«Acabo de vivir un fuerte seísmo de 7,2 [grados en la escala Richter] en #Santiago. #Chile!». Minutos antes de las ocho de la tarde del miércoles (sobre la una de la madrugada en España), el ibicenco Mángel Sevilla alertaba así y a través de Twitter del temblor que acababa de sentir bajo sus pies, que en pocos minutos aún sería mayor y que obligó a evacuar a un millón de personas en la costa chilena ante el temor de que el movimiento de tierra originara un maremoto con consecuencias tan catastróficas como las de hace un lustro. «Réplica fuerte al terremoto! Terrible! 7,2 en #Santiago. De 8,3 en las afueras. Están evacuando la costa e Isla de Pascua», advertía instantes después. «Qué miedo los que están en la zona costera de #Chile, están evacuándolos», narraba pormenorizadamente este periodista y sociólogo nacido en Ibiza de 30 años mientras vivía el terremoto, el sexto de mayor intensidad de la historia de ese país sudamericano.

El autor del libro ´Cocina ibicenca´, presentado hace seis meses, contaba luego, con un poco más de calma, en su blog (mangelsevilla.com) cómo había vivido el primer gran terremoto de su vida: «Tras un día duro me encontraba en el salón de casa cuando empecé a sentir un sonido intenso, muy lejano, pero que daba sensación de estar aproximándose con velocidad. Pero no le di mucha importancia. Segundos después todo se ha movido y empezado a crujir con intensidad».

«En un segundo -detalla el pitiuso- la mente va eliminando posibilidades sobre lo que puede ser, hasta llegué a pensar que me había bajado la presión sanguínea. Pero no: ´´Es un terremoto´´, me comentan con la tranquilidad de quien te cuenta que se encontró con su prima Cristina yendo al supermercado. Mientras, se escucha el tembleque de los vasos de vidrio, botellas de vino, madera de las puertas?». «Empezó un sonido lejano y, de repente, uno fuerte y estable, al tiempo que todo temblaba (los cubiertos, vasos de vidrio, botellas caídas al suelo y rotas...) Y uno de los que más me impresionó, el crujido de las puertas y paredes», narró ayer a este diario por correo electrónico.

Tras la sacudida, Sevilla salió «con calma» de su apartamento: «Todos hacían lo mismo, bajaban rápidamente (sin correr) e intentaban calmar a un par de niños. Me ha sorprendido el orden con el que actuaron. A pesar de ser muy difícil bajar las escaleras con el movimiento y los sonidos terribles de la tierra y del edificio».

«No vaya al centro de la calle»

El portero del edificio les abrió la puerta de entrada y nada más salir escuchó un grito firme: «No vaya al centro de la calle, quédese aquí en la entrada». En su primer terremoto, Sevilla no entendía el porqué de esa advertencia: «No pensaba en ningún otro riesgo, pero estaba equivocado. Al parecer está el peligro de que algún cristal se rompa y caiga abajo, así como algún árbol y cables eléctricos».

Afuera hacía bastante frío: «Y no me había dado tiempo de coger la chaqueta. A los 20 minutos volvimos a casa. Luego se produjo una réplica fuerte en la que volvimos a salir todos. A pesar de ser menor que el primero, la sensación de estrés era mucho mayor para todos. Mi primer gran terremoto me preocupó mucho porque duró bastante tiempo, más de lo normal, dicen», explicó por correo.

Sevilla, que desde finales de agosto trabaja temporalmente en la sede de Naciones Unidas de la capital chilena, donde vive en el centro, explicó que mientras dura el seísmo «se escucha de forma constante el sonido brutal de la tierra, se tiene conciencia de la potencia de la naturaleza». Son ruidos «en forma de crujidos intensos de los edificios, de pesadilla». Minutos u horas después del movimiento «llegan algunos temblores leves que provocan aún más tensión que los primeros, a pesar de ser minúsculos en comparación al primero», relata.

«Tras el terremoto -añade- se produce una especie de silencio. Susurros que acaban en tono normal llenan las calles, gente que opina sobre las posibles réplicas que no tardan en regresar». Fueron la radio, la televisión y las redes sociales las que le pusieron en contacto con la realidad que en esos momentos se vivía en todo el agitado país: «Vi impactantes imágenes de cómo fue el terremoto en Chile, en Santiago, en mi barrio, y empecé a escuchar las zonas que comenzaban a ser evacuadas: Isla de Pascua y toda la costa. Finalmente hubo un millón de evacuados por amenaza de maremoto. Me sorprendió la imagen de ciudades de la costa, en donde los micrófonos anunciaban la situación de emergencia y hora estimada en la que el sunami iba a aparecer, demandando a todos la evacuación». Doce horas más tarde apenas quedaba rastro que recordara la sacudida en Santiago. «En la calle hay normalidad», afirmaba ayer. Salió ileso. Pero fue para temblar.