Rebeca Cáceres apenas levanta la vista de su labor. Sus ojos no se despegan ni un segundo del montón de encaje crema que tiene debajo de sus manos, sobre la enorme mesa de trabajo del aula del módulo de Modelismo y Tecnología Textil de la Escola d´Arts. Apenas quedan unos días para el desfile de Adlib 2011 y aún tiene que dar los últimos retoques al vestido que mostrará en el hotel Ca Na Xica, de Sant Miquel, en el que se celebra el miércoles el desfile. Rebeca, de 30 años, descose la cremallera de la prenda que elaboró a finales del curso pasado. Hay que cambiársela. La decisión con la que descose cada puntada se convierte en una delicadeza infinita cuando despliega el vestido. «Shhhhh», indica. Solo unos detalles del vestido pueden salir del aula antes del miércoles. El resto debe ser sorpresa.

Laura Roggiani Silva (31 años) ayuda a su compañero Jordi Jiménez (24 años) con el patrón de un vestido de novia que este está preparando. En el aula solo falta Lucila, de 27 años, cuyo trabajo no le permite asistir a la Escola d´Arts por las mañanas para dar los últimos retoques al vestido tipo túnica con el que participará en Adlib.

Laura ultima en casa la prenda que presentará en Adlib. Los próximos días los pasará bordando cuentas en la atrevida espalda de su creación inspirada en los años 30, que también confeccionó el curso pasado. Jordi baja los ojos, esboza una sonrisa traviesa y confiesa que ha «cambiado los planes». A la profesora del módulo, Marian Ferrer, casi se le desencaja la mandíbula al enterarse de que el chaleco y la falda pantalón para hombre que Jordi había diseñado se han convertido en un vestido de mujer «muy corto y muy vaporoso». «Ya hablaremos», le indica, seria, mientras Rebeca sigue a lo suyo.

Concentrada en el trabajo explica que la moda le gusta «desde que era pequeña» y que, después de trabajar durante años en tiendas de ropa, se decidió a aprender a confeccionarla, «a pasar de la idea a la prenda». Aunque es consciente de que este mundo no es nada fácil, sueña con seguir algún día los pasos de Chanel –«el glamour por encima de todo»–, Alexander McQueen –«sus patrones son casi arquitectónicos»– o David Delfín. «Ya pensaba que no lo ibas a incluir en la lista», apunta Jordi, que sigue mano a mano con Laura cortando y pegando trozos de papel de estraza.

De Madame Grès a Pertegaz

Laura y Rebeca coinciden: prefieren diseñar a confeccionar y su prenda favorita son los vestidos. Rebeca piensa unos segundos antes de definir su estilo. Le gusta lo gótico, todo lo que tiene un punto gore, pero combinado con el estilo años 50 de «mujer muñequita».

«Yo soy más de los diseñadores de los años 20 y 30», confiesa Laura dejando a un lado tijeras, pegamento y patrones. Su referente son las prendas elegantes y sencillas que surgían hace casi un siglo de la cabeza, las manos y los talleres de Madeleine Vionnet, Madame Grès o Elsa Schiaparelli. De los actuales se queda con jóvenes diseñadores «que hacen un trabajo estupendo pero son muy desconocidos». Laura, que combina las clases en la Escola d´Arts con su trabajo en la hostelería, piensa ya en su proyecto de final de módulo, la última creación antes de continuar su formación en el mundo de la moda: «Quiero seguir estudiando, me gustaría ir a Coruña, donde está buena parte de la industria de la moda española y trabajar un tiempo en una empresa grande para aprender». Después de eso el sueño de Laura es sencillo –«humilde», define–: abrir una tienda en la que vender sus creaciones y con la que gane lo suficiente para vivir. «Yo también quiero eso, pero no es fácil», apunta Rebeca, que sigue perfeccionando su vestido.

«Pues yo lo quiero todo, a mí sí me gusta el mundo de la moda a gran escala, yo quiero ir directamente a Cibeles», señala Jordi, que asegura que la moda le ha interesado siempre. «De pequeño me ponía siempre la ropa de mi madre», confiesa el joven, que también asegura que es «más romántico y más clásico» que sus compañeras. También es un fanático de la alta costura, especialmente de Pertegaz, y de la confección. A diferencia de Rebeca y Laura, Jordi disfruta tanto ideando sus creaciones como convirtiéndolas en realidad aguja en ristre.

La ilusión de Rebeca, Laura, Jordi y Lucila por participar en Adlib 2011 se ha diluido en las últimas semanas. Enterarse de que, a diferencia de en las anteriores ediciones, sus diseños no desfilarán en la pasarela sino que se expondrán en un maniquí, ha sido una gran decepción. «No es lo mismo verlo en movimiento sobre el cuerpo de una modelo que puesto en un maniquí», comentan los estudiantes señalando los bustos que hay en varios rincones del aula. La profesora pone cara de circunstancias al escuchar a sus alumnos. Tampoco se lo esperaba.

Maniquí en vez de pasarela

El director de la Escola d´Arts, Miguel Hernández, explica que en una reunión con Rosalía Moreno, una de las responsables de la pasarela, esta le explicó que este año solo podían desfilar las personas que estuvieran dadas de alta como empresa de producción de moda y que eso también afectaba a los alumnos de la Escola d´Arts. «Dijo que el año que viene se organizaría de otra manera, que querían hacer una semana de la moda y que podrían desfilar, pero que este año no», detalla el director. Hernández entiende la desilusión de sus alumnos, aunque intenta destacar el lado positivo: «En la pasarela sus diseños estarían medio minuto, en la exposición estarán toda la noche», comenta.

Los estudiantes no lo ven así. Lamentan que no se les haya dejado desfilar y no entienden cómo, sabiendo que aún están formándose, les exijan ser una empresa. A Laura, por ejemplo, se le han quitado las ganas de pedir la noche libre en el trabajo para ir al desfile y Rebeca no cumplirá con la misma alegría su labor como vestidora en el backstage de la pasarela Adlib. Una portavoz del Consell de Ibiza negó ayer que se les exigiera estar dados de alta como empresa y aseguró que desde un principio se pensó que este año la Escola d´Arts participara «de una forma diferente». Sin embargo, no explicó por qué no se les ha dejado desfilar a pesar de la ilusión que les hacía a los alumnos, que este año se quedarán sin comprobar cómo sientan sus vestidos a las modelos, para cuyos cuerpos habían diseñado, cortado y cosido sus mejores creaciones.

El conseller insular de Industria, Vicent Roig, reconoce que debido a la falta de tiempo no ha podido organizar la pasarela como le hubiera gustado, pero asegura que los diseños de los alumnos tendrán un espacio privilegiado, ya que se expondrán muy cerca del photocall. A pesar de esto, garantiza que si de verdad quieren ver sus creaciones en la pasarela «se les hará un hueco». «Volveré a hablar con ellos y si es su ilusión se buscará la manera de que puedan desfilar», indica el conseller. «Queremos que estén contentos, son el futuro de la moda», añade.

«Ver mi vestido en la pasarela el año pasado fue maravilloso», recuerda Laura, que asegura que poder participar es «motivador» para los estudiantes. Rebeca, que acaba de romper una aguja de una de las máquinas de coser del aula, siente un poco de pena por el vestido que este miércoles lucirá un maniquí. Le encanta, ha dedicado muchas horas y parte de su sueldo (46 metros de encaje y varios metros de piel de ángel) a confeccionarlo y lamenta no poder ponérselo. «Está hecho para una modelo, para una mujer muy alta y muy delgada», justifica Rebeca planchando con la mano su creación ante la atenta mirada de su profesora, Marian, que ya ha escogido modelito para la noche de la pasarela Adlib: Un vestido rojo, corto, estilo años 30, diseñado por Laura, su alumna.