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traslados pediátricos u crónica

La complejidad de los vuelos pediátricos de Ibiza a la UCI

Kai Boris Brandstrup, coordinador de la Unidad de Traslado Pediátrico de Balears, detalla cómo funciona este servicio, referente nacional en las derivaciones de pacientes muy graves que no han cumplido aún los catorce años

Un recién nacido, dentro de la incubadora durante un vuelo de la unidad de traslado pediátrico de Balears. | U. T. P. Marta Torres Molina

Unos 200 kilos. Es lo que pesa la incubadora en la que la unidad de traslado pediátrico de Balears traslada a recién nacidos en estado muy grave a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) infantil del Hospital Son Espases. La transportan hasta la ambulancia y, luego, hasta el avión sanitario, con una camilla capaz de soportar esos 200 kilos en los que bebés de un par de kilos, como mucho, luchan por sus vidas.

«El traslado pediátrico incluye a cualquier paciente menor de 14 años. Varía mucho. En un mismo día puedes trasladar a un neonato que no supera los 500 gramos y a un adolescente de 80 kilos», comenta Kai Boris Brandstrup, cordinador de esta unidad cuyo objetivo es «acercar» la UCI pediátrica de Son Espases al resto de las islas. Cada uno de estos traslados es «como una mudanza». «Salimos con personal, aparataje electromédico, conocimientos y experiencia. Llevamos muchas maletas, mucho equipo y muy pesado. Tenemos la tecnología más avanzada que puedan tener en cualquier otra parte para tratar a los niños», explica Brandstrup, que destaca que la unidad «es una de las más especializadas» de España. Tanto, que los residentes que quieren formarse con ellos tienen que solicitarlo con dos años de antelación.

La incubadora de traslados, que pesa 200 kilos. | H.U.S.E

Creada a finales de 2004, es la única del país que aplica terapia con óxido nítrico y oxigenoterapia de alto flojo en traslados aéreos. También fue, en su momento, la primera en incorporar dos respiradores de transporte que permiten ventilar a todos los pacientes sin importar su peso o edad.

El momento cero

La unidad tiene como base la UCI pediátrica del hospital de referencia de Balears. Allí siempre, 24 horas al día los siete días de la semana, hay un pediatra y una enfermera de transporte, explica el coordinador, que destaca que la unidad está formada, además de por profesionales de la UCI infantil, por personal del 061, los pilotos y Gesaib.

El traslado lo activan siempre los médicos de los hospitales de las islas cuando tienen un bebé, un niño o un adolescente en estado crítico o con una dolencia que no pueden atender. «Se hace una llamada a tres: el médico del centro emisor, el profesional del 061 y el de la unidad», detalla el coordinador, que recalca que es la única unidad de este tipo en España con un protocolo específico de activación. A partir de ese «momento cero» los profesionales de la unidad y los del centro emisor trabajan juntos. Intercambian información sobre el pequeño paciente, consejos, diagnósticos, recomendaciones de tratamientos... Al mismo tiempo se activa, de forma inmediata, la ambulancia pediátrica. Un vehículo específico con el que se desplazan hasta el aeropuerto de Palma, donde tiene base el avión sanitario con el que realizan la mayoría de los traslados. «A Ibiza vamos en avión y si hay que ir a buscar a un paciente a Formentera, de ahí cogemos el helicóptero», relata Brandstrup, que recuerda que en esa isla no puede aterrizar un avión. En ocasiones, el viaje a Son Espases, ya con el niño, se hace directamente con el helicóptero. Para ahorrar tiempo.

«A Ibiza vamos en avión y si hay que ir a buscar a un paciente a Formentera, de ahí cogemos el helicóptero»

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«Estabilizamos al paciente y lo traemos», resume el coordinador de la unidad. Seis palabras para un proceso que puede llegar a durar muchas horas. «Cuatro, seis... Hay pacientes a los que tardas nueve horas en estabilizar». El vuelo dura entre 35 y 45 minutos, pero antes de despegar deben estar muy seguros de que ese niño o ese adolescente aguantará los alrededor de tres cuartos de hora entre las nubes. «Los pilotos son una parte muy importante del equipo», afirma el pediatra. Las comunicación con ellos es constante. Y, a su manera, cuidan también de los menores enfermos. Vuelan a menos altura de lo normal si es necesario, extreman la delicadeza en despegues y aterrizajes y hacen lo posible para evitar tormentas y turbulencias. Todo para el bienestar de los pequeños pacientes. Y de los profesionales que les acompañan.

«La clave no es llegar rápido. Es llegar», comenta Brandstrup en referencia al trabajo que se lleva a cabo en el hospital de partida, antes del traslado. A veces el enfermo está en Pediatría. Otras en Neonatología. En ocasiones en la UCI de adultos. O, incluso, en el paritorio. Ese trabajo de estabilización, ese no correr a la desesperada para despegar ya, ese asegurarse de que todo está bien, dentro de la gravedad, antes de dar el siguiente paso es la clave para que un traslado tan complicado como el de los niños que están muy graves salga bien.

Kai Boris Brandstrup, coordinador de la unidad. | U. T. P. Marta Torres Molina

«Los niños son muy fuertes»

«No nos ha pasado», responde Kai Boris Brandstrup cuando se le pregunta si alguna vez han despegado con un menor enfermo y han aterrizado con un menor fallecido. «Aún», matiza. «Gracias a dios los niños son muy fuertes», comenta el pediatra, que asegura también que son pocas las ocasiones en las que tienen que intervenir durante el vuelo por una crisis del paciente. Sí saben que alguno de ellos «estaba tan grave» que ha expirado poco después de llegar a la UCI de destino.

Junto al pequeño se intenta «siempre» que pueda ir su padre o su madre. Pero, por mucho que les gustaría, ese «siempre» no es posible todas y cada una de las veces: «Con pacientes muy críticos no suben los padres porque necesitamos espacio para trabajar». Y es que el espacio de que disponen en el avión o el helicóptero es limitado. Llevan respiradores, monitores para las constantes, bombas de perfusión, medicación, la incubadora de 200 kilos cuando son neonatos... Ellos cargan siempre cuatro maletines con todo lo necesario. En el equipo hay, incluso, un kit que permite hacer análisis «con apenas unas gotas de sangre». Todo ello está colocado al milímetro en el reducido espacio.

Cuando un familiar viaja en el avión debe comprometerse a estar, dentro de lo que cabe, tranquilo. «Nuestra prioridad es el paciente», indica el coordinador de la unidad, que asegura que no les ha pasado «nunca» que el acompañante les complicara, por nervios, tensión o preocupación, el traslado. En el caso de que no sea posible que vuelen con su pequeño, el equipo les permite despedirse de él. Por unas horas. Hasta que se reencuentren en Mallorca. O en Barcelona. O en Madrid. O donde vuelen. Porque han llegado a trasladar niños a Coruña.

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Traslado pediátrico de Ibiza a Palma

El trabajo en la unidad va a rachas. «Hay días muy tranquilos y otros en los que tenemos que hacer dos o tres», indica. Con el covid, reconoce, ha sido todo un poco loco: «Hubo una temporada en la que se redujo la patología infantil, pero luego otra vez llegaron las infecciones respiratorias. Muchas bronquiolitis». Estas últimas enfermedades son las más habituales entre los pacientes «más mayores» que tienen que trasladar, principalmente en la temporada de invierno, cuando tienen «picos». En verano, señala, hay bastantes traslados de menores que están en las islas de vacaciones. Otra parte importante de las derivaciones son de bebés de menos de un mes de vida, a los que se ingresa a la UCI de neonatos, explica Brandstrup, que detalla que la unidad la integran cinco pediatras de Son Espases y nueve enfermeras, la mitad de este mismo hospital y la otra del 061. «Sólo cinco pediatras», recalca el coordinador, que asegura que son pocos. No sólo se encargan de los traslados de pacientes pediátricos entre islas sino también dentro del propio hospital.

La mayoría del equipo de la unidad posa frente a una ambulancia de traslado pediátrico. | U. T. P. Marta Torres Molina

Kai Boris Brandstrup reconoce que no todo el mundo puede trabajar en la unidad. No sólo porque está «altamente especializada» sino también porque es un trabajo «duro». «Somos cinco pediatras para cubir todos los traslados. Hay que volar y hay días en los que hace muy mal tiempo. Quizás tienes que salir a las tres de la mañana porque hay un niño con una cardiopatía y hay que llevarlo a la Península porque aquí no tenemos cirugía cardíaca infantil. Hay traslados que pueden alargarse mucho...», indica. Y luego está también la dureza emocional de ver todos los días a niños que están muy enfermos y la preocupación extrema de sus padres. «Hemos conseguido ser un equipo muy estable, pero al principio fue duro», apunta.

A pesar de ser una unidad de referencia y de contar con la tecnología más avanzada posible, a veces tienen que pedir ayuda. Un avión militar, por ejemplo, para poder trasladar a un menor al que se le había practicado una oxigenación extracorpórea (ECMO). El pequeño y las máquinas que lo mantenían con vida no cabían en el avión de transporte sanitario.

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