Ha sido un año extraño para el turismo. Cuando dos elementos amenazaban con perturbar el imparable progreso de esta industria: la implantación, por segunda vez, de una ecotasa y la salida del Reino Unido de la Unión Europea decidida por sus ciudadanos en referéndum, la economía se ha comportado como el año pasado, batiendo récords.

El impuesto sobre el turismo sostenible fue aprobado finalmente por el Parlament el 22 de marzo, aunque no empezó a cobrarse hasta el 1 de julio. La nueva ecotasa salió adelante pese a los votos en contra de PP y de Ciudadanos, y la polémica se ha centrado estos meses en el reparto del dinero que se recaude.

A Ibiza le corresponden 4,3 millones pero el Consell y los ayuntamientos han presentado al Govern 18 proyectos con un presupuesto global de 19,2 millones.

Y qué decir de los efectos del temido Brexit. Los responsables del turismo pitiuso se temían lo peor: una posible recesión de la economía británica por la devaluación de la libra y el encarecimiento de los precios amenazaban con provocar un descenso en la llegada de turistas de este país. Incluso una caída del gasto por visitante británico.

Nada de esto se ha producido. El Consell de Ibiza, durante la feria londinense World Travel Market en noviembre, anunció que el año próximo y por primera vez, la isla podría alcanzar la «cifra simbólica» del millón de turistas británicos.

La confirmación de que el Brexit finalmente no ha afectado a la relación turística entre este país y las Pitiüses llegó desde el aeropuerto. En el mes de septiembre, el mercado británico generó 320.355 pasajeros hacia Eivissa, lo que representaba un incremento del 7,1% con respecto al mismo mes de 2015.