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Pablo Rodríguez Psicooncólogo

«Un adolescente con cáncer se plantea la muerte, algo que a su edad no debería»

El psicooncólogo Pablo Rodríguez ofrece una conferencia dentro de la programación de ‘Sant Josep Contra el Cáncer’

El psicooncólogo Pablo Rodríguez

Cuando el Ayuntamiento de Sant Josep ofreció a Pablo Rodríguez, psicooncólogo, ofrecer una charla sobre el cáncer en adolescentes, no se lo pensó. «Me encantó la idea porque siempre están presentes los niños y los adultos, pero a ellos parece que se les deja de lado», comenta el experto antes de comenzar la charla, celebrada el sábado por la tarde en el salón de plenos.

¿La adolescencia es el peor momento de la vida para un cáncer?

Para un cáncer nunca es un buen momento, pero en la adolescencia es una faena añadida. Estás en una época de cambios físicos, emocionales, sexuales, académicos, sociales... Es una de las etapas de más crisis en el desarrollo del ser humano y de golpe aparece un cáncer que te para la vida. Es un momento muy malo porque va a generar bastantes secuelas a medio y largo plazo.

Te pilla mientras te estás construyendo como persona.

Tal cual. Estás construyendo tu propia identidad y en un proceso de diferenciación de tu familia. Vuelves a depender de ella. Y no te puedes integrar en tu grupo de iguales porque el cáncer te pone en una posición totalmente distinta. Si estás en una adolescencia temprana el cáncer te va a dejar secuelas de por vida. Y si te pilla en la adolescencia tardía, 17 o 18 años, se paran muchos proyectos vitales.

¿Cómo se lidia con eso?

Mal. Muy mal, no te voy a engañar. Como se puede. Como adolescente intentas estar integrado, crear un grupo de amigos y parecerte a ellos, pero la enfermedad te coloca en una perspectiva diferente de la vida, de tu desarrollo y del entorno social. Es cierto que a esa edad se portan muy bien, ofrecen un apoyo social muy bueno, muy firme y bastante sano. Pero hay cosas que el adolescente con cáncer se perderá: las primeras relaciones afectivo-sexuales, el primer noviazgo, las primeras salidas de fiesta... Se pone en pausa la adolescencia.

¿En una etapa en que necesitan mucha libertad se encuentran con unos padres preocupadísimos?

Es como si volviesen a los diez años. Es probable que se produzcan conflictos con los padres: «Yo quiero ser cada vez más independiente y tengo un padre y una madre muy preocupados porque su hijo tiene cáncer y eso genera reacciones de sobreprotección».

El adolescente tiene que enfrentarse a la idea de la muerte.

Sí. Que un adolescente, que está floreciendo a la vida, se tenga que plantear que a lo mejor se muere o que la enfermedad es grave y le dejará secuelas de por vida genera un impacto emocional en él y en su entorno. Especialmente en los padres, madres y hermanos. Es contradictorio, una paradoja: «Estoy saliendo a la vida y estoy afrontando que la vida se puede terminar». Genera ansiedad y depresión. Y sufren en silencio porque no se atreven a hablar de todo esto por sus padres. Es básico trabajar la comunicación familiar.

Es que es lo último que quiere escuchar un padre o una madre.

Imagina. Inevitablemente asocias la palabra cáncer ya no te digo que a muerte, pero sí a riesgo vital. Es verdad que los chavales no lo afrontan con mucho dramatismo y, en general, lo llevan relativamente bien. Recuerdo una chica de doce o trece años a la que tuvieron que amputar parte de la pierna y bromeaba con su fémur. Nos dan muchas lecciones.

El humor tonto y disparatado de la adolescencia.

Sí, eso sigue ahí. Están afrontando algo muy jodido, pero en algunos momentos sacan esa risa tonta incontrolable que les conecta con esas cosas de adolescentes que son las que tienen que vivir.

Hablaba de secuelas. ¿Ya nunca serán los adultos que iban a ser?

Posiblemente no. Pasar por esta enfermedad en la adolescencia es un mazazo de realidad. Maduran antes de tiempo. El cáncer les hace plantearse cosas que a su edad no deberían y eso les da una perspectiva diferente de la vida. Hay adolescentes que logran vivir de una forma más consciente, más vital. Los tratamientos dejan secuelas, como infertilidad o defectos físicos, desgracias que tienen que aceptar y con las que tienen que aprender convivir. No es fácil. He visto adultos jóvenes, de 26 o 28 años, que, libres del cáncer, tras ocho o diez años tienen que elaborar de nuevo ese proceso de enfermedad por las secuelas que les ha dejado.

Otro añadido: el físico, a esa edad, es muy importante.

Sí. Tu cuerpo está metido de lleno en una serie de cambios (aparece el vello, empiezan a desarrollarse ciertas partes, pegas el estirón) y tienes que afrontar una enfermedad que te va a dejar calvo y delgado, con esa anorexia característica de la enfermedad. Es demoledor.

¿Hay negación?

En todo proceso de enfermedad parte de la aceptación incluye estado de shock, incredulidad, esa sensación de «esto no me está pasando a mí». No nos engañemos, es una opción atractiva. Como una anestesia. El impacto emocional que genera que te digan que tienes cáncer es tal que tu mente necesita parar ese golpe como sea. Hay un primer momento de negación, pero una vez que entras en los tratamientos es inevitable asumirlo. La quimioterapia es para lo que es. La cirugía sirve para lo que sirve. Un trasplante de médula tiene el objetivo que tiene. Van aceptándolo poco a poco, avanzando en el proceso de convivir con la enfermedad.

Hablamos mucho de cáncer en adultos y en niños. Pero no en adolescentes. ¿No?

Sí. Es como si no quisiéramos mirar hacia esa etapa. Como adultos queremos olvidarla porque fue traumática o dura o por las tonterías que hicimos. Los niños con cáncer nos enternecen, los adultos nos preocupan, pero a los adolescentes, en general, lo dejamos de lado. Para el cáncer y para todo. El dramático, el pesado, el que pega portazos... Es una etapa preciosa, de construcción de uno mismo y llena de cambios. Siempre que he trabajado con adolescentes me ha encantado.

‘Polseres vermelles’ visibilizó mucho el cáncer en esa etapa. ¿Refleja bien lo que les pasa?

Sinceramente, creo que a veces se romantiza un poco este tema. He encontrado pocas películas o series que transmitan realmente la crudeza del cáncer. Ayuda mucho que exista ‘Polseres vermelles’ para que tomemos conciencia del proceso oncológico en adolescentes, pero se romantiza. Creo que se dulcifican demasiado ciertas cosas. Me gustó ‘Los principios del cuidado’, en la que el chaval usa el humor negro en el proceso de adaptarse al nuevo cuidador.

Cuando acaban el tratamiento, ¿viven esa adolescencia perdida?

A veces sí, pero depende de las dinámicas familiares. Si, por suerte, no tienen mucha consciencia de las consecuencias, en ocasiones vuelven como si nada y a los 18 años quieren vivir los 16. Me parece una opción estupenda, pero nos topamos con unos padres que pueden tener el síndrome de la espada de Damocles y que, para entendernos, no les dejan ni moverse. El conflicto que debía darse en casa a los 14 años lo viven a los 18, 19 o incluso 20. Y con el miedo añadido de la familia, que ha visto que pueden pasar cosas porque han estado a un tris de perder a un hijo y, claro, eso deja seculas en los padres, los hermanos, en la familia, en general. Tampoco hay que olvidarlos. Si en psicooncología normalmente ya tratamos de trabajar con toda la familia, cuando hay adolescentes o niños de por medio, con más razón. Casi te diría que hay que trabajar primero con los padres y luego con el hijo con cáncer.

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