Un sólo dato describe la profunda herida social y económica que está provocando la pandemia del coronavirus en Ibiza: en cinco meses, Cáritas ya ha distribuido entre familias necesitadas la misma cantidad de alimentos (100 toneladas) que en todo el año 2019. Todo indica, y su coordinador general, Gustavo Gómez, alertó de ello ayer en rueda de prensa, que esa cifra se multiplicará en poco tiempo: «Estamos en mayo y ya vamos por las 100 toneladas. En cinco meses. Haciendo una mínima proyección, salen números escandalosos para todo 2020», advirtió durante la presentación de la Memoria Social de Cáritas correspondiente al año 2019.

No es el único dato preocupante: si Cáritas atendió en 2017 a 1.443 personas y a 1.800 en 2018, el pasado año esa cifra ascendió a 1.953, un 8,5% más. Hasta mayo de 2020 ya son 1.339 ciudadanos: «Este año habrá un 50% más», unas 3.000 en total, calcula Gustavo Gómez, que asegura que de los que han pasado este año por sus instalaciones, «la mitad (624) son nuevos», gente que «nunca había acudido a los servicios sociales. Eso define la magnitud de este problema».

El temido otoño

El temido otoño

Hasta ahora, la pobreza sólo ha asomado la cabeza. En otoño e invierno, cuando acabe esta atípica temporada, llegará lo peor, un tsunami de miseria que podría afectar a miles de personas en esta isla: «Será complicado. Aunque ahora -señala Gómez- se reactive a medio nivel el turismo, los trabajadores no podrán acceder luego a ayudas, pues no habrán cotizado todo el tiempo necesario. Máxime en Ibiza, donde ya pasaba eso los años en que se trabajaba en verano a tope». Cáritas confía en que «el apoyo de la sociedad y de la administración no se diluya en el tiempo», pues van a pasar muchos meses, quizás años, hasta que esta situación se normalice.

Actualmente, «unas 70 personas hacen cola» a diario ante Cáritas para recoger alimentos: «Cada día se vacía el almacén. Está siendo un periodo complejo». Y hay «otras 40 o 50 que llaman cada jornada porque no pueden pagar el alquiler o porque no tienen dinero para comprar». Se repite, pero multiplicado, el drama de la crisis de 2008. Reciben, en ese sentido, «multitud de peticiones económicas», que abarcan incluso gastos farmacéuticos. También les llama mucha gente que ha sido incluida en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE), porque necesitan asistencia psicológica («hay muchos así»), para completar la documentación que les exigen por ser emigrantes, para saber cómo pueden cobrar el ingreso mínimo vital? «Hay ahora muchas aristas de un problema que intentamos atacar. No sólo podemos centrarnos en los alimentos», señala Gómez.

Precisamente, el coordinador de Cáritas aplaude que el Parlamanto haya aprobado ese ingreso mínimo: «Llevamos más de 20 años pidiéndolo. Ha cristalizado al fin y equiparará muchas cosas. Pero tendrá que encuadrarse en una estrategia de más recorrido, con oferta de empleo, por ejemplo». Criticó a quien se refiere a esa ayuda como «paguita». «Hay que ir con cuidado con los discursos políticos en ese sentido», advirtió. Cree que es «una ayuda muy eficaz» y que permitirá «recortar la desigualdad». Para Joan Marí, director de Cáritas, «ha sido una gran noticia, sobre todo por el milagro de que se haya aprobado sin votos en contra. Hasta el Papa reclamó esa renta».

Gómez recordó que venimos «de una crisis, la que comenzó en 2008, en la que ya muchos quedaron en el camino y cuyos brotes verdes no se notaron en las capas más bajas». De ahí que exija al Gobierno y al resto de administraciones locales que en esta ocasión «no haya respuestas excluyentes. Estamos a tiempo para que esto cambie y se enfoque de otra manera».