El estudio antropológico de los restos humanos desenterrados en el islote de sa Conillera avalan la hipótesis de los arqueólogos de que se trata de piratas que recibieron sepultura en tierra en lugar de ser lanzados al mar. Los arqueólogos María José Escandell y Ricard Marlasca, de Posidonia S.L., descubrieron y excavaron las tumbas después de que una técnica de Medio Ambiente hallara por casualidad hace dos años, tras una visita guiada al islote, parte de la osamenta de la mandíbula de un cuerpo humano. La conselleria de Medio Ambiente encargó la excavación tras verificar que eran restos de época antigua.

A uno de los tres esqueletos le faltaba la cabeza, lo que, en un principio, ya llevó a pensar a los arqueólogos que tenían entre manos una historia de piratas. También se hallaron trozos de huesos esparcidos por la lluvia en un torrente, aunque no coinciden con ninguno de los tres cuerpos descubiertos. Al no haber ningún vestigio de la vestimenta ni de ningún objeto, los arqueólogos enviaron los restos óseos a Miami para la prueba del carbono 14, análisis que concluyó que los huesos cronológicamente databan del siglo XVI, la época en que se produjeron constantes saqueos piratas en la isla.

Para indagar aún más en el origen de los protagonistas de esta historia, los arqueólogos enviaron a la Universitat Autònoma de Barcelona muestras de los restos, especialmente de los dos cráneos hallados (uno de ellos tuvo que ser parcialmente reconstruido), para someterlos a un estudio antropológico. De este nuevo análisis, se desprende que los cráneos tienen «tipología dinárica, variedad armenoide propia de las poblaciones anatólicas y del próximo oriente». «Que eran turcos», traduce al lenguaje común la arqueóloga Maria José Escandell. La antropóloga de la UAB basa su conclusión en los rasgos del cráneo, sus dimensiones, en cómo tenían la nariz, los pómulos y la forma de la cabeza en general, según explica Escandell.

Del mismo estudio se desprende que los piratas fallecieron por disparos de arcabuces o mosquetones, conclusión a la que se llega tras analizar la bala de plomo, de 2,5 centímetros, incrustada en una vértebra (ver imagen adjunta) y el diámetro de las perforaciones en la zona lumbar, en la pelvis y el cuello por los impactos de los disparos que sufrieron los piratas. Aparte de las heridas mortíferas de fuego, uno de los cuerpos presenta múltiples cortes de de espada que también pudieron ser mortales. Este, además, presenta la huella de una herida importante en las cervicales, de la cual se interpreta que trataron de degollarlo o bien de darle «un golpe de gracia».

Los cuerpos enterrados se corresponden a individuos muy jóvenes, de entre 20 y 24 años. Presentan alguna deformación en el antebrazo, lo cual denota que hicieron «mucha fuerza» en las actividades propias en la vida de un barco, como el izado de velas, por ejemplo, según consideran los arqueólogos. El análisis antropológico verifica también la falta de salud dental de los piratas, con caries, sarro e incluso reabsorción alveolar (tras la caída de un diente el orificio queda cubierto).

Caries y sarro

El estudio revela que los piratas tenían mucha caries y sarro e incluso reabsorción alveolar; es decir, tras la caída de los dientes, el orificio quedaba cubierto.