Hay frases que persiguen cual sombra y tapan todas las luces. Bauzá tiene unas cuantas. «Esta será la legislatura de las autopistas de la educación» es una de ellas. Porque las autopistas, antes siquiera de que el presidente se haya puesto a asfaltarlas, han sido escenario de la mayor colisión que los colegios recuerdan. Con los centros públicos ahogados por impagos del Govern, la subida de tasas espantando universitarios, una montaña de becas sin pagar mientras se desvía dinero a IB3, y mil maestros despedidos, cabría pensar que el choque se debe a los recortes. Pero no. Todo eso indigna a profesores, padres y alumnos, pero al fuego de los recortes, el Govern Bauzá le ha echado la gasolina de la confrontación lingüística.

Un Govern que había prometido libre elección manipula las cifras de aceptación del catalán, como si la libertad de opción solo le valiera cuando se escoge castellano. Por ahí se muere una educación que acabará este curso y empezará el siguiente convertida en un campo de batalla a cuenta de una lengua con la que las preferencias (y solo eso) están claras: a día de hoy, pese a los ataques y obsesiones, siete de cada diez padres siguen prefiriendo que sus hijos se formen en catalán.

Aunque el Govern prepara otro bidón de gasolina para avivar las llamas: en septiembre, Bauzá pretende lanzar una educación trilingüe (castellano, catalán e inglés), para la que no hay profesores con experiencia como para explicar sus asignaturas en un idioma (inglés) en el que aún son aprendices. Lo constatan filósofos, filólogos y catedráticos, que en un manifiesto conjunto auguran más fracaso escolar como consecuencia de un cambio hacia el trilingüismo en el que imperan la precipitación y la ideología. Esa es la última amenaza educativa para la comunidad con peores notas de Europa,en la que ni profesores ni alumnos ni Govern parecen saber ya a qué lengua quedarse.