientos.

Lo reclaman las familias.

Es que a los niños hay que llevarlos a Palma, con lo que eso supone. Un centro intermedio, para antes de que empeoren mucho, que acoja a todas las patologías, porque aquí no nos podemos especializar... Sería fundamental. Estaba previsto crearlo en el centro de salud mental infantojuvenil, pero no se puso en marcha nunca porque una unidad de internamiento es carísima. Pero un hospital de día sería importante, también por otro tema que me interesa.

« A los menores les hemos robado dos años con la pandemia. Eso en la vida de un niño son muchos años»

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¿Cuál?

Las anoréxicas. Trabajar con ellas sin un recurso como un hospital de día es difícil. No te la puedes jugar con una patología grave, pero ingresarlos en Palma, con lo que esto supone… Deberíamos tener algo que nos permitiera una estructura intermedia. Hablé con Magdalena Valverde [responsable de la unidad de salud mental infanto juvenil], compañera y amiga, y le pregunté qué necesita. Me dijo que eso y aumentar los psicólogos. El otro gran problema es la inestabilidad. Entiendo que si a un médico del estómago te lo cambian te molesta. Pero imagínate si te cambian al psicólogo o psiquiatra con el que llevas años. El vínculo es muy importante. Muchísimo.

Por lo que dice, parece que ha avanzado más la concienciación de la sociedad que los recursos en salud mental.

Por supuestísimo. No ha aumentado el número de psicólogos y psiquiatras en infantojuvenil.

Curioso, porque políticos e instituciones han reconocido estos dos años la importancia de prevenir y atender la salud mental.

Pues la realidad no ha variado. Y me fui hace cinco años. Estuve diez en el Ib-Salut y éramos los mismos. Con la pandemia creo que los niños y los adolescentes han sufrido mucho. Han aumentado las patologías: autolesiones, ansiedad, depresión…

« Es importante que haya psicólogos en Atención Primaria para intervenir antes y para filtrar lo que es grave»

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A una edad en la que tienen que socializar o distanciarse de los suyos para saber quién son, se les ha encerrado.

Exacto. Les hemos robado dos años en una etapa muy importante. Dos años en la vida de un niño o de un adolescente son muchos años. Además, si tu madre se deprime, lo pasas muy mal. Si tus padres padecen ansiedad tú te angustias. Y luego está el miedo. Se muere el abuelo, la mamá está ingresada… La muerte ha estado mucho más presente que antes. Nos creíamos invulnerables. Mira, me interesa mucho el mindfulness, hago un montón de cursos, y me gusta una cosa que dice el budismo, que el dolor es inherente al ser humano, forma parte de la vida, y el intento de huir de él es absurdo.

El único mindfulness que me funciona es amasar.

Claro. Todo el aspecto corporal, más allá de la estética, estaba olvidado. Me gustaba mucho la psicomotricidad y está volviendo esa idea de que no todo es mente. Es un conjunto de cosas. Tienes un problema y no haces más que darle vueltas. Posiblemente, después de quince minutos de relajación se te ocurre alguna idea. Se están haciendo ya cosas de mindfulness en las escuelas. Es importante para las depresiones y la ansiedad.

Es que estamos en una sociedad que no permite parar. Si paras...

Te culpas, piensas que estás perdiendo el tiempo. Sí. En esto los ibicencos me enseñaron mucho, porque aquí el mindfulness venía de la tierra, de ellos mismos. Hoy en día los niños lo quieren todo y todo ya y sin problemas. No saben esperar, no toleran la frustración. Es un problema grave de educación.

No saben lo que es un no hasta muy tarde.

Así es. La falta de normas, y en esto mis nietas saben que soy un poco Rottenmeier, es un error. No queremos frustrarlos, pero hay que prepararlos para ello porque la vida les pegará muchas bofetadas.

En las violaciones con agresores menores a veces me planteo si el «no» de la víctima es el primer «no» que recibieron.

Sí, es posible. No entienden que un no es no. Que por muchas ganas que tengan, es un no. Pensemos en los ídolos de nuestros jóvenes de hoy, los influencers. El líder es alguien que triunfa sin esfuerzo, sin estudios y sin preparación. Eso me preocupa. Nos tenemos que plantear muchas cosas como sociedad.

Las nuevas tecnologías tienen mucha importancia en los menores.

Le pido a mis nietas que me ayuden con eso. Saben más que yo y creo que es bueno, les da seguridad. No estoy en contra de las nuevas tecnologías. Pienso en lo que sufrí para formarme cuando llegué aquí: coger un avión, que eran carísimos, llevarme a la niña, dejarla con mi madre... ¡Ahora hay tanta oferta! La técnica no es un enemigo, es un tesoro, pero, como todo, hay que canalizarlo. Si a un niño le das un patinete le dices que cuidado, que respete los semáforos... Pues con las nuevas tecnologías, igual. Deben aprender a manejarlas, con cuidado y educación.

¿Se considera feminista?

Si lo planteas como alguien que quiere la igualdad entre hombres y mujeres, sí. La guerra de sexos es absurda. Se tiene que trabajar en equipo. Lo útil es cooperar, no rivalizar.

¿Los políticos hacen lo suficiente por la salud mental infantojuvenil?

No. Los niños no votan. Los jubilados votamos y se nos tiene algo más en cuenta, pero los menores no. Y es un tema importante. Ahora se plantea bajar la edad de jubilación. Quizás estaría bien.

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