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Semana Santa en Ibiza: la procesión inmóvil del viacrucis de Sant Antoni

La pandemia impide recorrer las 14 estaciones de la pasión tanto en el exterior como en el interior del templo. Los feligreses cantan los pasos como se hacía tradicionalmente en esta localidad

Viacrucis del Viernes Santo en Ibiza con pandemia incluida

Viacrucis del Viernes Santo en Ibiza con pandemia incluida José Miguel L. Romero

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Viacrucis del Viernes Santo en Ibiza con pandemia incluida José Miguel L. Romero

Semana Santa. Por segundo año consecutivo y como consecuencia de la pandemia, no hubo procesiones el Viernes Santo. Pero a diferencia de la Semana Santa de 2020, los feligreses pudieron asistir tanto a la celebración del viacrucis en el interior de los templos, por la mañana, como al oficio de la Pasión, a la hora nona, ya por la tarde. En Sant Antoni no se recorrieron las 14 estaciones ni en el interior de la iglesia: fue una procesión inmóvil.

Oficio de la Pasión en Sant Antoni (Semana Santa en Ibiza 2021)

Oficio de la Pasión en Sant Antoni José Miguel L. Romero / J.A. Riera

Francesc Xavier Torres Peters no ha vivido un viacrucis como mandan los cánones desde que es párroco de Sant Antoni. A saber: salida en procesión de la imagen del Cristo por el carrer Ample en dirección al Passeig de ses Fonts, lectura de cada una de las 14 estaciones en la calle, encuentro con la imagen de la Virgen en la calle Ramón y Cajal... Solía ser multitudinaria. El primer año, en 2019, cayó tal tromba de agua que tuvo que celebrarlo dentro del templo; el año pasado no pudo asistir nadie debido a la pandemia, y este se canceló el viacrucis exterior por, una vez más, motivos sanitarios. Si bien los feligreses sí pudieron asistir presencialmente esta Semana Santa a ese acto (se completó el aforo de la iglesia), no se recorrieron una a una las estaciones de su interior (fijadas ordenadamente en cada columna y al fondo de la nave, doradas, con cada paso pintado y explicado en caligrafía escrita con tinta negra), con el fin evitar contagios.

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Semana Santa 2021 en Ibiza J.A. Riera

La procesión fue, literalmente, por dentro. Y fue inmóvil. Había que permanecer quietos en los bancos y de pie (o de rodillas) de principio a fin. Eso sí, se cantó cada estación como se hacía tradicionalmente en este municipio: «Recuperamos las letras y la música hace dos décadas de viva voz, de mujeres mayores. La melodía es muy parecida a la del viacrucis de Sant Miquel», señala Marià Torres, que para cantar ayer tuvo que aprender de nuevo a tragar y a hablar tras enfermar de covid.

También fue excepcional la casa santa instalada en la capilla del Cristo: estaba decorada con una veintena de macetas de calas, mirto, ramas de mimosa y hortensias, pero faltaba la brulla, creada a partir de semillas de trigo o lentejas cultivadas durante al menos cuatro semanas en la oscuridad para que sus finos tallos crezcan blancos. Pero este año ni las llegaron a plantar ante la incertidumbre de si esta Semana Santa sería como la de 2020 o si se consentiría ya el acceso a los templos, según Toni Riera, que dirigió la decoración de ese monumento (práctica adquirida desde que era monaguillo).

El vicario se arrodilla y el párroco se postra al comienzo del oficio de la Pasión. J.A.RIERA

Durante la instalación de la casa santa se extrajo de esa capilla la talla de Santa Inés. La restauradora Nieves Peinado se encargará de recuperar el antiguo esplendor de esa imagen barroca: le faltan dos dedos de la mano izquierda, su cara necesita una limpieza y ha sido pasto de la carcoma. Posiblemente del siglo XVII, a Torres le sorprendió que bajo su vestido no apareciera un cuerpo tieso, sino cimbreado, quizás para dar sensación de movimiento, a lo que ayuda que, además, uno de sus pies se adelante al otro. Son muy curiosos, subraya el delegado diocesano de Liturgia y Patrimonio, sus zapatos, negros (acharolados), con hebillas y decoraciones doradas: «La clave está ahí», indica, para saber su procedencia y autoría.

Para que los fieles pudieran adorar el monumento, que será retirado hoy, la iglesia de Sant Antoni se mantuvo abierta desde primeras horas de la mañana hasta acabado el oficio de la Pasión (que comenzó a las seis de la tarde).

Una mujer canta una saeta al acabar el oficio. J.A.RIERA

La cruz gótica, una reliquia de cobre dorado que Torres data entre el siglo XIV y el XV y que se plantó junto al altar, fue tapada el Jueves Santo con un manto púrpura. El centro del presbiterio estuvo presidido por la imagen de Cristo (sin velar durante el viacrucis, cubierto al acabar), que otras semanas santas era besada reverencialmente por los asistentes pero que esta, debido a las estrictas medidas sanitarias, fue «adorada a distancia y en silencio». Porque este año «todo ha sido más espiritual, menos sacramental», según Torres, que se encargó de retirar en tres fases el manto púrpura que tapaba al Cristo.

Junto a esa talla (de principios del siglo XIX y traída desde Barcelona) se colocó la imagen de la Dolorosa (de vestir, pues es sólo un busto), datada aproximadamente en 1780 (encargada por la cofradía del Rosario a un taller valenciano) y también restaurada recientemente por Nieves Peinado, que además de limpiarla, volvió a fijar sobre sus pálidas mejillas las lágrimas perdidas.

El oficio de la Pasión no comenzó a la hora nona (aproximadamente las tres de la tarde, cuando murió Jesús en la cruz, nueve horas después del amanecer) sino a las seis (la hora límite eran las siete de la tarde), para adaptarse a los parroquianos. Empezó y acabó en silencio (si exceptuamos cuando al final se escuchó un móvil con tonalidad melosa de reguetón), aunque, según la tradición, un obrero debería hacer sonar un palitroque a la entrada del templo, en sustitución de las campanas, que permanecen mudas hasta que repican a gloria.

Otra diferencia respecto a los años previos a la pandemia es que la nave se llenó de feligreses durante el oficio. Antes, la mayoría prefería ir a Vila o a Santa Eulària para asistir a las procesiones, canceladas desde 2020 y quién sabe hasta cuándo.

La casa santa de Jesús no se instaló este año en la capilla Fonda, como venía siendo habitual en las últimas tres décadas, sino en «donde había estado toda la vida», en la capilla de la Virgen del Carmen, la central de la parte izquierda de la nave. El párroco, Pedro Miguel López, dio además otra utilidad al altar de piedra de la capilla Fonda: expositor de la maqueta con seis pasos procesionales construida por él mismo.

Procesionarios a escala en la capilla Fonda

Jesús Procesionarios a escala en la capilla Fonda

La casa santa de Jesús no se instaló este año en la capilla Fonda, como venía siendo habitual en las últimas tres décadas, sino en «donde había estado toda la vida», en la capilla de la Virgen del Carmen, la central de la parte izquierda de la nave. El párroco, Pedro Miguel López, dio además otra utilidad al altar de piedra de la capilla Fonda: expositor de la maqueta con seis pasos procesionales construida por él mismo.

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