Para empezar el día, un buen café con dos o tres panellets. Es la víspera del día de Todos los Santos y qué mejor que desayunar el dulce más típico de Ibiza en estas fechas, junto a los buñuelos. «Es el dulce más solicitado aquí en la isla, preparamos montones esta festividad», explica María Ferrer, dependienta de Can Bufí.

«Vienen en busca del mejor panellet de la isla y dicen que aquí lo encuentran», afirma. Se elaboran con una masa dulce hecha con azúcar, almendra cruda molida, huevo, ralladura de limón y patata o boniato, para que tenga una textura más esponjosa. Por el exterior se recubren con una capa de piñones. El conjunto se hornea y se deja enfriar. Actualmente existe una amplia gama de panellets: de coco, chocolate, café, membrillo...

«En teoría, solo se comen para esta festividad, pero nosotros horneamos panellets todo el año. Siempre tenemos un cuenco donde la gente, sobre todo los turistas que vienen a probarlo, puedan hacerlo», añade Ferrer mientras no deja de atender a gente que acude a la pastelería a adquirir este postre típico. «Pueden llegar a gastarse más de 20 euros. Se compran para compartir, para poner en la mesa después de la comida familiar», explica.

Una vez terminado el desayuno, toca ir a comprar las flores, indispensables estos días. Cualquier floristería es buena para esta ocasión. «Nosotras aumentamos, igual, un 80% las ventas estos días. Es increíble», explica Carmen Bonet, dependienta de una tienda de flores del Mercat Nou. «Esta mañana, cuando he llegado, había ocho personas ya haciendo cola. Hoy va a ser duro, he pensado», añade, cansada pero sonriente.

Flores para los difuntos

Las flores más típicas, explica Bonet, son: las rosas rojas, los claveles y los crisantemos. «A mí prepárame un ramo bonito con rosas y ponle unas hojas verdes que queden bien, que son para mi madre», pide una clienta dentro del establecimiento, donde seis dependientas intentan atender todas las demandas del día. «Sí que es verdad que la gente pide cosas más elaboradas estos días, se suelen llegar a gastar más de 60 euros en los ramos», afirma la florista. «Pero en muchas ocasiones ya les conocemos, vienen cada sábado a comprar flores para sus difuntos. De un tiempo a esta parte, la venta de flores ha aumentado», añade, mientras se gira a responder las preguntas de una mujer que quiere pedir cuatro ramos diferentes para cuatro familiares.

Una vez elegidas las flores, es la hora de acudir al cementerio en el que los familiares descansan en paz. El Cementeri Vell de Eivissa revive cuando se acerca el día de Todos los Santos. Sus pasillos bullen de vida, los ramos de rosas, claveles y margaritas inundan cada centímetro del camposanto. Ríos de colores decoran paredes y lápidas y el olor a pintura se mezcla con el del limpiacristales que utilizan las ,en su mayoría, mujeres que acude a limpiar los nichos, las tumbas y los mausoleos para que luzcan bonitos. «Es lo único que ahora podemos hacer por ellos», reflexiona María Senén, en el cementerio viejo de Eivissa. «Yo vengo cada año desde hace 40, desde que murieron mis padres», explica mientras limpia los jarrones de los nichos para colocar flores nuevas. Explica que acude al cementerio por religión -«soy muy creyente»- pero su hijo Carlos, que la acompaña, asegura que lo de limpiar y pintar el espacio que cada familiar ocupa en el cementerio es más por tradición. «Yo llevo viendo a mi madre toda la vida venir, limpiar todo y colocar flores y yo vengo para ayudarle, así que, cuando ella no esté, yo seguiré haciéndolo», explica. «Antes, hace algunos años, venías y estaba todo destrozado. Las lápidas estaban rotas, las placas de mármol por los suelos y podías llegar a ver los ataúdes. Daba mucho miedo», añade la señora Senén.

Al mismo tiempo, mientras María Senén y su hijo Carlos se encargan de organizar las cinco bolsas de flores y santos que han llevado al cementerio, Lina Juan, otra vecina del municipio, limpia con limpiacristales el vidrio que protege el mármol donde aparecen los nombres de las personas enterradas, de las inclemencias del tiempo. «Esto es de una tía a la que le arreglo el nicho de sus padres porque ella ya no puede venir», explica mientras limpia el nicho y su hijo pinta las paredes que rodean el lugar en el que sus familiares están enterrados. «Los jóvenes ya no tienen tanto apego por hacer estas cosas, pero yo vengo cada vez que puedo», explica Juan. «Hace poco tuve un nieto y le pregunté a mi marido si le importaba que lo trajese al cementerio para conocer a mis padres porque no llegaron a verle. Y vinimos», añade mientras empieza a limpiar las imágenes de sus muertos.

Ángeles Escandell pasea entre tumbas para llegar al pasillo en el que están enterrados sus familiares. «Es algo que siempre le he visto hacer a mi madre, así que yo sigo la tradición», explica. «Al final, lo bueno que puedes sacar de esto es que el cementerio está precioso y no hay que tomarse la muerte como algo malo. El luto es lógico, y lo pasas mal cuando alguien se va, pero por lo menos puedes hacer algo por ellos cuando ya no están», afirma mientras intenta no chocarse con otra mujer mayor y su hija que caminan en la dirección contraria con tres ramos de flores. «Nosotras venimos muy a menudo, vengo a traerle flores a mi madre Asunción y a mi marido, que murió hace diez meses», explica la mujer sin apenas detenerse porque tienen que acudir después al Cementerio Nuevo, que es donde descansa su marido.

De lo tradicional a lo nuevo

Después de la visita al cementerio, llega la parte más divertida de la festividad, comprar el disfraz de Halloween. Según Laura Rivera, dependienta de La Cucaña, el más solicitado este año es el de payaso loco, popularizado por la película 'It'. «Las chicas prefieren más un disfraz de bruja, de vampira o de enfermera zombi por ejemplo», añade.

Según la dependienta de la tienda de disfraces, la calidad de la pintura y de la sangre falsa ha mejorado muchísimo y lo mejor para hacerse una herida de mentira es látex, pintura de color carne, algodón, sangre y mucha imaginación.