­Martín Candioti ingresó en la prisión de Ibiza el 25 de mayo de 2011. «En el módulo 1 hay gente peligrosa», comentó ayer el apicultor. «El ambiente era muy hostil. Me estaban esperando. Un grupo me quería tirar la manta (pegarle) por haber quemado el bosque», añadió.

Estuvo una semana sin apenas comer, beber ni dormir, hasta que el lunes (30 de mayo) se tranquilizó porque comenzó a llover y pensó que el incendio iba a quedar extinguido (el fuego fue controlado un día antes). «Los aviones pasaban por encima de la cárcel», recuerda Candioti.

Pasado un mes, una educadora social intercedió para que el argentino ingresase en el módulo de respeto. «Se dieron cuenta de que yo no podía estar allí, no soy un delincuente», apunta el apicultor, que todavía no sabe cuándo se celebrará el juicio. «En la cárcel hay gente que no puede estar entre la sociedad», añade Candioti.

Impartió clases de castellano

En el módulo de respeto comenzó a dar clase de castellano a los reclusos de habla inglesa, puesto que domina los dos idiomas. «Les ayudé a integrarse en una prisión española», dijo el argentino.

«Mi estancia mejoró, pero el módulo de respeto es todavía algo hostil», siguió explicando el apicultor en la entrevista. A continuación, le destinaron a la biblioteca y empezó a recibir cursos de informática. «Lo mío es la literatura, los libros», finalizó Candioti.

Allí empezó a crear una base de datos digital de los libros de la biblioteca de la prisión, puesto que el control se efectúa todavía con el sistema de fichas de cartulina. En los últimos seis meses estuvo de interno de apoyo, para ayudar a los nuevos internos que llegaban al centro penitenciario.