“Los disparos alrededor nos impiden oír bien, pero la voz humana es diferente de otros sonidos, puede hacerse oír por encima de ruidos que lo inundan todo, aunque no esté gritando, aunque sea un susurro, hasta el murmullo más leve silenciaría un ejército cuando dice la verdad.” (La intérprete)

La verdad, hoy en día, se desdibuja, se manipula, se distorsiona y escurre entre nuestros dedos, mientras asistimos a uno de los momentos más complejos a los que se ha enfrentado el ser humano, desde que el hombre tomó conciencia de que el sentido de la vida va mucho más allá de su insignificante y anodina lucha por la supervivencia. La vida y su verdad se convierten entonces en una suma de momentos y decisiones que vamos tomando a lo largo del camino hacia el que nos conducen los acontecimientos. Y en ese camino que vamos recorriendo, en ese devenir del que no siempre tenemos todo el control que desearíamos tener, se nos presentan múltiples encrucijadas, que nos acercan a lo que entendemos que es el éxito o el fracaso, en el sentido más amplio de sus significados, aunque separados por una línea extremadamente fina. A este curioso escenario, añadiremos el ingrediente estrella, la incertidumbre, las arenas movedizas sobre las que tenemos que transitar y avanzar los ciudadanos y las empresas.

En medio de este escabroso camino, de este viacrucis existencial, hemos de ser conscientes, sin llevarnos a engaño alguno, que nos encontramos incomprendidamente solos y abandonados a nuestra suerte, por parte de aquellos (nuestros políticos) que tienen nuestras vidas y nuestro bienestar en sus manos.  Y si aún no nos cabía la menor duda de que hemos quedado huérfanos de tutela alguna, a este cruel e inhumano abandono se nos van colocando palos en las ruedas que dificultan, aún más si cabe, nuestro camino. De forma que se van cambiando normativas, añadiendo requisitos legales que no se aplican a todos, subiendo impuestos (que ahora las empresas y los ciudadanos no pueden pagar), acumulando incertidumbre e inseguridad jurídica y maltratando al emprendedor como si de un apestado se tratase. Y como muestra concreta de ello, aparece en escena, nuestra queridísima Ley 8/2019 de Residuos y Suelos Contaminantes de las Islas Baleares, introduciendo entre otras controvertidas cuestiones, la prohibición de las monodosis (porciones de mantequillas, sobres de salsas, tarritos de cristal de mermelada…). Si bien el espíritu de dicha ley nos parece muy loable y respetable, lo cierto es que el “experto” que la diseñó, no se percató de que prohibiendo las monodosis y por tanto, dando como alternativa el uso del producto a granel, se estaba entrando en conflicto con la normativa de seguridad sanitaria, además de ser una contradicción en sí misma al menoscabar aún más el medio ambiente (el cuenco donde se coloca el producto a granel se tendrá que limpiar a 50º en el lavavajillas consumiendo electricidad, agua y químicos para su desinfección) y perjudicar a los pequeños productores artesanales de las islas (productos km 0, naturales y sin conservantes, que no pueden aguantar a la intemperie, en condiciones de seguridad alimentaria y servidos a granel en un bufete, tanto como los productos artificiales). Y suma y sigue, cuando no es una cosa, es la otra, haciendo cada vez, más complicada la existencia de las maltrechas empresas que, a duras penas, aún sobreviven a la pandemia.

"Prohibiendo las monodosis y por tanto, dando como alternativa el uso del producto a granel, se estaba entrando en conflicto con la normativa de seguridad sanitaria"

Mientras, se sigue destiñendo y maquillando la realidad, aún no he logrado que nadie me explique: ¿por qué se produce un agravio comparativo entre Ibiza y Menorca, imponiendo mayores restricciones a Ibiza que a Menorca cuando el número de casos en Ibiza representa la mitad que nuestra isla hermana?; o ¿por qué en Palma de Mallorca hace días que se está administrando la vacuna Janssen y al resto de las Islas Baleares aún no ha llegado?... ¿No será que la verdad es que hay ciudadanos de primera y de segunda, o que se está creando una discriminación entre islas privilegiando a unas sobre otras? ¿o puede que estemos desgobernados, inconstitucionalmente, por la más absoluta discrecionalidad, falta de rigor y de seguridad jurídica?

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