La caravana donde el viernes fue levantado el cadáver de un británico de 51 años es un viejo modelo Hymercamp. A falta de los resultados de la autopsia, la inspección inicial no presenta indicios de que se trate de una muerte violenta.

El frontal del vehículo luce 38 pegatinas de campings de la costa mediterránea, desde Grecia a Gibraltar. Está completamente desvencijado, pero sorprende que la matrícula no parece antigua.

«Esa matrícula es alemana, los números de arriba a abajo indican el día, mes y año: 5 de mayo de 2014». Lo aclara un turista de ese país que ha aparcado cerca. No tiene ni idea de ninguna muerte en ses Variades y es la única persona visible al mediodía en este páramo de 8,8 hectáreas, salvo los operarios que arreglan el escenario de los dj de la BBC1 frente al mar.

Justo al lado, en dirección al colegio Cervantes, se encuentra la vieja estructura militar conocida como 'el tanque' y un par de sabinas. Sólo hay sombra allí y en otro par más de arbustos a 20 metros, en un extremo de la zona delimitada como aparcamiento. Allí se cobija un magrebí de mediana edad. «¿El de esa caravana? No sabía que hubiera muerto?». Parece más aturdido de lo que estaba inicialmente. «Se llamaba Patrick, tenía problemas con la bebida, me saludaba a veces, pero no hablaba».

Tampoco saben mucho más de Patrick en el centro de día de Cáritas, aparte del nombre, su adicción a la bebida y que era una persona muy huraña. «La gente que vive en esas caravanas más apartadas tiene un perfil muy marginal», cuenta un usuario que acaba de llegar para el servicio de comedor.

Sofía, una voluntaria, recuerda que tenía una mascota. «Una vez, uno de los usuarios fue a dar un poco de comida al perro, pero él salió de la caravana y empezó a chillarle para que se fuera». «Tampoco vino nunca aquí para usar las duchas ni recoger comida», se sorprende. Varias de las personas presentes en Cáritas vieron cómo el viernes, junto a la caravana, agentes de la Guardia Civil inspeccionaban la zona junto a la ambulancia medicalizada del Ib-Salut, que recibió el aviso a las nueve menos diez de la mañana. El cadáver fue levantado cerca de las doce.

Entre la veintena de caravanas y numerosas furgonetas habilitadas como dormitorio que se encuentran en ses Variades destaca, por su pulcritud, la de Jossie, una británica de aspecto hippy que aparece tras una cortina de pareos. Lleva todo el verano moviendo su vehículo de un lado a otro para evitar las multas y volvió la noche anterior al aparcamiento de 'el tanque'. Vio alguna vez a Patrick, pero creía que sólo cuidaba «al perro de esa caravana, que ladraba mucho».

En la cercana calle Vara de Rey, un operario de limpieza explica que, junto a esa caravana, siempre había «botellas de alcohol y envoltorios de medicamentos de los que toman los yonkis con la bebida», pero tampoco pudo hablar nunca con Patrick.