Con espacios públicos para pasear. Con alguna tienda o cafetería en la que llenar la nevera o el gaznate. Sin cables ni postes de la luz estropeando la postal. Fachadas blancas en contraste con rojos tejados. Cuesta imaginar que esta definición corresponde a la «degradada y problemática» manzana del barrio de sa Penya comprendida entre las calles Alt y Retir, pero así es como se la han imaginado los técnicos, básicamente arquitectos, del Ayuntamiento de Ibiza y de la conselleria balear de Territorio, Energía y Movilidad. No ha sido fácil.

«Partimos de una edificación en estado muy deteriorado pero con un eminente valor patrimonial», apunta, apoyado con las imágenes de un PowerPoint, Raimon Ollé, arquitecto municipal, que matiza que no sólo se rehabilitará «el cuerpo edificado», sino también el espacio viario. Y esto último, destaca, es toda una «oportunidad única» para cumplir, por fin, con «un antiguo condicionamiento» nunca cumplido del Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri) de Dalt Vila: eliminar de la vista cables, postes de luz y cualquier rastro de suministros.

El arquitecto explica durante la presentación del proyecto en Can Botino que hasta ahora no se podía hacer porque requería «la intervención y participación de particulares», condicionante, éste, «insalvable». Ahora, en cambio, se podrá llevar a cabo «de golpe». Ollé habla de cables y de tuberías cuando el alcalde le interrumpe con algo que le preocupa: «Las casas tendrán que tener Internet».

El esponjamiento de la zona llegará por «el extremo de levante», es decir, la parte más cercana al acantilado. Ahí está previsto derribar «dos o tres» viviendas para ampliar el espacio público. Algo muy necesario para dar aire a un barrio «patológicamente denso». La actuación está consensuada con los servicios de Patrimonio, aclara el arquitecto: «En principio, las alineaciones no se pueden modificar, pero la ampliación del espacio libre compensaba con creces el derribo».

Junto a esta zona diáfana se ubicarán los bloques de la manzana que se reservarán para equipamientos. «Servicios que no son viviendas y puede haber en cualquier barrio», según la definición del alcalde, Rafa Ruiz. «Comercios y otras variantes que aporten diversidad a la excesiva homogeneidad del uso residencial del barrio y satisfacer las necesidades básicas de los habitantes», aclara Ollé.

La manzana mantendrá la estética fragmentada y su morfología, aspectos, ambos, protegidos: «Tenemos unas fachadas con valor patrimonial». Eso sí, la rehabilitación incluye eliminar «segundas y terceras» plantas construidas ilegalmente y «disconformes con la regulación urbanística». Algunos de los concejales de Vila que asisten a la presentación no pueden evitar el comentario: en esa manzana de Sa Penya no se puede hablar de plantas, sino de amontonamiento de espacios. Ollé muestra un dibujo en el que se ven sombreados, los «crecimientos irregulares» que la rehabilitación «depurará» y que suponen alrededor de un 10% de la construcción total, calcula el arquitecto.

Las casas tendrán cubiertas de tejas rojas y en las fachadas que deben conservarse no se podrán mover ventanas y puertas. Todas las aberturas quedarán «fijadas». La «muy inamovible configuración» de los bloques que forman la manzana determinará el número de viviendas resultantes. Con un cálculo rápido creen que podrán construir unas doce, aunque no descartan que sean menos, once. O incluso diez. Las que permita el espacio superando los 33 metros cuadrados «mínimos que actualmente establece la ley en materia de habitabilidad». «En estos momentos hay viviendas de 15 metros cuadrados», indica. «Infraviviendas», matiza el alcalde.