«Mi padre era un manitas», comenta Roberto Roselló, hijo de Antonio Roselló Prats, antiguo técnico mecánico de señales marítimas que durante su vida profesional cuidó de los faros de La Isleta (Las Palmas de Canarias), Alegranza (La Graciosa, Canarias), Punta Nati (Menorca), Tagomago, sa Conillera, la Mola, es Botafoc y Coves Blanques. De este último «se enamoró» de la cúpula que coronaba su linterna, recuerda Roberto. En 1963 el faro, que había perdido su utilidad, fue desmochado: «Lo desmontaron para que nadie entrara allí a robar y se almacenaron las cosas, pero llegó un momento en que ya no cabían en el almacén de Ibiza y se propuso trasladarlo todo a Palma. Pero la intención de Mallorca era deshacerse de todo».

«Mi padre, al que le encantaba esa cúpula, preguntó al ingeniero jefe de Costas de Ibiza si se la podía quedar, ya que la iban a fundir, como le contaron», señala. Se la dieron y se la llevó a un chalé que la familia tiene en Jesús, donde ha permanecido las últimas décadas. Antonio, que en sus ratos libres recreaba faros en miniatura que incluso se encendían, decidió construir él mismo una linterna como la que antaño había bajo la cúpula de Coves Blanques: «Le dio forma de hexágono, a imagen y semejanza de la original, y la cubrió con la cúpula».

Quizás con el propósito de darle una utilidad, Antonio decidió al cabo de unos años «cerrarla y convertirla en pajarera». Y metió dentro canarios, de los que llegó a albergar una decena. Nunca fue un gallinero ni la cúpula permaneció en algo que se le pareciera, afirma Roberto, mosca, como sus siete hermanos, al saber que la edil Sara Ramon -que no sabe hasta qué punto pudo montar un buen pollo con ese desliz verbal- mentó las aves de corral.

Su paradero «lo sabía todo el mundo», asegura Roberto. Pero fue Luis Fernández, hijo del farero Francisco Fernández (ex de sa Conillera) el que avisó al exalcalde José Sala de quién guardaba la pieza: «Tras restaurar el faro, la querían recuperar -indica Roberto-. Dije a Sala que por mi parte no había problema, pero tenía que hablarlo con mis siete hermanos. Decidimos que a mi padre le hubiera gustado que esa cúpula nunca se hubiera quitado de Coves Blanques. Él lo tenía muy claro: Jesús no era sitio para tenerla. Si se la quedó fue porque la iban a tirar». A cambio, el Consistorio les cubrió la antigua pajarera con «una techumbre de hierro».

Jubilado desde 1988, Antonio Roselló falleció en 2004 sin imaginar que la cúpula que conservó tantos años regresaría a su lugar de origen: «Gracias a mi padre se ha podido recuperar», se consuela Roberto.