Del cruising hay que pasar al grave problema que constituyen chiringuitos, restaurantes, bares o beach clubs -sea cual sea su denominación- en este espacio en el que la protección de la tranquilidad de la fauna debería ser una prioridad. Para empezar, habría que revisar las concesiones y, como explica un agente, comparar las licencias de la concesión inicial con aquello en lo que se han transformado algunos de estos locales, originalmente chiringuitos de playa. Por otra parte, esta prohibido tener altavoces con sonido exterior, pero basta cualquier visita a ses Salines en verano para comprobar que la norma se incumple con descaro. Y no es por falta de denuncias. Los tres agentes de medio ambiente que en estos momentos están adscritos al parque visitan con constancia los locales y no son excepcionales las actas por la situación de los altavoces. El caso del beach club de es Codolar o la presencia del DC-10 en el mismo límite del parque son, tal vez, los dos casos más graves y que todos citan al preguntarles por los problemas de ses Salines. Las denuncias se han ido acumulando durante años, sin que el Ayuntamiento de Sant Josep resuelva el problema. Hay que recordar, además, que el parque, con el que también limita el aeropuerto, es un equilibro entre espacio natural protegido y explotación salinera. Y Salinera Española, la empresa explotadora, tampoco se ha librado de las denuncias de los agentes, ya sea por la ampliación de casetas para su alquiler como apartamento o por obras sin licencia en las motas.

Y, a pesar de todo ello, de la lucha constante de sus trabajadores para conservar el parque, a ellos les gusta destacar que, a veces, lo más importante es lo que se ha podido detener; sobre la mesa han llegado a tener siete solicitudes para construir otras tantas zonas de aparcamiento o una para abrir un negocio de golondrinas con las que pasear a los turistas por la costa. Todo pensado para sacarle un rendimiento económico al parque a costa de masificarlo «aún más». Por otra parte, tampoco puede olvidarse lo que se perdió por el camino, porque lo hoy protegido es sólo una pequeña parte de lo que pudo ser. La destrucción de Platja d'en Bossa alcanzó los estanques de sa Sal Rossa y ahora existe un hotel con su jardín posterior pegado a un estanque. Y en la cima del puig des Corb Marí permanece en pie una mansión levantada con una licencia ilegalmente concedida y con sentencia de demolición, sin que al Ayuntamiento de Sant Josep parezca importarle demasiado.

Ses Salines tiene mil fotos posibles y, probablemente, las que más ayuden a la conservación sean las que destacan sus carencias y sus males, y no los rosados flamencos en un espejo, porque con el enfoque y la distancia adecuados es fácil ocultar la realidad tras una postal perfecta. Desde la distancia, en una foto desde un avión, con los estanques rosados, verdes y azules en perfecta armonía, podría añadirse, a modo de pie de foto, el texto de una de las más conocidas tiras de Mafalda, aquello de '¿sabés por qué es lindo este mundo? Porque es una maqueta. El original es un desastre'.