El exempresario Juan Manuel Periche (Jaén, 1955), un hombre de 64 años de edad que padece el mal de Parkinson y que se quedó en la calle al ser desahuciado de su vivienda el pasado mes de mayo, intenta renacer de sus cenizas. La ilusión por el proyecto que tiene en mente le ayuda a sobrellevar su enfermedad y le empuja a superar el pasado.

En los primeros años del siglo era el propietario de una empresa con más de 600 empleados en Ibiza. Finalmente, el 17 de mayo se quedó en la calle. Perdió el tríplex de es Viver en el que vivió más de 20 años y se tuvo que ir a una pensión. Bajo un estrés semejante, el mal de Parkinson se agravó hasta el límite.

«En 2006, durante los años de construcción de las autopistas del aeropuerto y de Sant Antoni, llegué a tener 635 empleados en mi compañía», recuerda Periche. «Mi empresa se llamaba Construcciones y Proyectos Lirmo S. L. y trabajamos haciendo las autopistas, pero en 2008 explotó la burbuja y me pilló con dos pagarés sin fondos», relata. «Soy una víctima de la crisis y del abuso de las contratas», resume. «Cuando llegó el mes de diciembre de 2008 y tenía que pagar el finiquito de los trabajadores, el sueldo del mes y la paga de Navidad, me vi con dos alternativas: o pagar a Hacienda o pagar a los trabajadores, y decidí pagar a los empleados», rememora.

La deuda con Hacienda fue aumentando con los intereses y «llegó al millón de euros», segün Periche), así que la Agencia Tributaria expropió la vivienda. Hace dos años la sacó a subasta y la compró el nuevo propietario, un empresario extranjero con varias tiendas en la isla. Este hombre inició el proceso de desahucio que concluyó el 17 de mayo. Periche se fue de su casa unas horas antes de que llegara la comisión judicial que debía expulsarle.

Esa mañana, en la calle, pendiente de ir a instalarse en la pensión que sería su casa, los temblores eran más fuertes que nunca. Cada paso era una batalla que ganaba a duras penas. Ayer, cinco meses después, los temblores seguían siendo muy fuertes, pero sonreía.

Después de quedarse en la calle pasó un tiempo en una pensión. Se tuvo que ir porque era demasiado cara y encontró una habitación en Cala Llonga para compartir con otras tres personas. Los cuatro dormían en literas. Después de dos noches en ese lugar se marchó porque consiguió alquilar un piso en Oviedo, una ciudad que ya conocía porque había trabajado allí antes de venir a Ibiza en los años 80. Periche también trabajó en Francia como montador de cabinas de aviones y espera una pensión. «En Oviedo alquilé un piso durante dos meses por 450 euros al mes, una vivienda en muy buenas condiciones. de lujo, en una buena zona», explica Periche. Ahora reside en una pensión en Sant Antoni por 15 euros al día. Pero lo que Periche ha venido a contar es otra historia. Un proyecto que leva tres años preparando y para el que ahora está buscando inversores. Se trata de un restaurante de lujo que ubicaría en una de las zonas más altas de la ciudad de Ibiza, con una vista que abarca desde Jesús hasta el Parque Natural de ses Salines.

Lo tiene todo muy estudiado. Viajó a Argelia para comprar las palmeras que recorrerían la carretera de subida hasta el restaurante. También viajó a Bangkok para cerrar la adquisición de una parte de la infraestructura necesaria de este «gran proyecto» que, en algunos de sus detalles, prefiere mantener en secreto, y que según sus cálculos facturaría unos 300.000 euros diarios.

Sólo música clásica

No habría ruido en su restaurante. Dentro del local sólo se escucharía música clásica y en el exterior, quien quiera música, se tendría que colocar unos auriculares inalámbricos. Cuando, en mayo pasado, a petición del propio Periche, este diario publicó su caída en desgracia tras el desahucio, la Fundación Julián Vilás Ferrer se puso en contacto con él a través de Diario de Ibiza para ayudarle a sobrellevar su enfermedad. «Me ayudan mucho, la verdad», dijo ayer Periche.

También le llamaron del despacho de abogados de José María Costa para ayudarle a buscar un alojamiento y ponerse a su disposición «para lo que necesite». Ahora Periche espera otro tipo de llamadas: las de los inversores.