Escasa participación en un carnaval con matices reivindicativos en Ibiza

Tras un año de parón por la pandemia, las ganas pudieron a la incertidumbre. Aunque con una participación muy por debajo a lo habitual y con un día que amenazaba tormenta, unos 550 participantes salieron a recorrer las calles de Vila con puntualidad británica, a las 11.30. Fueron casi 900 menos que antes de la pandemia, cuando se inscribieron 1.440.

El jurado (formado por cinco personas de medios de comunicación, Pimeef y del sector artístico y deportivo de la isla) tuvo algunos premios claros desde el principio, al no haber muchos grupos entre los que elegir. Fue el caso del destinado a las comparsas de ámbito escolar, donde este año solo se presentó el colegio s’Olivera. Se llevaron el único premio de la categoría, valorado en 1.200 euros.

Lo mismo sucedió con las comparsas de ámbito social: el primer premio (1.200 euros) recayó en ‘La unión hace la fuerza’; el segundo (750 euros) fue para ‘¿Dónde salta Wally?’, que también se llevó el reconocimiento a la mejor participación (600 euros); el tercero (400 euros), y último, se lo llevó ‘Viva la vida’, que también recibió el galardón a la mejor carroza (600 euros).

En comparsas en general, el primer premio (1.200 euros) se lo llevó Extinction Rebellion; el segundo (750 euros), ‘Raíz negra’, premiados también por la mejor dirección artística (600 euros); el tercero (400 euros), fue para ‘Reci-kaos’, premiados también por reivindicar el cuidado del medio ambiente (600 euros).

En la categoría de academias de baile, el premio (1.200 euros) se lo llevó la de Adrián Pineda, con ‘Corazón contento’. En cuanto a la participación individual o en pareja, ‘La bruja dando la chapa’ se llevó 400 euros.

Desfile

Al ritmo de ‘Carnaval, Carnaval’ fueron calentando motores con bailes ensayados durante varias semanas. La Tribu del C19, del Centro de Creación de la ciudad, dio el pistoletazo de salida con sus 45 integrantes ataviados con máscaras de colores, simulando una auténtica tribu que, en esta ocasión, cambió la selva por el asfalto. No optaban al premio, pero desfilaron con las mismas ganas que el resto.

Justo detrás, y reivindicando la necesidad de cuidar nuestro planeta, desfiló la carroza del colegio s’Olivera con 65 participantes, entre alumnos, profesores y padres; fue el único centro escolar que participó este año en la rúa. «Cada año tratamos de enviar el mensaje de que un mundo mejor es posible y este hemos apostado por un mundo inclusivo, donde cada persona es importante y necesaria, y todos debemos aportar nuestro granito de arena para que esto suceda», explicaron desde la Apima del centro.

Y es que cualquier momento es bueno para dar visibilidad a los colectivos más vulnerables. «Hemos querido hacer un guiño a las personas con discapacidad auditiva y nuestra coreografía tenía un mensaje en lenguaje de signos», añadió.

Puig d’en Valls, por su parte, se encargó de hacer saltar, en el sentido literal de la palabra, a todos los asistentes con su ‘¿Dónde salta Wally?’; una forma de diversión usando el deporte, en este caso con botas de rebote, como hilo conductor. Nada más y nada menos que 145 personas deleitaron a los asistentes con su actuación.

La academia de baile de Adrián Pineda fue quien puso el ‘Corazón contento’ con su interpretación. Un total de 48 participantes, entre alumnos y profesores, y con Marisol a todo volúmen sonando por los altavoces, bailaron, una y otra vez, repitieron los pasos durante todo el recorrido.

También reivindicativos aparecieron 30 vecinos de la Asociación de es Pratet, quienes quisieron dejar claro que ‘la unión hace la fuerza’ desfilando las banderas de los diferentes países de la Unión Europea.

Alegato que, también, escenificó Extinction Rebellion con un mensaje claro: decir NO a las granjas de pulpos y a las macrogranjas. De hecho, escenificaron cómo se lleva a cabo una captura y lo que eso supone para los animales. Los 31 participantes, disfrazados con material reciclado, lo hicieron al ritmo de ‘Freedom’, ensalzando esa ‘libertad’ que, a veces, coartamos. Lo hicieron a raíz de que Pescanova anunciara la posible apertura, este verano, de una macrogranja en Canarias para criar y comercializar toneladas de pulpos en 2023. «Queremos concienciar sobre esto y sobre las emisiones que suponen el consumo animal», recalcó la activista de la organización, Karen Killeen.

En esta línea, desfilaron los 12 integrantes de Reci-kaos vestidos de bomberos, visibilizando el ‘caos’ al que se enfrentan y su día a día intentando apagar fuegos.

Tampoco podía faltar Piruleto, que llegó acompañado de un séquito de payasos, un total de 43 de diferentes edades, que se colocaron en fila india para bailar al son de la música que iba acompañándoles. Cabe destacar que, a pesar de la nota de humor que conlleva ir disfrazado de payaso, desfilaron con una enorme pancarta en la que se podía leer ‘No a la guerra’, en relación al conflicto que se está viviendo actualmente en Ucrania.

Capricorn Studio tampoco quiso perdese la cita carnavalera de este año, a pesar de no concursar. En su caso, los 82 integrantes del estudio defendieron, con sobresaliente, una coreografía estudiada al detalle al ritmo de ‘Lollipop’, la mítica canción de Chordettes, con una vestimenta que bien podía ser de los años 50.

La Asociación de Cartagineses y Romanos, con 29 participantes, entonó su propio ‘Viva la vida’ en un desfile al más puro estilo ‘Paz, amor, sexo y rock&roll’. El encargado de poner ritmo fue el dj Jordi Sunyer.

Baile y mucha música, también, para las comparsas de ‘Raíz negra’, con casi una veintena de integrantes, y ‘Cómo entrenar a tu dragón’, con tres. Y en la categoría individual, de los seis inscritos, uno no apareció.

A pesar de la situación que estamos viviendo, los disfraces no han hecho referencia a la pandemia, como sí pasó en 2020 cuando el coronavirus desfiló por Ibiza. Tampoco las mascarillas han hecho su acto de presencia en las calles.