Alguien dijo alguna vez, que no hay noticias buenas o malas, sólo se trata de simples noticias cuyo juicio de valor dependerá, como siempre, del color del cristal con que se miren y observen las cosas. En este contexto, como de todos es sabido, seguimos cabalgando en la incertidumbre e indefinición, a la que, poco a poco, no solo nos estamos acostumbrando, sino que le estamos perdiendo el miedo. Un claro ejemplo de todo ello, es la reciente noticia en que Reino Unido ha dado luz verde a los viajes a Baleares, incluyéndola en la lista de destinos seguros. Noticia que ha sido acogida por el sector turístico balear con un cierto y prudente optimismo. Yo misma he tenido que pellizcarme varias veces para comprobar que estoy despierta y que no se trata de un nuevo espejismo. Esperemos pues, que todo esto no acabe abruptamente, como en el caso de Portugal, y que no quede todo en un suspiro. Mientras tanto, saboreemos el momento y disfrutemos de cada minuto, de cada segundo. Y como aconsejaba el poeta latino Horacio (65-8 a. C) en el primer libro de las Odas, a su amiga Leucone 'Carpe diem, quam minimim credula postero', o lo que es lo mismo, “aprovecha el día de hoy y confía lo menos posible en el mañana”. Dicho lo cual, si esta noticia ha sido vista de forma esperanzadora por el sector turístico, no menos cierto es que para otros sectores de la sociedad balear (sin señalar a nadie), para los que el turismo es el gran enemigo a derribar, ha sido visto en sentido contrario. Partiendo pues, del respeto a la diversidad de opinión como fundamento de nuestra democracia, creo que existe un espacio de encuentro entre ambos extremos que equilibra economía, sostenibilidad y salud, y que, con inteligencia, nos puede ayudar a avanzar como sociedad.

El turismo es una necesidad básica

 Volviendo a la cuestión de fondo, tenemos que tener en consideración una serie de premisas que hay que tener en cuenta a corto, medio y largo plazo. En este sentido, de todos es sabido, que la relación entre los ciudadanos de las Baleares y de Reino Unido, desde la perspectiva del turismo, ha sido fructífera para ambos y ha tendido puentes de hermandad entre los mismos. Lazos de afecto mutuo que van más allá de meras decisiones políticas y que quiero pensar que han sido una de las razones de peso para desembocar, por ahora, en el feliz desenlace de esta historia de amor y desamor.  Lo cierto es, que el turismo, para el ser humano, y sobre todo para nuestros queridos británicos, es una necesidad básica a la que no estamos dispuestos a renunciar. El turismo que es sinónimo de vida y esperanza, ahora, en estos precisos momentos, cobra aún mayor significado. Y ello ha influido, de una forma u otra, en lo que ahora nos acontece.

Sin embargo, volviendo la mirada atrás, y observando este Via crucis que nos ha tocado vivir, me atrevo a reproducir algunas de las conversaciones que algunos profesionales hemos ido manteniendo estos días, donde se hacían apuestas sobre lo que sucedería o no con la vuelta del turismo británico a las Baleares. He de confesar que, a más de uno de mis colegas, les aconsejé que trabajasen como si en 2021 no hubiera turistas británicos, diversificándose en otros mercados, y que, si finalmente sonaba la flauta y venían, pues mejor que mejor.

Diversificación de mercados

Finalmente, nuestro querido y todopoderoso Boris Johnson, que parece ser que nunca viajó a nuestras islas, ha entrado en razón, incluyendo a Baleares en el semáforo verde. Mientras, por si acaso, y para que no nos ocurra lo que les ha sucedido a los portugueses, mantengámonos vigilantes, continuemos con los controles en puertos y aeropuertos, con los test, con la vacunación masiva. Y, sobre todo, continuemos trabajando en la diversificación de mercados, para no seguir poniendo todos los huevos en la misma cesta. Porque de los errores pasados, si se analizan con inteligencia y humildad, se puede aprender. Y este aprendizaje puede mejorar el presente y el futuro de nuestra sociedad.