«Para bajar a la Virgen a la procesión marinera todos los santos ayudan, para subir solo ayuda la Virgen». Este dicho, «muy popular entre los habitantes de es Cubells», lo corroboran cada año los curiosos y devotos que deciden acompañar a la imagen de Nuestra Señora del Carmen por el estrecho, pedregoso y empinado sendero que lleva hasta el improvisado embarcadero de donde parte la procesión marinera. El proverbio lo recuerda el concejal josepí de Proposta per Eivissa, Vicent Torres, que ha acudido a las fiestas del Carmen de es Cubells como voluntario de la agrupación de Protección Civil de Sant Josep. (Mira aquí las fotos de la procesión)

Acaba de terminar la misa en la iglesia de la localidad, que ha oficiado Jadson Castaño, un sacerdote colombiano que habitualmente reside en Roma y que este mes de julio presta su ayuda al párroco de es Cubells, José Luis Mollà, que en esta ocasión se encuentra en el templo de Sant Josep.

A la celebración religiosa acuden algo más de sesenta parroquianos. A la procesión hasta la cala de es Cubells se suman algunos más; en total, cerca de un centenar de personas. Algunos de ellos portan flores para lanzarlas al mar en honor a la Virgen del Carmen. Cati Bonet, que no se pierde ni uno año esta celebración, ha preparado un colorido y aromático ramo con «rosas místicas, albahaca y laurel» de su jardín. Ha venido expresamente de Sant Jordi junto con su amiga María Orvay, que lleva también flores. Aunque van a participar en la procesión, no tienen pensado embarcarse. Su idea es entregar los ramilletes a otra persona para que los arroje al agua en su nombre.

La procesión «más auténtica»

Marta Ferrer, de 23 años, ha pensado en agasajar a la Virgen con un manojo de «todo lo que ha encontrado a mano en su jardín», sobre todo buganvillas. «Esta ofrenda es para dar suerte a la familia y que la patrona del mar nos proteja», apunta. Reside en Barcelona y ha viajado a propósito hasta Eivissa para estar en las fiestas del Carmen. «Hay que hacer pueblo», sentencia Ferrer, convencida de que «no hay nada más auténtico» que la procesión marinera de es Cubells.

La comitiva parte desde la iglesia encabezada por la pequeña imagen en madera de Nuestra Señora del Carmen, que porta en sus brazos la hermana Gracia. «La Virgen siempre se baja a pie, nunca en coche, que es marinera», le aclara a un turista que se interesa por el evento.

Abre camino el jefe de la agrupación de voluntarios de Protección Civil de Sant Josep, Pep Tur. La gente va preparada con sombreros, gorras e incluso paraguas para protegerse del sol durante el trayecto. Entre rezos, los participantes hacen un par de altos en el camino en la Cueva de la fuente y en la antigua ermita del padre Palau. Maite Mitjans y Javi Fuentes, una pareja de valencianos de vacaciones en la isla, se han apuntado a la fiesta con su perra Nana. Aunque llevan años veraneando en julio en Eivissa, es la primera vez que acuden a esta celebración.

En el grupo también está el alcalde de Sant Josep, Josep Marí Ribas Agustinet, que lleva de la mano a su nieto Guillem. Reconoce que el camino hasta la cala «no es fácil ni cómodo». «Casi cada año hay que arreglarlo porque la tierra es poco sólida», comenta.

Terminado el descenso, más llevadero que la subida posterior, la comitiva espera sentada en las casetas varadero y en las rocas a que aparezca en el horizonte alguna embarcación. La primera en llegar es la San Guillermo. En este llaüt embarcan a la Virgen. Junto a ella, se sube el párroco, que se hace con la antigua talla, adornada con un rosario de las Carmelitas Misioneras y un escapulario del Carmen. Le acompañan más de una decena de personas, entre ellas, Toñi Tur y sus hijos Iván, de 7 años, y Paula, de 5 años, deseosos de la experiencia de convertirse en marineros por un día.

Llega una segunda embarcación para llevarse a otra veintena de personas. El resto opta por seguir la procesión desde tierra firme. Se unen otras embarcaciones vecinas, veleros, lanchas, barcas y zódiacs, que dan vueltas en torno a la San Guillermo, donde rezan, lanzan bendiciones y hasta brulan el corn. El resto responde con aplausos y bocinazos. Llega el momento de arrojar las flores al mar. «Que sean naturales, si son de plástico no se pueden tirar», apunta con humor el alcalde de Sant Josep.