­Cientos de personas abarrotaron ayer a última hora de la tarde la iglesia de Santa Creu, en pleno centro de Ibiza, para rendir un último homenaje a Ada Benítez, en un servicio religioso, en el que también participó el Coro del Patronato de Música d´Ibiza, patrocinado por las amigas y compañeras de trabajo de la mujer asesinada el pasado 17 de septiembre por Julio Ernesto Martínez. Tras el sentido acto, los allegados de la joven leyeron una emocionante semblanza de su amiga.

El párroco de Santa Cruz, Juan Miguel Planells, expresó desde el púlpito su rechazo al asesinato de Ada, unos hechos que calificó de «horror, un desprecio a la dignidad de la mujer y a la inviolabilidad de la persona». El sacerdote insistió en que su muerte «no puede dejar indiferente» y mostró su solidaridad con los compañeros y amigos de la víctima. Su muerte es «una vergüenza para todos los habitantes de Ibiza», un lugar «de paz» donde «distintas formas de vida han encontrado su lugar».

Por ello insistió en el «quebranto y la tristeza» que debe compartir la sociedad ibicenca con los que sufren el dolor de su pérdida, «especialmente los que la conocieron». «Sentimos la agresión como propia; en el cuerpo de Ada todos hemos sido atacados», siguió Planells, en una condena que extendió a todos los crímenes sobre la mujer.

El párroco invitó también «a mirar al futuro» para abordar la «enorme» tarea de educación y concienciación para erradicar esta violencia. «Las instituciones y las personas hemos de implicarnos», arengó antes de recordar que «toda vida humana es sagrada». También alabó la decisión de Govern, Consell y Ayuntamiento de asumir la repatriación del féretro de Ada: «Me parece una decisión absolutamente justa y maravillosa.

Quizás sea, con tristeza, el dinero mejor gastado en mucho tiempo», agradeciendo «la bendita idea» al autor «de este acto de humanidad».

«Mira cómo está la iglesia hoy», dijo Planells a Juan, el hermano de Ada, sentado en primera fila, antes de encargarle que le explique a su sobrina, huérfana desde hace una semana, que su madre «fue una persona entrañablemente querida, amada y respetada en Ibiza».

Planells despidió la misa aunque invitó a seguir en el templo para escuchar después a Cristina Costa, la hija de una compañera de trabajo de Ada. A ella, muy emocionada, le tocó el trance de «prestar» su voz a quienes ayer estaban peor, «sin habla», de tanto llorar su pérdida.

«Hace una semana que nos abrieron una herida que jamás cerrará», leyó antes de recordar los diez años que pasó Ada en Ibiza, hasta su muerte, cómo se ganó el cariño de sus vecinos y compañeros, su carácter alegre y cariñoso y su espíritu trabajador que la hacían «una persona maravillosa». Para la propietaria de la tienda Torres Costa, Ada fue «mas que una hermana pequeña» y se convirtió en «un apoyo imprescindible», además de amiga y confidente para las propietarias de S´Hort Nou, donde trabajó hasta su asesinato.

«Para todos Ada transmitía siempre optimismo y alegría» a pesar de los reveses que ella misma sufriera, recordó Cristina. «Es difícil aceptar que una persona tan buena y querida se vaya de una forma tan trágica», pero les queda el consuelo de «todo el cariño» que han recibido los que lloran su muerte. Es «el reflejo de lo que Ada sembró en cada uno día a día».