Aquí empezó todo. Se llama es Bosc d´en Frit y sobre este pinar costero, en la playa de es Pouet de Sant Antoni, se construyó la primera urbanización de la isla. Fue en 1940. Una familia de comerciantes de la zona parceló este paradisíaco paraje, abrió calles en forma de cuadrícula, las asfaltó y se construyeron chalets. Hoy, esta urbanización pasa inadvertida en medio del bosque de hoteles en que se ha convertido toda la bahía de Portmany, pero el origen, germen y raíz de lo que vino después está en este punto exacto de la isla.

Antoni Cardona, Frit, tuvo una hija, Margarita, que al casarse con el principal comerciante de Sant Antoni, Joan Prats, dio lugar a una descendencia que acabaría convirtiéndose en un auténtico motor del despegue turístico de Ibiza. Margarita Cardona y Joan Prats tuvieron siete hijos, de los cuales seis fueron mujeres. Hasta aquí todo sería normal, incluyendo tal predominio femenino en la prole. Lo sorprendente fue que todas y cada una de las seis hijas construyeron su propio hotel. Aún hoy están todos en funcionamiento en es Bosc d´en Frit y sus inmediaciones, aunque dos ya han cambiado de manos.

Josefa Prats Cardona abrió en 1949 el Hotel Bahía, gracias al estímulo y apoyo de su activo padre, que había asistido en Palma al despertar turístico de Mallorca y trajo consigo el entusiasmo por esta industria, que en Ibiza era entonces irrelevante. En toda el área de Sant Antoni solo había cuatro o cinco hoteles, aunque el Bahía se convirtió en el más importante a partir de entonces.

Huérfanas de madre

El nieto de Joan Prats e hijo de María Prats Cardona, el hotelero y ex alcalde de Sant Antoni Vicent Marí Prats, rememora que «todas las hermanas eran tremendamente trabajadoras». «Cuando aún tenían 17 o 18 años ya se pasaban el día cargando sacos en el negocio de su padre para llevarlos al camión que iba a Vila», recuerda Marí Prats. Otro descendiente de aquellas hermanas, en concreto de Antonia, Roberto Hortensius, opina que «en este espíritu trabajador debió influir el hecho de que se quedaran huérfanas de madre siendo aún pequeñas». Su progenitora murió, junto con su hermana, víctima de la gripe española de 1918, que en Ibiza se cobró docenas de muertes.

En 1956 llegó el segundo hotel: el Osiris, aunque aún no se llamaba así ni tenía el tamaño actual. Esta vez fue Antonia la que impulsó la construcción. Su hija Margarita Portas y su nieto Roberto Hortensius explican que «primero se construyeron unas pocas habitaciones y más o menos cada dos años se iban añadiendo más, hasta que en 1967 se edificó la última planta».

Más o menos por la misma época –mediados de los años 50– abriría sus puertas el Hotel Tagomago, promovido por Margarita, en colaboración con su esposo, Jaume Cardona Torres, Vinyes, que además era uno de «los dos únicos constructores que había entonces en Sant Antoni, junto con Josep Ribas Ribas, Portmany», afirma Vicent Marí Prats.

Hacia el año 1960 se animaron a construir sus propios hoteles las hermanas Francisca (Hotel Racó des Sol) y Catalina (Neptuno). Para aquel entonces, aunque aún faltaban unos años para que el aeropuerto de Ibiza se abriera al tráfico internacional (1966), la afluencia turística empezaba a incrementarse. Fue en 1969 cuando María construyó su establecimiento: el Bellamar.

El hecho de que todos estos negocios pertenecieran a la misma familia hace pensar en una cooperación entre todas las hermanas, pero Marí Prats advierte rápidamente que «cada una se dedicaba a lo suyo», pues no en vano cada hotel competía con los demás por la clientela. Sin embargo, «las relaciones siempre fueron buenas», señala el ex alcalde.

En los años cincuenta y sesenta las condiciones en que se levantaba y explotaba un hotel eran radicalmente diferentes a las actuales. Para empezar, algunas técnicas constructivas se asemejaban aún a la de las casas payesas, con algún techo a base de algas y bloques elaborados casi artesanalmente, pues no había aún fábricas en la isla. «El sistema que usábamos era hacer los bloques en invierno y empezar a colocarlos hacia el mes de marzo», afirma Marí Prats. Roberto Hortensius y Margarita Portas recuerdan también que el cemento estaba entonces por las nubes en Ibiza, pues el precio de un saco equivalía al sueldo diario de un obrero. Los albañiles, como sucedería durante todo el ´boom´ turístico, procedían mayoritariamente de Andalucía.

Las hermanas Prats Cardona contaron con el requisito fundamental para emprender su aventura hotelera: disponer del terreno. Entonces, recuerdan sus descendientes, «lo que se necesitaba era tener un pequeño capital como punto de partida y el terreno». Lo primero lo tenían por la larga tradición comercial de su abuelo y su padre –este último llegó a tener dos barcos con los que vendía carbón y algarrobas a la Península– y lo segundo también, por herencia. No obstante, se obtuvieron otros recursos mediante la venta de parcelas de la finca familiar, en una práctica que luego se generalizaría en la isla.

A partir de ahí, había que llenar las habitaciones, pero ello no era difícil, porque ya entonces funcionaban los turoperadores y traían a sus visitantes, bien en barco o en vuelos a través de ciudades españolas. Vicent Marí Prats recuerda que «el primer turoperador que llegó a Sant Antoni fue Oliver Travel, que traía ingleses», aunque añade con un gesto de decepción: «Pero trabajaban con el Hotel Portmany». Luego vinieron los franceses de Les Argonautes.

Los familiares de estas seis hermanas –todas ellas murieron ya, y salvo una todas superaron los 90 años de edad– explican que su agotador ritmo de trabajo incluía todo tipo de actividades. «Tan pronto hacíamos las habitaciones como atendíamos la recepción, hacíamos las compras, la colada, servíamos los desayunos... Lo hacíamos todo nosotros», señala la hija de Antonia Prats Cardona.

También rememora las dificultades propias de los inicios y de la imprevisión: «De repente, a las tres de la madrugada aparecía un grupo de suecos y no teníamos donde meterlos, así que los acomodábamos como podíamos, aunque fuera en un salón. Pero todo eso no impedía que, después de una noche de ajetreo, aún nos fuéramos todas las chicas juntas a divertirnos al pueblo».

Y, sin embargo, no acabaron convirtiéndose en millonarias. «Nada de eso. Es cierto que vivían bien y se iban de vacaciones quince días o un mes al año a países del extranjero, pero no hicieron grandes fortunas, en parte porque también dedicaban el dinero a invertir en la mejora de los hoteles», señalan.

En cualquier caso, Josefa, Margalida, Maria, Catalina, Antònia y Francisca fueron de las primeras mujeres empresarias ibicencas que disfrutaron de un tren vida asimilable al de una sociedad moderna. Nacieron en la Ibiza rural de principios del siglo XX, pero terminaron sus días en una isla que ya no tenía nada que ver con aquella.

Hoy hay casi 30 hoteles y parecido número de apartamentos a lo largo de dos kilómetros de costa, entre es Pouet y Port des Torrent, convertidos ya en casco urbano de principio a fin. Ni por asomo lo hubiera sospechado la familia Prats Cardona cuando encendió la mecha del ´boom´ en es Bosc d´en Frit.