­El historiador ibicenco Antoni Ferrer Abárzuza presenta este jueves a las 20 horas en el espacio cultural Es Polvorí de Dalt Vila el libro ´Captius i senyors de captius a Eivissa. Una contribució al debat sobre l´esclavitud medieval (segles XIII-XVI)´, un volumen que gustará tanto a investigadores como a amantes de la historia de la isla y que se basa en la tesis doctoral ´Captius o esclaus a Eivissa (s.XIII-XVI)´ que le mereció un sobresaliente cum laude.

«En el libro he incluido algunas indicaciones que me hizo el tribunal durante la lectura de la tesis y he sintetizado la información, aunque no he sabido recortar lo suficiente», bromea el autor sobre las casi 600 páginas del libro que pretende, además, plantear una propuesta de debate a la comunidad científica, tal y como reza el título.

«En el libro, como ya hacía en la tesis, planteo una propuesta de cambio de nomenclatura porque el término ´esclavitud´ para la Edad Media es un poco inadecuado. Es más adecuado utilizar ´cautivo´ porque ´esclavitud´ se utilizaba en Italia pero no entró aquí hasta mucho más tarde. El uso de ambos términos, esclavo y cautivo, ha implicado que se entienda que los cautivos eran una cosa y los esclavos eran otra cosa, y eso es un error, en todo caso son sinónimos. La documentación catalana se refiere a ´catius´, cautivos, tomando la palabra del latín clásico ´captivus´. El término ´esclavo´ es un neologismo que utilizan los italianos a partir de un nombre concreto de un pueblo, que eran los ´eslavos´», explica el autor.

Al usar los dos términos como cosas diferentes «se monta un follón bastante importante, considerando que los cautivos son los que tienen posibilidad de rescatarse y los esclavos no, cuando son lo mismo», añade.

Ferrer Abárzuza ha documentado unos 1.700 cautivos en Ibiza desde 1273 a 1600, una cifra que no es especialmente numerosa. «No eran numerosos pero sí suficientes para que una parte de la sociedad insular se sirviera de estos pobres forzados para lucrarse y no poco: el trabajo de la sal lo hacían ellos y también el de las viñas que había por el Pla de Vila, donde está el Diario de Ibiza ahora Sudaba tinta esta pobre gente por ahí». «Servían a los ricos, a los señores de Vila, que eran los que tenían cautivos. Era muy caro mantenerlos y tenían que tener suficientes ocupaciones para ellos para que les salieran a cuenta. Pero no eran grandes propietarios, no hay que pensar en Ibiza como en el sur de Estados Unidos. Cada familia podía tener uno o dos como mucho y algún potentado tenía como mucho cinco o seis», relata.

La mayoría eran hombres y muchos de ellos también trabajaron en las murallas de Ibiza. «En los libros de contabilidad de las murallas renacentistas se puede comprobar qué trabajos hacían. En las cuadrillas, salvo el maestro y el aprendiz, que solía ser su hijo, todos eran cautivos. Hay que pensar que era una sociedad de conquista y que no había brazos para tanta cosa. La población era poca y en Vila de Ibiza no había cuadrillas, de ahí sale la necesidad de ir a capturar gente», apunta el historiador, que habla con pasión de un tema fascinante.

Así, en Ibiza hubo esclavos norteafricanos (las fuentes se refieren a sarracenos y moros), que eran en su mayoría capturados por los corsarios de Ibiza, Mallorca y Valencia. También hubo sardos, «que salen de las ´redadas´ que hacía el rey de Aragón cuando se rebelaban y que luego vendía» y también griegos.

Mercado en la plaza de la Catedral

El mercado de esclavos se celebraba en la plaza de la Catedral, donde los cautivos se vendían como ganado. «Una de las razones para reclamar la devolución de un cautivo que habías comprado era que se orinase en la cama. Hay que pensar en los traumas que tenían esas personas para llegar a orinarse en la cama, en realidad esta es una historia muy triste», admite Ferrer Abárzuza.

A partir del siglo XVII, cuando la población se dobló, «se empiezan a registrar protestas de la gente porque los esclavos les quitan el pan». «Esta etapa no la he estudiado pero está pendiente porque me parece interesantísima», explica Ferrer Abárzuza, que está decepcionado por la falta de respaldo que reciben los investigadores en general por parte de las instituciones.

Ferrer Abárzuza ha empleado más de diez años en la investigación y lamenta que no se apoyen más estos trabajos que contribuyen a documentar la historia de Ibiza.