Especial 130 años Diario de Ibiza - De la redacción a la rotativa

El latido de Diario de Ibiza: Así es el día a día en la redacción

La redacción del rotativo se pone en marcha al amanecer, cuando llegan las portadistas de la web, y entrada la noche, con las últimas correcciones, se queda en ‘standby’, nunca para

El community manager, Gerard Felip, graba un vídeo sobre la historia del Grupo Alonso Marí, que recibe uno de los premios de este año. | VICENT MARÍ

El community manager, Gerard Felip, graba un vídeo sobre la historia del Grupo Alonso Marí, que recibe uno de los premios de este año. | VICENT MARÍ / Marta Torres Molina Eivissa

Las luces de la redacción de Diario de Ibiza apenas se apagan unas horas cada día. Se extinguen más allá, bastante más allá, de la medianoche, cuando los chicos de talleres (José Yern, Miguel Serra e Hipólito Guillén) dejan las páginas listas (cintillos y filete en su sitio, textos cuadrados, fotos tratadas...) para imprimir. Y se encienden antes del amanecer cuando Carol Riquelme, la duende de la limpieza, pisa el último escalón que conduce al primer piso del edificio de la avenida de la Paz, el corazón de Diario de Ibiza. Donde se fraguan, frase a frase, las páginas. Y la web. Son precisamente ellas, las portadistas del digital del rotativo (Verónica Carmona, Marisol Plaza, Laura M. Expósito) las más madrugadoras. Llegan, en ocasiones, aún de noche. Se cruzan con Carol en el extraño silencio que envuelve el espacio a esas horas. No suenan los teléfonos. No hay voces de compañeros. Sólo el sonido de sus propias teclas. Y de algún mensaje de whatsapp.

Isaac Vaquer, redactor, y Fernando de Lama, jefe de sección. | V.M.

El redactor José Miguel L. Romero en el portaaeronaves ‘Juan Carlos I’ durante una cobertura. | J.M.L.R. / Marta Torres Molina Eivissa

Son de Cristina Martín, directora de Diario de Ibiza. Con las primeras indicaciones del día. Noticias acontecidas durante la noche. Cambios en la posición que las noticias ocupan en la web. Pequeñas correcciones.

Los redactores Diana Blesa, de publicidad, y Eugenio Rodríguez, de la sección de local. | VICENT MARÍ

Isaac Vaquer, redactor, y Fernando de Lama, jefe de sección. | V.M. / Marta Torres Molina Eivissa

Eivissa se despereza y Diario de Ibiza lleva ya rato despierto. Cuando la subdirectora (Rita Vallès i Serra) y los jefes de local (Fernando de Lama y César Navarro) llegan a la redacción hace ya rato que la cocina informativa de Diario de Ibiza está en marcha. El grupo de whatsapp, herencia de la pandemia, lleva varias horas echando humo. Imprevistos que cambian las tareas del día de los redactores. Convocatorias de última hora. Cancelaciones de comparecencias. Un reportaje que se retrasa. Una entrevista que cambia de lugar por la lluvia. Un tema nuevo que hay que mirar. Otro que se cae porque, sencillamente, no hay tema. La redacción es un ente vivo. Cambiante. Los planes trazados la noche antes nunca coinciden con la realidad del día. Ni siquiera, la mayoría de las veces, con la reunión de primera hora, cuando la luz natural invade ya la bombonera de cristal. Alrededor de una mesa redonda, en pleno centro de la redacción, directora, subdirectora y jefes reorganizan la jornada. Los redactores (Carmelo Convalia, Marta Torres Molina, Eugenio Rodríguez, José Miguel L. Romero, Josep Àngel Costa, Maite Alvite, Isaac Vaquer, Ángela Torres y Toni Escandell en local y Rubén J. Palomo y Rafael J. Domínguez en deportes) detallan sus planes para el día, los temas que quieren o tienen que consultar e investigar. Eso si no están ya completamente metidos en faena. Con el teléfono pegado a la oreja, tratando de que alguna fuente confirme sus sospechas. Con la grabadora encendida y los oídos alerta, atendiendo a las respuestas de un entrevistado. Libreta y bolígrafo en mano, con los ojos bien abiertos, analizándolo todo para plasmarlo en un reportaje. En la calle. Con la gente. Escuchando. Observando.

Los fotógrafos Toni Escobar (izquierda) y Vicent Marí, a la derecha subido a un contenedor, en plena acción. | M.T.

Los redactores Diana Blesa, de publicidad, y Eugenio Rodríguez, de la sección de local. | VICENT MARÍ / Marta Torres Molina Eivissa

Mientras, en la distancia, teletrabajando, el community manager, Gerard Felip, pilota la estrategia de redes y de audiencia, pendiente de todo, siempre innovando y buscando la mejor forma de llegar hasta los lectores. Él también se encarga de grabar los vídeos especiales, como los de los premiados que cada año recogen sus esculturas de Pedro Hormigo en el escenario del Club Diario, y de las retransmisiones en directo.

En la redacción de un diario, unas horas son un mundo, todo puede cambiar. De hecho, cambia. Muchas veces. Constantemente

Cristina Martín, directora, muestra la web en el móvil a Fernando de Lama. | V. M.

Los fotógrafos Toni Escobar (izquierda) y Vicent Marí, a la derecha subido a un contenedor, en plena acción. | M.T. / Marta Torres Molina Eivissa

La mañana es un no parar. Llegan notas de prensa, llamadas, peticiones, denuncias, sucesos, críticas... Los periodistas intentan cerrar los temas del día mientras agendan reportajes y entrevistas para los siguientes. Los fotógrafos (Vicent Marí, Toni Escobar y Marcelo Sastre) andan de un lado a otro, captando la actualidad de la isla con sus objetivos, capturando en una imagen las historias que, al final del día, estarán listas para convertirse en tinta y papel. Pero aún falta mucho para ese momento. Y en la redacción de un diario, unas horas son un mundo, todo puede cambiar. De hecho, cambia. Muchas veces. Constantemente. Como la web. Ni un respiro es posible. Ni para las portadistas, que apenas parpadean buscando y redactando noticias. Ni para los jefes. Un ojo pensando en el papel y otro siempre muy pendiente de la edición digital. Corregir informaciones. Encargar nuevas. Consultar los teletipos cada cinco minutos. Estar pendiente de las redes, por donde llegan muchas noticias. La web tiene alma de fameliar. Feina o menjar! Pide. Pide. Y pide. Y se le da. La rotación de informaciones es constante. Apenas ha tenido nadie tiempo de respirar cuando se acerca el mediodía. Hora de empezar a concretar. La maquetadora, Rosa Mayans, ya lleva toda la mañana al pie del cañón, haciendo maquetas especiales, editando las páginas de opinión y de los suplementos como el Dominical, haciendo los gráficos que acompañan a las informaciones... y cambiando una y otra vez maquetas en función de las necesidades que marca la actualidad.

Rita Vallès (centro) y Marta Torres (derecha) cubriendo un desfile de Adlib. | V. MARÍ

Cristina Martín, directora, muestra la web en el móvil a Fernando de Lama. | V. M. / Marta Torres Molina Eivissa

Libreta y bolígrafo en mano, con los ojos bien abiertos, analizándolo todo. En la calle. Con la gente. Escuchando. Observando.

Web y papel, simultáneos

Los planes de la una del mediodía, cuando la dirección vuelve a reunirse en la mesa redonda, para comenzar a calibrar temas y repartir páginas no coinciden, no al cien por cien, con la realidad del diario que el lector leerá al día siguiente. Se ajusta, bastante, los días sin sobresaltos, pero nunca es igual. En esta reunión también se revisan los temas que tienen que adelantarse en web y los que deben ir como apertura, es decir, los cambios previstos para la edición digital el resto del día. Los redactores detallan las evoluciones de sus pesquisas. Unos temas se desinflan, como globos tras una fiesta. Otros, que parecían poca cosa, despliegan su cola de pavo real. De algunos, escurridizos y desagradables para Administraciones o políticos, no consiguen que nadie diga ni pío. Decenas de llamadas y mensajes para nada. Silencio al otro lado. Empieza el tetris endiablado de ajustar noticias, reportajes, entrevistas y crónicas a las páginas. Espacios mutantes. Entra publicidad. Cambia de sitio. Hay que reajustar. Llegan informaciones. Comunicados. Teletipos. Una lluvia que no cesa. El baile entre la información y el espacio es eterno. Empieza a la una, en esa mesa redonda, y acaba cuando, pasada la medianoche, la responsable de cierre (Elena González) da la última mirada crítica a las páginas. Y a la web.

El jefe de sección César Navarro durante una entrevista a la secretaria de Estado de Turismo, Rosana Morillo, en el Club Diario. | VICENT MARÍ

Rita Vallès (centro) y Marta Torres (derecha) cubriendo un desfile de Adlib. | V. MARÍ / Marta Torres Molina Eivissa

Sesión de tarde

Los mediodías son un no parar. Llegan las llamadas y respuestas de responsables de comunicación, concejales, consellers. Los redactores les atienden en ruta, con el manos libres del coche, mientras preparan la comida o recogen a sus niños del cole. Lo mismo que los jefes, pendientes, también en el momento de comer, de la evolución de la edición digital. A las cuatro de la tarde, de nuevo en la mesa redonda, como un fogón, en la que se cuece el diario, se vuelve a jugar al tetris. Hay que repasar todo. Ajustar de nuevo, web y papel; qué temas de la edición digital deben incluirse en la impresa y viceversa. El diario del día es un traje hecho a medida, un proceso de cambio continuo. La actualidad manda. Hay que sacar dobladillos cuando las noticias engordan y meter la sisa si se desinflan. Crear pliegues para que luzcan los reportajes y entrevistas. Y todo ello sin olvidar la publicidad de la edición impresa. La nueva que ha entrado y la que ya estaba que, en ocasiones, se recoloca.

En la reunión de primera hora de la tarde también se planifica el día siguiente: qué informaciones darán foto para la portada de papel, galerías y vídeos para la web; se distribuyen los temas a redactores y fotógrafos y se deciden las apuestas del día siguiente, que a menudo la actualidad, siempre caprichosa, obliga a cambiar por completo. La rapidez de reacción ante los imprevistos es fundamental en un diario, así como la agilidad cuando hay que cambiar la organización si así lo exigen los acontecimientos. Además, se decide cómo irá la home (la portada de la web) el día siguiente: qué temas irán en el módulo de apertura, cuáles habrá que dejar en la home de los que se han adelantado, qué lleva galería o vídeo... César Navarro, que también es responsable de canales, o, en su ausencia, la directora (y si no está ninguno, el jefe de guardia) hacen el guion con las indicaciones para armar la home del día siguiente, y lo comparten con todos los implicados: los otros jefes, portadistas, community, talleres, cierre, deportes y redactores.

Los redactores, con la certeza (de momento, que un diario es heraclitiano por definición: «lo único constante es el cambio») de las páginas y los huecos de las páginas en las que van sus piezas, le dan a la tecla sin descanso; también suben a web las informaciones. No levantan la vista de la pantalla ni para beber un vaso de agua o ir al baño. Sólo una llamada (cruzando los dedos para que sea la información que llevan todo el día esperando) puede interrumpir el galope sobre el tejado. En web también empieza a tomar forma la edición que, a las seis de la mañana del día siguiente, se encontrarán los lectores. Piezas únicas, exclusivas, contadas de forma diferente para los suscriptores. Textos elaborados, información que no se puede encontrar en otros medios. Salpicada de noticias de notas de prensa, comunicados o agenda abiertos a todo el mundo. En web marcan esas informaciones doradas (premium) siguiendo las indicaciones de la directora mientras no dejan de actualizar la edición del día.

Las páginas empiezan a caer a media tarde. Hay que entregar las fotos, corregir los textos, ajustarlos a las cajas... Algunas informaciones, las del día, suben a la web en ese mismo momento. También se adelantan exclusivas. Los suscriptores digitales tienen ya la noticia mientras la página sigue su camino a la rotativa. La portada se va tiñendo al ritmo al que se terminan las páginas. Va cayendo la noche y Cristina Martín va escribiendo titulares y subtítulos en la primera página, pactada con el resto de jefes a la una, pintándola a lápiz (líneas para los titulares, cuadrados con una equis para las fotos) sobre uno de los muchos papeles manuscritos que trajina de aquí para allá en ese baile constante, en ese tetris de información, que es la construcción, pieza a pieza, de Diario de Ibiza. En el viejo papel y en píxeles. Una portada que, algunos días, llega a tener hasta tres versiones. Y cuatro.

Poco a poco la redacción se va quedando vacía. Algunos, con suerte, atraviesan la entrada de las palmeras, rumbo a casa o a su vida social antes de las ocho. A otros, con días más complicados o con tareas de tarde, la jornada laboral se les alarga aún unas horas. Hasta la una o las dos de la madrugada cuando los eventos (desfile de Adlib, jornadas electorales, entregas de premios...) acaban entrada ya la noche. Todos los integrantes de la redacción pueden acceder desde casa al sistema de edición, tanto digital como impresa, y a menudo los últimos cambios se hacen en remoto, cuando hay temas de última hora que obligan a movilizarse y a hacer cambios, a menudo de calado, tanto en papel como en digital. Saltan páginas o informaciones de un sitio a otro o desaparecen, la portada tanto de papel como de web se modifica de arriba abajo... La web sigue caminando, actualizada por la Redacción Central de Prensa Ibérica (el grupo al que pertenece Diario de Ibiza). Las luces del edificio van apagándose. Apenas quedan un par encendidas: la de la responsable de cierre y las de talleres, que se extinguen poco después de la medianoche. Apenas se apagarán unas horas, como cada día.