El pescador Daniel Ferrer fotografió el pasado martes una culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis) que nadaba a unos 20 o 30 metros de la orilla de la playa de sa Cala de Sant Vicent: «Y lo hacía muy bien», afirma este pescador, que faena en el ´Antonio José´. No es la primera que Ferrer las ve impulsarse como pez en el agua en esa parte del litoral de Sant Joan: en 2015 observó otras dos, mientras su suegra detectó una más.

Más que un hecho curioso es la materialización de la peor de las pesadillas imaginadas por los biólogos pitiusos. Elba Montes Vadillo, técnica de la conselleria ibicenca de Medio Ambiente, ya advirtió en febrero en las páginas de Diario de Ibiza de la posibilidad de que las culebras de herradura nadaran mejor de lo que se esperaba y de las peligrosas consecuencias que eso podría tener si alcanzaran los islotes próximos, donde crían aves en peligro de extinción o vulnerables y habitan subespecies de lagartijas cuyas poblaciones son escasas. Más sabiendo que las lagartijas endémicas pitiusas suponen el 57% de la dieta de esas voraces serpientes, como determina un estudio sobre su alimentación realizado por Montes junto a Juan Manuel Pleguezuelos Gómez, catedrático de Zoología de la Universidad de Granada y presidente de la Asociación Herpetológica Española.

Una de las principales preocupaciones de los autores de ese informe es el daño que las culebras causarían si llegaran a colonizar los islotes de las Reservas Naturales de es Vedrà y los Illots de Ponent o, como recordaba ayer Montes, Tagomago, muy próximo a sa Cala, a tiro de piedra. Y según Daniel Ferrer, no tendrían muchas dificultades para llegar hasta allí: «Nadan de maravilla. No tienen ningún problema. Llevan la cabeza a ras del agua y cuando necesitan respirar, la elevan», tal como comprobó el martes desde su pequeño bote cuando se dirigía a su embarcación de pesca.

El temor de los biólogos comenzó el pasado verano, cuando les informaron de que se había avistado una serpiente de herradura nadando a dos millas de la costa mallorquina, frente a es Capdepera. Como en el caso de la de sa Cala, aquella demostró una gran capacidad para nadar, facultad que puso en alerta a los científicos pitiusos. En s´Espartar ya se halló la muda de una serpiente, aunque no se llegó a detectar allí su presencia (el herpetólogo Valentín Pérez Mellado, catedrático de Zoología de Salamanca, buscó pruebas pero no las encontró). Ese resto podría haber llegado de muchas maneras hasta el islote, incluso empujado por el viento o en el pico de una gaviota.

Daniel Ferrer no solo ha visto nadando a tres en la cala de Sant Vicent, sino que además asegura que durante el invierno, cuando la zona apenas recibe visitas, la arena de la playa se llena de huellas del paso de esos reptiles. Las dos primeras las vio en el mar tras la temporada turística de 2015, mientras que la de 2016 se ha adelantado a la primavera, quizás por el aumento de las temperaturas. Siempre las encontró en el extremo noreste, junto a los embarcaderos.

A Montes le preocupa, tal como ya se indicaba en el proyecto piloto de control de ofidios del año 2014, la devastación entre la fauna endémica que podría causar el asentamiento de las culebras de herradura en islotes como Tagomago, es Vedrà, na Gorra, s´Espartar... Podría poner en peligro tanto las puestas como a las polladas de curruca balear o del virot (Puffinus mauretanicus), en peligro de extinción según el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. A su juicio, de la misma manera que son capaces de comer un pollo de mirlo, tal como se especifica en el estudio sobre alimentación de las culebras invasoras, podrían depredar las crías de la curruca balear o de la pardela. O no dejar ni una lagartija viva.