Se subió al escenario del cine Regio dispuesto a «conquistar el corazón y el alma» del público y vaya si lo consiguió. Miguel Poveda no tardó ni un minuto en meterse en el bolsillo a la audiencia con su simpatía y su arte flamenco a raudales.

La expectación era grande, lo que quedó patente en la velocidad ‘espídica’ con la que se agotaron las entradas para el recital del cantaor de Badalona, broche de oro de la tercera edición del Festival Brisa Flamenca. A las cinco de la tarde ya había gente esperando a la entrada del cine de Sant Antoni para hacerse con una butaca a la vera del escenario, para ver bien de cerca al ídolo. A las ocho y media se abrieron las puertas del Regio y el público, de todas las edades y procedencias, empezó a desfilar hasta abarrotar la sala, que tiene un aforo para 600 espectadores. El ambiente era distendido y la estampa, con tanta palomita, más propia de una proyección de cine que de un recital de flamenco.

«No os preocupéis que yo no canto», bromeó el concejal de fiestas de Sant Antoni, Raúl Díaz, que subió unos minutos al escenario para dar paso a Poveda. Nada más entrar el artista, arrancaron los aplausos y los ‘guapo’. Le acompañaba un equipazo a la altura de su talento, los palmeros Diego Montoya y Carlos Grilo, Francisco González a la percusión y un guitarrista gaditano, Jesús Guerrero, que con su virtuosismo dejó con la boca abierta a los asistentes.

Tras los primeros quejíos de ‘Donde las dan las toman’, Poveda se dirigía al público: «A veces pierdo la memoria, pero yo creo que es la primera vez que canto en Ibiza». Se lo corroboraron desde las primeras filas, el cantaor sólo había visitado la isla «de cachondeíto», como él mismo comentó.

Calor flamenco contra la ola de frío

Poveda y sus acompañantes lo dieron todo en el escenario y su energía se contagió al público, que no paró de seguir con pies y palmas, ‘bravos’ y aplausos cada uno de los temas que sonaron. El repertorio fue amplio y generoso, como el cantaor, que le dio a todos los palos del flamenco. Hubo malagueñas y guajiras como ‘Café sabroso’, en buena parte temas del álbum que sacó en 2018, ‘El tiempo pasa volando’, para celebrar sus treinta años en la música.

«De aquí al camerino hay puñales pero al corazón no hay ola polar que lo pare», dijo con guasa tras darse un breve descanso para dejar todo el protagonismo a sus músicos. No faltó el homenaje ‘A Lole y Manuel’, «una pareja flamenca mítica de los 70», a Pepe Marchena y a mitos recientemente fallecidos como Chiquetete y Moncho. Hubo bulerías, boleros y seguidillas como la que dedicó a pulmón abierto, sin micro, a su padre, fallecido en 2012.

En algún momento Poveda se arrancó a bailar, ante un público entregado. Siguiéndole desde las butacas estaba otro compañero de profesión, el cantaor Rafael de Utrera, al que invitó a subir al escenario. Lo hizo sin dudarlo para deleitar a la audiencia con un tema que se ganó un ‘¡vivan los rizos!’. Poveda volvió a adueñarse del cine Regio y ‘Con mis tres puñales’, puso a la gente en pie. Luego llegaron los bises. En el primero interpretó una versión de la canción de Los Chichos ‘Amor y ruleta’, en el segundo, a petición de un espectador, un fandango y para rematar la faena, ‘Chicheando’. Fueron casi dos horas y media de puro éxtasis flamenco pero pasaron como un suspiro, y es que, como su disco, con Poveda el tiempo pasa volando.