La Medalla d'Or que el Ayuntamiento de Ibiza entregó a los sanitarios el pasado de mes de agosto reposa, aún en su envoltorio de terciopelo, sobre un armario del despacho de la tercera planta del viejo Can Misses que ocupa Carmen Santos, gerente del Área de Salud de Ibiza y Formentera. «Ni de colgarla hemos tenido tiempo», afirma despejando la mesa de reuniones de su despacho. Bolígrafos, papeles, gel hidroalcohólico y una caja grande de clínex. «Hacen mucha falta, últimamente», afirma.

¿Se llora aquí últimamente?

Se llora, se ríe...

¿Está preocupada por lo que se le viene encima?

Más que preocupada, con la cautela de ver qué nos llega con la apertura de los colegios. Tenemos todos los dispositivos preparados. Se ha creado un dispositivo centrado en la enfermera gestora de casos que llevaba los de Pediatría, Mónica Yern, y hemos creado Educovid, con seis personas. Yern será la intermediaria con los centros escolares para dudas y problemas. Si hay un niño con síntomas se podrán poner en contacto con ella y, si fuera necesario, se haría una PCR. Y si hay un positivo se hará el rastreo a través de este dispositivo. La colaboración entre centros escolares, Salud y profesores tiene que ser muy estrecha en los meses que se avecinan para controlar y atajar rápidamente los positivos que puedan salir.

¿Hubiera tomado otras decisiones respecto al inicio de curso?

Hay que tener un fino equilibrio entre recuperar una normalización de la vida y la situación sanitaria. Los niños necesitan volver a su normalidad. Es una decisión que había que tomar. Ya veremos el impacto que tiene. Los colegios están bastante bien organizados. Hemos hecho reuniones con ellos sobre medidas de protección, tienen muy bien aprendida la lección y ése es un paso muy importante para, en caso que se detecte algo, atajarlo inmediatamente. Aquí las familias deben tener mucha implicación. No es sólo el centro. Las medidas de prevención tienen que trasladarse fuera del colegio. Es lo que intentaremos ir inculcando.

Los grupos burbuja del colegio se rompen en el parque, si hay hermanos, en las extraescolares...

La responsabilidad máxima es individual. Las familias deben saber que los niños necesitan su momento de ocio y relación con otros niños, pero siempre con unos límites. Hay que pensar que son un vector de transmisión. Y si entran en contacto con una persona mayor, con factores de riesgo, puede contagiarse y necesitar ingreso hospitalario. Y a partir de ahí, el desenlace es incierto.

O sea, que se prepara para un aumento de casos quince días después del inicio de curso.

Confiamos en que no sea así, pero en algún momento, en alguna clase, en algún grupo burbuja tendremos que intervenir. Es lógico. Están incrementándose los casos y es lógico pensar que un niño o un profesor pueda dar positivo y tengamos que poner en marcha este dispositivo.

Sabiendo lo que pasó en la primera oleada, ¿teme lo que pueda pasar en dos meses?

Dentro de dos meses estaremos con el cambio de clima y la aparición de enfermedades típicas de invierno: patología respiratoria y gripe. Eso, que se va a sumar al Covid, nos va a complicar más la atención a los usuarios. Tendremos que hilar muy fino para diferenciar de qué se trata en cada momento y poner en marcha los recursos para dar la asistencia adecuada a cada patología. Nos esperan unos meses difíciles. Ya de por sí en esas fechas hay un incremento de demanda asistencial y junto al coronavirus esperamos una mayor tensión asistencial en todos los niveles: hospital, primaria y urgencias.

Ya ahora es difícil acceder a los centros de salud y las listas de espera se han disparado.

Esto es un encaje de bolillos. Atención Primaria será la primera en recibir los casos. Se han elaborado dos recorridos: uno para atención respiratoria y otro para el resto de patologías, que siguen existiendo. Esto hace que se tensionen los centros de salud y exista esa percepción de que el acceso no es tan fácil como antes. Estamos trabajando mucho para crear recursos. Hemos puesto en marcha el teléfono InfoCovid para resolver dudas y consultas concretas sobre positivos y asintomáticos. También más atención domiciliaria. Y telemedicina. Se están montando conferencias para que la entrevista clínica sea visual, lo que ayuda al diagnóstico. Se está intentando disminuir la parte más burocrática, como la renovación de recetas, que durante el periodo pandémico se hacía automáticamente. Ahora vuelve a ser así. O reducir el papeleo de la notificación de nuevos positivos. Que el tiempo que el médico de familia dedica a eso lo dedique a la asistencia. Es una situación complicada para los usuarios, pero también para los profesionales, a los que hay que agradecer el esfuerzo que están haciendo ya en este momento y que probablemente será mayor. Están haciendo horas extraordinarias, alargando jornadas... Un esfuerzo inmenso. Todos.

¿Y en asistencia hospitalaria?

Estamos intentando contener la hospitalización para evitar extender a otras plantas la zona Covid. Esto implicaría que especialidades diferentes de Medicina Interna colaborasen en el manejo de los pacientes con coronavirus ingresados. Eso implicaría sacarles de sus consultas, reducir sus agendas o, incluso, anularlas. Ya estamos en una situación muy cercana a eso. Entre Ca na Majora y la planta F tenemos más de 50 pacientes ingresado y esto hace que hayamos tenido que pedir refuerzo de otras especialidades para hacer frente a toda esta demanda asistencial. Intentamos que sea el mínimo tiempo y con el mínimo personal posible para que el resto de patologías puedan seguir teniendo acceso a sus consultas y a sus especialistas.

¿Se mantendrán los quirófanos abiertos?

Eso nos lo marca el grado de ocupación de la UCI. Ahora tenemos cinco pacientes Covid. Éste es nuestro punto de inflexión. Con un caso más quedará toda la UCI para pacientes con coronavirus y los que requieran cuidados intensivos por otra patología pasarán a Cirugía Mayor Ambulatoria (CMA). Si necesitáramos ampliar aún más la UCI ocuparíamos quirófano. Ahora no estamos a un rendimiento quirúrgico total, no por el Covid sino por plantillas que están sin cubrir, pero si se diera esa situación tendríamos el problema añadido de tener reducir la actividad quirúrgica porque los quirófanos estarían ocupados por pacientes de UCI. Además, el personal de quirófano, junto con el de intensivos, se encargaría de atender a esos pacientes. Es un esquema complejo, un efecto mariposa.

¿Han cambiado los planes de contingencia en estos meses?

Hemos cambiado alguna cosa. Ca na Majora nos ha salvado la vida, nos ha dado mucho aire con los pacientes más vulnerables. Nos ha permitido trasladarlos aquí para que tengan un tratamiento de calidad y humano. Con un equipo con un compromiso enorme. Eso lo mantenemos. En la expansión de UCI, en cambio, ha habido cambios. Hemos montado un nuevo box, tenemos 15 con alta tecnología. Antes se amplió a Reanimación y ahora a la CMA por una mejor configuración del espacio. Hemos ampliado las Unidades Volantes de Atención al Coronavirus (UVAC). Empezamos con cuatro y tenemos diez: cuatro avanzadas con médico y enfermera, cuatro básicas con enfermeras y auxiliares de clínica, una en Formentera y la exprés. Este último fue uno de los dispositivos estrella de la primera oleada y lo mantenemos porque nos ha permitido sacar miles de muestras.

¿Hay más respiradores?

Sí. En cuanto a equipamiento estamos mucho mejor. Partíamos de 26 respiradores y tenemos 42. Podemos garantizar que los pacientes tendrán la atención adecuada en todo momento.

¿De equipos de protección individual (epi) cómo vamos? Su falta fue una de las principales denuncias de los sindicatos.

Tenemos un stock que gestionamos semana a semana y tenemos para muchas. Reponemos semanalmente lo que consumimos y en el almacén general tenemos stock para entre cuatro y ocho semanas. Para diferentes dispositivos. Diferentes tipos de mascarillas, buzos... Además, hay un stock de emergencia. Si tuviéramos un pico brutal de necesidad de recambios de epis ahí tenemos todo tipo de material para un mes, como mínimo. Nuestra prioridad es la protección de los profesionales tanto en el trabajo como en el medio externo, en sus vidas. Les damos unas indicaciones para que sean conscientes en sus vidas privadas de que las relaciones sociales son las que están haciendo que las personas se contagien.

La segunda oleada se esperaba más tarde. ¿Por qué cree que se ha adelantado?

Me ciño a las cifras. Sé que a principios de agosto teníamos tres o cuatro pacientes ingresados y a día de hoy son más de 50 en planta y cinco en la UCI. Mientras hemos estado confinamos la transmisión ha sido mínima. Hemos sido una isla privilegiada, con unas cifras muy inferiores al resto de España e, incluso, a nivel balear. En el momento en que ha habido esa apertura creo que nos hemos relajado al pensar que aquí no había llegado. Hay que buscar un equilibrio entre la salud y nuestra economía, el motor económico que es el turismo. No podíamos cerrar las fronteras todo el año. Si no hay economía no hay vida. Nos tenemos que mover en esa fina línea. Creo que ha habido relajación. Este verano podías ver gente paseando sin mascarilla. Ha habido una actitud muy laxa entre la población.

Mucha gente denuncia que, siendo positivos, no se les rastrea.

Tenemos muchos casos positivos diariamente y de cada uno hay que hacer el rastreo de 4,7 personas. Los rastreadores trabajan doce horas diarias. Hemos pasado de doce a más de veinte, hemos incorporado a personal médico y de enfermería que se encontraban de baja y estamos intentando dar salida a todas las llamadas. Hay que hacer un llamamiento a la población para tranquilizarles, no estamos haciendo las llamadas cada 24 horas sino cada 72. No hay riesgo si les llama cada 72 horas, son leves o asintomáticos y si ellos detectan síntomas está el 061 y los médicos de familia.

También que habiendo sido contacto estrecho de un positivo no se les hace PCR.

Manda la Salud Pública. Si hay un positivo rastreamos a este positivo y nos dice con qué contactos estrechos ha estado las 48 horas previas. Los de una semana antes no entran en el rastreo ni las pruebas, sólo los de 48 horas antes de que aparezcan los síntomas o se diagnostique el positivo.

Mucha gente quita importancia a los fallecidos con coronavirus si son mayores o tienen patologías previas.

La vida humana está por encima de otra circunstancia. El trato, el tratamiento, la calidad humana, la atención, las necesidades... Sea una persona dependiente o autónoma las tenemos que preservar hasta el final de su vida. Poner un límite de edad a partir del cual ya no se le tiene que tratar o prestar los cuidados que requiera, no entra, como sanitarios, en nuestra ética y moral. La ética y la moral que tengan otras personas...

¿Por qué cuesta tanto hacer entender a algunos que esas personas, por mayores o enfermos que estuvieran, no habrían muerto sin la aparición del virus?

La forma en la que evoluciona el virus depende, sobre todo, del estado basal de la persona. La edad ya es una fragilidad, independientemente de que tengan factores de riesgo, como hipertensión o diabetes. No por ello abandonamos a estas personas. Al revés, requieren unos cuidados mucho más específicos, más adaptados, cuidados del día a día, y se los damos. Necesitan acompañamiento, soporte emocional, no sentirse solos, pero también un tratamiento y unos recursos. Y los sanitarios estamos ahí para suministrárselo. En ningún caso se decide que como tiene equis años no se le va a dar ningún tratamiento. No somos dioses ni jueces. ¿Quién decide hasta dónde podemos o no mantener la vida de una persona? Velamos por la salud en todo momento. Además, muchos con edades muy avanzadas se han curado. Algunos, después de haber estado mucho tiempo aquí y tras pasar por varios servicios.

¿La gente ha dejado de ir al médico?

Hay estudios que demuestran que la gente, por miedo al contagio, ha dejado de ir al médico. También se ha demostrado que ese miedo puede traer consecuencias, sobre todo en personas que sufren enfermedades crónicas y necesitan revisiones. Estamos trabajando para que los usuarios no dejen de contactar con la asistencia que necesitan, sea Atención Primaria, especializada o Urgencias. En julio, en los centros de salud se hicieron 110.000 visitas, el 57% de ellas presenciales.

Los contestadores automáticos, la telemática, las videollamadas... ¿Se olvidan de gente mayor que no puede usarlos?

Lo estamos paliando con enfermería y el programa de cronicidad. Durante la pandemia perdimos los cupos, todos los pacientes eran de todos y se perdía el referente. Ahora los hemos recuperado y esto significa que el paciente sabe quién es su enfermera de referencia y su médico de referencia. Estamos tratando de aumentar la búsqueda activa de estos pacientes. Los profesionales saben qué pacientes pueden usar estos circuitos telemáticos y cuáles no.

En la primera oleada se paralizó la asistencia hospitalaria no urgente. ¿Puede repetirse esto?

Intentamos que no, pero todo depende del número de pacientes hospitalizados. De hecho, uno de los motivos de cambiar la expansión de la UCI de Reanimación, que obligaría a cerrar todos los quirófanos, a Cirugía Mayor Ambulatoria es precisamente evitar esto. Así, al paciente de cirugía en vez de en la unidad de CMA, lo ingresamos en planta y no tenemos que cerrar quirófanos. Y en el caso de consultas externas, si tengo que usar a los especialistas para dar apoyo a plantas de Medicina Interna, tendré que cerrar o disminuir sus consultas. Estamos intentando que esto no ocurra, pero dependerá del grado de hospitalización de los pacientes con coronavirus.

¿A cuántos profesionales contrataría si no dependiera de presupuesto y disponibilidad?

Sobre todo de las especialidades que están más dedicadas a la patología que nos ocupa ahora: neumólogos, internistas y sobre todo médicos de familia para Atención Primaria y para Urgencias. Anestesistas también, pero no por Covid, sino por nuestra carencia, que viene de lejos. Durante este tiempo hemos hecho unos mil contratos: más de 700 para el hospital y 230 para Primaria. Hemos contratado especialistas: otorrino, ginecólogo, psiquiatra, psicólogo clínico, cirujanos generales, cirujano maxilofacial, geriatra, pediatra, anatomopatólogo, bióloga molecular... Con esto estamos cubriendo huecos de bajas laborales, personas que se han ido, maternidades, paternidades, reducciones de jornada...

¿Se ha quedado pequeño el laboratorio?

Lo hemos podido ampliar y montar el de biología molecular. Ha sido un avance muy importante, podemos hacer las PCR aquí, sólo en agosto hemos hecho unas 8.000. Necesitaríamos más microbiólogos, pero hemos conseguido una molecular especializada en la técnica de PCR. No estaba proyectado el laboratorio para una pandemia.

¿Está al límite?

Procesamos unas 600 muestras diarias, hay días que 800. Por horario, sólo nos queda la noche, pero tampoco sabemos cuánto puede aguantar la máquina trabajando 24 horas al día cada día. Nos preocupa, una avería nos devolvería al punto cero.

¿Ha cambiado el perfil del ingresado?

Ha bajado un poco la media de edad, unos 62 años, y básicamente es un varón que ingresa con neumonía como consecuencia del Covid. En la UCI la edad es más avanzada. El tiempo que pasan ingresados es menor, la evolución está siendo mejor.

¿Atienden pacientes de la primera oleada por secuelas?

Tenemos sólo una persona de la primera oleada que reingresó por una neumonía y está aún aquí .

¿Están llegando las patologías graves? ¿Se están diagnosticando?

Tenemos accesibilidad abierta a todas las consultas de especialidad y pruebas radiológicas. Esto no depende no sólo ya de nuestra capacidad para llegar a todos ellos sino de la contención que está haciendo la gente quedándose en casa. Nos preocupa. A todo el que toca a nuestra puerta le damos una respuesta. Oncología, salvo por una reducción de jornada, ha trabajado en todo momento al cien por cien. Hematología, igual. Y el hospital de día también.

¿Cerrarán el hospital a visitas?

Lo hemos limitado ya a una persona por paciente. Habíamos detectado que personas negativas empezaban con síntomas. ¿Qué ha pasado? Pues mucha familia, todos a la vez, algunos sin mascarilla... Eso obliga a ver qué personal ha estado en contacto con ese paciente y retirarlos de la asistencia. Es un golpe tremendo. Hemos suprimido las mesas informativas, los voluntarios, y hasta la entrada de proveedores. La cosa se había relajado tanto que había pizzeros repartiendo por las plantas.

Cada vez hay más gente que niega el virus. ¿Qué les diría?

Veo que en agosto tenía tres pacientes y esta semana más de 50. Y 800 en sus casas. Algo está pasando. Algo hay. Mientras estuvimos confinados o con mascarillas vimos algún caso, pero no un número tan elevado como los que diagnosticamos ahora. Les pido una reflexión. Que piensen en quienes les rodean, en los mayores, en personas con patologías. Les pueden contagiar involuntariamente y las consecuencias pueden ser graves.