Los especialistas que conocen a fondo el marco legal europeo y los vericuetos de la fiscalidad ambiental coinciden en un diagnóstico: Balears deberá cobrar el nuevo tributo a todo el mundo. Sin excepciones. Da igual si el viajero parte de Berlín, Madrid o Santa Eulària: toca pagar.

La razón es bien simple: la normativa de la Unión Europea es tajante a la hora de prohibir este tipo de discriminación. «Excluir a los residentes del pago del impuesto turístico no tiene cabida en el ordenamiento europeo. Se prohíbe cualquier discriminación por razón de nacionalidad, con lo que el Govern tiene que asumir que los residentes también lo deberán pagar. E insisto: no es ya que lo diga España, es que esto afecta a una libertad comunitaria, la de libre prestación de servicios y esté tributo afecta a la prestación de servicios turísticos», explica Joan David Janer, profesor titular de Derecho internacional Público en la UIB, y titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho de la Unión Europea (2006-2010).

Algo parecido explica Xavier Labandeira, catedrático de economía de la Universidad de Vigo y uno de los especialistas en economía medioambiental más reconocidos en Europa. Asegura que la respuesta la tienen que dar juristas como el citado Janer, pero desde el punto de vista de la fiscalidad, recalca que el hecho imponible (lo que se grava) es un servicio turístico, por lo que «habría problemas» de no aplicar el tributo a todos los europeos por igual. «Desde el momento que vas a un hotel eres un turista», recalca el investigador gallego, que atiende horas después de volver de Bruselas. «Acabo de pagar allí 8,50 euros de impuesto turístico local. Lo pagué en Italia, Voy mucho a Florencia (es también catedrático del European University Institute, con sede en Florencia, donde dirige la Florence School of Regulation-Climate) y allí te piden cuatro euros al día, y en Roma cinco. Hoy en día este tributo es algo muy general, y tiene un sentido claro: los turistas, y más en sitios tan masificados como Baleares, generan costes y esta es una forma de recuperar parte de esos costes».

Por eso mismo, Labandeira vuelve al inicio para cuestionar la discriminación entre residentes y forasteros. «Ya con la ecotasa (la de 2001) se planteó que lo pagasen solo los de fuera. Pero si pones un impuesto para limitar y compensar la congestión que provocan los turistas, no tiene sentido que no lo paguen los turistas baleares, porque todos los turistas generan congestión».