En el centro de protección animal de sa Coma es muy complicado escuchar el silencio. Los ladridos de los perros resuenan por todas partes. Los hay que comparten habitáculo y otros que necesitan su propio espacio. «Depende del carácter de cada perro», destaca la concejala de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Ibiza, Montse García. El miércoles por la mañana el número de canes censados en el centro ascendía a 98, aunque en las jaulas había menos pues era horario de paseo con los voluntarios. El veterinario, Miguel Quiñones, reconoce que «son muchos» y que están «un poco a tope». Todos esperan encontrar una familia, aunque para algunos los años siguen pasando sin suerte. Ahora, además, la dificultad para encontrar una vivienda en la isla repercute en los animales: se incrementan las renuncias y disminuyen las adopciones.

Casi seis años llevan en el centro Happy y Homer, dos cans eivissencs que en octubre de 2013 fueron abandonados en las instalaciones y están allí desde entonces. «Los dejaron atados en la puerta y no están socializados. Con nosotros van bien, pero no son perros que toques, que llames y vengan corriendo», explica Quiñones, que añade que, «seguramente, se han usado para cazar, no se han socializado y la gente les da pánico». «Son animales muy complicados de sacar, ya tienen una edad, son mayores», apostilla.

Cachorros, jóvenes y adultos, hembras y machos, perros mestizos y también de raza. En el centro de recuperación animal -antigua perrera municipal donde desde 2012 se aplica una política de sacrificio cero- se pueden encontrar todo tipo de perros. El miércoles había 98 (tal vez no todos allí, pues cuando tienen camadas suelen ir a casas de acogida) y una semana antes, 87: las cifras van variando. «Casi cada día entran perros nuevos. O una semana no llega ninguno y luego en un día, seis», dice una trabajadora.

328 perros llegados en 2017

En 2017 llegaron al centro 328 perros, 135 menos que en 2016, destaca García. Se adoptaron 155, casi 200 menos que un año antes, y se recuperaron 129, 103 más que en 2016. «Hemos tenido menos entradas, a pesar de que tenemos un grave problema con el tema de la vivienda», apunta la concejala.

Y es que, sostiene, gran parte de las renuncias de perros que registraron el año pasado fueron debidas «a que si ya es difícil encontrar una vivienda para una persona», mucho más «si tiene una mascota». En este momento esto les afecta más que el hecho de que en verano o antes y después de la temporada crezcan los abandonos, como era habitual.

«En el último año lo hemos notado bastante», asegura el veterinario y comenta que ven «muchos casos» de renuncias por las dificultades de alojamiento. «Recibimos muchas llamadas, incluso de otros municipios que no podemos atender, de gente que intenta dejar al perro en alguna parte porque no encuentra casa donde poder vivir con el animal», afirma Quiñones, quien detalla que lo habitual es recibir «dos o tres llamadas a la semana, como mínimo, de ese estilo». «Si ya es difícil encontrar casa sin animales, con ellos es casi imposible», asevera y matiza que también es un freno para las adopciones.

Así, lo habitual en el centro es que los animales lleguen porque han sido encontrados en las calles en el municipio de Ibiza o porque la gente renuncia a ellos. «Son las dos formas de entrada; pero son más los que encontramos en la calle», explica García. Puntualiza que entre estos últimos los hay que vuelven con sus familias: «Se han perdido y como tienen el chip, llamamos al dueño», comenta e incide en la importancia de que el animal esté correctamente identificado.

Hay personas que renuncian a ellos dando la cara, pero también quienes los abandonan. Como les pasó a Happy y a Homer. «Muchas veces la gente los deja, imagino que porque son de otros municipios o porque no quieren dar la cara», afirma Quiñones. Señala que últimamente a las puertas del centro han encontrado menos, pero recuerda que dos veranos atrás abandonaron a 17: «Nos dejaron dos mamás con otra perra adulta y 14 cachorros allí abajo, en el árbol». Y en algunos casos, además, están en mal estado de salud: «Tuvimos a uno que el pobre no pudo casi ni entrar aquí, fue directamente a la clínica [veterinaria]. Tenía una leishmania muy avanzada y murió allí».

Llama la atención que entre casi el centenar de perros que se encuentran en este centro municipal, «unos 40», según estimaciones de García, son potencialmente peligrosos. «Yo creo que es la vez que más tenemos. Están viniendo cada vez más», sostiene Quiñones. En su opinión, se debe a que ha habido «una moda» con estas razas: «Hay muchos casos de gente que coge el perrito de pequeño y cuando llega a una edad determinada, cuando tiene el más mínimo problema con él, se viene para acá».De paseo por las instalaciones

García pasea por el centro de protección animal saludando a muchos de los perros. «Éste es Zeus, lleva varios años aquí; los mismos que yo gobernando», relata acariciándolo. Resalta que «parecía muy violento»: «Los animales de color blanco, perros y gatos, tienen la piel muy delicada. Vino con una súper infección en la piel de la que no se habían dado cuenta. A partir de eso [de tratarle], no es tan violento». En la jaula de al lado saluda a Nene, un stafforshire bull terrier. «Con él ha estado trabajando Juan Antonio Rosa, del centro canino TAO y ha cambiado. Ya no tiene tanto miedo de las personas», comenta y matiza que hay animales temerosos porque son así y otros «porque les han hecho daño».

Mientras cuenta la historia de los animales, la concejala muestra algunas de las mejoras que se han hecho en las instalaciones: «Esta zona para cachorros se hizo hace dos años y la pagamos a medias con la Fundación de Perros Abandonados de Eivissa, con la que tenemos un convenio. Los cachorros tienen que estar separados del resto hasta que pasan la cuarentena para que no cojan ninguna enfermedad», resalta y agrega que esta zona «tiene su calefacción».

Un espacio dedicado antes a gatos se ha habilitado para los perros. «Con tantos, vamos necesitando más jaulas», comenta. Durante el paseo se ve que no todos están en jaulas, sino que algunos corretean por un espacio interior del centro. En el mismo hay depositadas unas hamacas que, según García, les han regalado: «Los perros las quieren para tumbarse porque les gusta estar en alto; se ponen al sol y están muy a gusto».

Otro de los cambios en el centro, el más reciente, es el sistema de seguridad que se ha instalado después del asalto ocurrido el pasado 13 de abril. «Se han puesto alarmas en todas las puertas y en la entrada», indica la edil mientras las señala y agrega que, cuando se abre la puerta, el sistema hace una foto a quien ha accedido. «Y ahora subiremos un poco la pared para dificultar la entrada», añade.

Según la concejala, es la primera vez que se instala un sistema de seguridad. Apunta que sólo se había producido un asalto anterior, en 2012 según recuerda, y entonces las personas que entraron lo hicieron para llevarse un perro al que la Policía había llevado allí. «Abrieron las puertas y los perros salieron», cuenta. García destaca que esta vez lo sucedido «ha sido más terrible, ya que ha habido un gato muerto». «No había necesidad de hacer esto», incide y resalta que el Ayuntamiento se ha personado en el procedimiento como acusación particular y han hecho «mucho hincapié en el maltrato animal» cometido por el asaltante.Atención veterinaria, educación y cuidado

Cuando un perro llega al centro de protección, se comprueba si tiene chip y, en caso afirmativo, se avisa al dueño. Los que se quedan, reciben tratamiento veterinario: «Les ponemos al día de vacunas, los desparasitamos. Si es un perrito que se va a quedar con nosotros una vez que pasan los plazos legales y demás, lo esterilizamos, y también les hacemos analíticas de las enfermedades infecciosas más habituales. Y si necesitan algún tratamiento extra porque vienen con alguna fractura o patología, directamente van al veterinario».

Esta atención se complementa con cuidados diarios y paseos. «Con los más complicados trabajamos nosotros, para que cojan un poquito de seguridad», afirma Quiñones en referencia al personal del centro, que lo componen cuatro personas, según García. El resto sale con los voluntarios que colaboran. La edil indica que son alrededor de «un centenar» de personas que se acercan a pasear a los animales. «Vienen como pueden. En invierno hay mucha gente y en verano trabajan, y a lo mejor pueden venir menos», comenta y añade que tienen horarios de mañana y de tarde y que abren un sábado al mes para poder adaptarse. En este sentido, puntualiza que cuentan con voluntarios que pasean expresamente a los perros potencialmente peligrosos porque, señala, hay que tener licencia para ello.

Asimismo, ahora también están trabajando para educar a los perros y favorecer que puedan ser adoptados. Para ello, han contado con la colaboración de personas del centro canino TAO de Toledo que visitaron a los animales. «De todos los que tenemos han encontrado siete que tengan un problema de conducta», afirma García. Indica que su idea es que puedan volver en unos meses «para hacer un taller con los voluntarios».

El objetivo final es que los perros puedan ser adoptados. «Porque es lo bueno para el animal. Esto debe ser un lugar de paso entre el abandono y la adopción», afirma la concejala, quien subraya que para los perros ser abandonados por su familia «es traumático». «Lo pasan mal y se les nota», afirma.

Según García, los pequeños se adoptan rápido. «Los jóvenes no suelen estar más de una semana aquí», afirma. Sin embargo, con los mayores cuesta más. «Y los de color negro». También los que están enfermos, «aunque hay gente maravillosa que lo hace», señala. «Y los potencialmente peligrosos tienen un poco más complicada la adopción, porque a la gente le tira un poco para atrás el tema de las licencias», agrega Quiñones, quien no obstante matiza que esta semana había tres esperando a que el permiso estuviera listo para marcharse.

A la hora de adoptar, no hay que dejarse llevar por la vista sino elegir al perro que mejor se adapte a la situación de la familia, a su vivienda, a su ritmo de vida. «Aquí invitamos a la gente a pasear con ellos, a buscar un feeling, a crear un vínculo. Y a veces lo conseguimos y hay adopciones que se hacen muy despacito y muy bien, y a veces no, porque hay gente que viene a lo que viene y se lleva al perro», cuenta el veterinario. Y luego, algunos de éstos, acaban regresando.

«Por eso queremos trabajar por la tenencia responsable. Queremos que cuando un perro sale de sa Coma sea con unas garantías de no volver. Y por eso intentamos educarlos, que salgan a pasear -por eso son tan importantes los voluntarios-, que socialicen», dice García, que apostilla que a los animales hay que darles «atención y cariño». Y ellos lo devuelven con creces.