Le puede pasar a cualquiera. En ocasiones la información que llega a tus manos parece tan veraz y certera, que unos cuantos documentos y la sensibilidad propia como comunicador en un caso en el que está involucrada una niña enferma, acaban de afianzar la noticia.

Pedro Simón, el periodista de El Mundo que lanzó la información sobre la historia de Nadia, la niña de 11 años que padece una enfermedad genética, y que para cuya cura era necesaria una complicada operación en Houston, se creyó todo lo que decía el padre. Y es que Fernando Blanco, quien vivió en Ibiza a finales de los 90, dejando una hipoteca sin pagar, convenció a Simón de que Nadia estaba al borde de la muerte y que para sobrevivir hacía falta operarla en EE UU.

A partir de ahí la rueda comenzó a rodar y todos los medios de comunicación se hicieron eco de la historia para que Fernando pudiera recaudar el dinero necesario con el que operar a su hija. Pero ayer El País publicó una información en la que se asegura que, a pesar de que Nadia es verdad que está enferma, su tratamiento no requiere de la operación que se ha hablado y no se encuentra al borde de la muerte. Pero Fernando ha recaudado, para ese tratamiento fantasma, más de 150.000 euros en pocos días.

Reproducimos a continuación las disculpas que ha publicado el periodista Pedro Simón, quien se siente engañado y, lo peor, es que siente que ha engañado a sus lectores. Pero, como ya hemos dicho, le puede pasar a cualquiera.

DISCULPAS Y GRACIAS, por Pedro Simón

Conocí a Fernando, a Marga y a Nadia en Madrid hace casi cinco años. Ellos vinieron a explicarme la gravedad de la enfermedad de su hija, traían mucho miedo en el cuerpo y una carpeta llena de documentos aclaratorios que en su día miré. Hubo un momento en que Fernando me dijo la edad de la niña. Ya no hubo manera de pasar de aquella cría: Nadia tiene la misma edad que mi hijo.

Yo decidí contar su historia al igual que -antes o después- lo hicieron todas las televisiones nacionales, la inmensa mayoría de los periódicos -incluidos los que ahora cuestionan la totalidad del relato-, las webs de información general y hasta varios medios de titularidad extranjera, entre ellos la BBC.

Después de aquello mantuvimos el contacto. Cada vez que Fernando venía a Madrid procuraba verme. Me contaba noticias de Nadia. Hace un mes me pidió que le volviera a ayudar: había novedades y nos las quería contar a un grupo de gente. Al publicista Jorge Martínez (que dinamizó la historia en redes sociales), a compañeros de otros medios, a mí mismo... Esta vez viajé a Fígols i Alinyà (Lleida) y pasé un día con ellos. Hasta dormimos en su casa. Una casa donde sólo se transpira una obsesión un tanto tétrica: tratar de salvar a la hija.

Nada de lo anteriormente escrito es excusa. Un periodista debe mantener cierta distancia, no bajar la guardia, verificar todo. Esta vez no lo hice: este periodista cometió varios errores importantes en la información del sábado. Di por bueno (iba a escribir dimos por bueno para refugiarme detrás de un plural retórico) varios datos que me contó Fernando y que -a diferencia de otros aspectos- no corroboré como debía: el nombre de un supuesto doctor americano, determinados viajes al extranjero y el verdadero grado de la enfermedad de la niña, que es real.

Yo no sé qué locuras sería capaz de hacer por tratar de salvar a mi hijo. Las que haya hecho Fernando -exageración o utilización de los medios- sólo las conoce él.

Mis padres me enseñaron dos cosas que hay que decir: gracias y perdón. Yo quiero darle las gracias a mi periódico por dejarme publicar estas líneas. Y también pedirle perdón a los lectores de EL MUNDO y a los compañeros por un error impropio de alguien que lleva ejerciendo la profesión 25 años.